Mantra, Rodrigo Fresán, p. 110-11
La alusión del Dr. Marcos Matus a
Cantando bajo la lluvia es síntoma inequívoco de la eficacia del contagio. De
haber seguido mucho tiempo más en su consultorio, quién sabe si el pobre doctor
no habría caído para no levantarse dentro del convencimiento de ser parte de un
Hollywood atormentado por la llegada de las bailarinas tormentas del sonido. Mi
tumor localiza una ilusión secreta y la hace crecer hasta convertirla en
realidad. Soy una persona peligrosa, comprendí y comprendo. Uno de esos anónimos
pero célebres Pacientes X (ah, esa letra) dignos de aislamiento y, tal vez, de
sacrificio. Soy el brote epidémico de una moderna y definitiva plaga que
acabará anulando al mundo tal como lo conocemos y que no cesará en su empeño y
voracidad hasta que queden bien establecidas las reglas y parámetros que
regirán al Planeta Mantra. Pienso en el kudzu, un arbusto japonés importado a los
Estados Unidos en 1876, y que cubre buena parte del sur de ese país
extendiéndose sin prisa y sin pausa sobre automóviles, postes telefónicos,
edificios y personas a los que la muerte o el sueño sorprenden en los campos
infestados por el constante y sanguíneo jazz de los mosquitos. Pienso en que el
kudzu sólo florece una vez cada siete años del mismo modo en que las células
del cuerpo se regeneran cada siete años con excepción de las del cerebro, que
es ese lugar cada vez más verde donde mi memoria se está secando. Pienso en que
al kudzu no se lo puede hacer retroceder ni siquiera rociándolo con gasolina y
encendiendo un fósforo y que, en ocasiones, sus raíces adoptan las formas de
los cadáveres que van encontrando por el camino, y que entonces hay que cavar y
desenterrar esas raíces vegetalmente antropomorfoides y clavarles una estaca en
el pecho, a la altura del corazón. Pienso en por qué pienso en el kudzu -una
palabra nueva, afilada y de sabor exótico en el paladar de mis pensamientos- y
me pregunto si no será Martín Mantra quien ahora, esté donde esté, piensa en el
kudzu como en una película de celuloide vegetal que lo cubre todo hasta que el
verde consigue su largamente postergado ascenso a color primario en un mundo esmeraldamente
kudzuforme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario