De Chet Baker piensa en su arte de Vila-Matas, p. 208
A pie de foto, Sophie había escrito: «Y yo, por mi parte, te envío un retrato de mi madre. Es el que ha elegido para que figure en su tumba y que irá acompañado de este epitafio: Ya empezaba a aburrirme. Te envío su foto porque de alguna forma ella se interpone entre la isla de Pico y yo. Me han dicho que estarás el 16 de marzo en París. Tal vez entonces podamos vernos».
Tenía que ir, en efecto, el16 de marzo al Salón del Libro de París. Pero ese día aún quedaba lejos. Me pareció que debía esperar demasiado para ese reencuentro. Era -pensé- como si estuviéramos destinados ella y yo a comunicamos con cuentagotas. Pero ¿ qué otra cosa podía hacer? Aunque estar inactivo me ponía nervioso, no podía matar a su madre para que Sophie comenzara a pasar a la acción y llevara a cabo su viaje.
Escribí en mi cuaderno rojo: Hay alguien en París que quiere que descubra que ya no quiero escribir. Y lo intenta, además, con una perversidad desaforada. Tendré que escribir sobre eso para poder seguir escribiendo.
Unos días después, decidí atreverme a enviarle a Sophie un nuevo e-mail que tal vez pudiera desbloquear algo –no me hice demasiadas ilusiones al respecto- la situación en la que me encontraba. Y escribí: La vida es un proceso de demolición (Francis Scott Fitzgerald).
Te quiero más que a la salvación de mi alma
INCIPIT 287. ABSOLUCION / LUIS LANDERO
¿Será posible que, al fin, hayas logrado ser feliz?, piensa mientras se afeita y observa en el espejo su cara radiante de felicidad. Porque es de felicidad, no hay duda, y en ese caso tenían razón los otros, los enterados, los sabios, los expertos. Todo era cuestión de esperar, de ir madurando, de encontrar tu ritmo, de no perder la fe, se lo habían dicho sus padres, sus profesores, sus amigos, sus novias, se lo habían dicho Montaigne y Bertrand Russell y los viajeros anónimos con los que emparejaba el paso en el camino de la vida, que tuviera paciencia, que no hiciera un drama del más pequeño contratiempo, que fuese reconciliándose consigo mismo y con el prójimo y ya vería como al final encontraba su lugar en el mundo. Y ahora, en efecto, lo había encontrado, había surgido casi sin buscarlo, como un obsequio del destino. O mejor, una ofrenda. No, quizá el mundo no es tan azaroso y contingente como a ti siempre te ha gustado creer. y era curioso. Porque a lo largo de su vida había conocido a todo tipo de gente que no era feliz pero que sin embargo sabía indicar muy bien la senda que lleva a la felicidad. Haz esto, te decían, o haz lo otro, ve por allí, no se te ocurra tomar aquel atajo, ten cuidado no vayas a caer en aquel hoyo o a tropezar en esa piedra, no comas de esa fruta, de esa fuente puedes beber pero de aquella
LA SOLEDAD DEL ARTISTA
De Chet Baker piensa en su arte, de E Vila-Matas, p.70-71
Entre las medidas adoptadas para poder vivir como escritor secreto, la más curiosa de todas era la que había tomado hacía ya más de cuarenta años: la de vivir en su propio país, la pequeña y seductora, aunque terriblemente mezquina isla de Umbertha, haciéndose pasar por extranjero. Le resultó fácil engañar a todo el mundo, porque la trágica y brutal desaparición de toda su familia en la guerra le facilitó el cambio de identidad. De pronto, una noche, muertos ya todos, Anatol comprendió que estaba solo, completamente solo en el mundo, y notó esa sensación de extravío que se siente cuando en el camino, nos volvemos atrás y vemos el trecho recorrido, la vía indiferente que se pierde en un horizonte que ya no es el nuestro. Concluida la guerra, Anatol se dijo que al final sólo quedaba eso, la mirada hacia atrás que percibía la nada, y estuvo deambulando -extraviado- tres largos años por Europa, y cuando cumplió los veinte, regresó a Umbertha y 10 hizo exagerando enormemente las haches aspiradas (en Umbertha no hay palabra que no lleve esa letra, que es pronunciada siempre de forma relativamente aspirada) y cometiendo, además, todo tipo de errores cuando hablaba ese idioma. Todo el mundo le tomó por forastero, y hasta se reían mucho con su exageración al aspirar las haches, yeso le reportó a Anatol la inmediata ventaja de asegurarse protección como escritor secreto, pues en Umbertha los buscadores del oro de talentos ocultos sólo estaban interesados en posibles glorias nacionales y descartaban por sistema cualquier pista que pudiera conducir a genios forasteros.
Entre las medidas adoptadas para poder vivir como escritor secreto, la más curiosa de todas era la que había tomado hacía ya más de cuarenta años: la de vivir en su propio país, la pequeña y seductora, aunque terriblemente mezquina isla de Umbertha, haciéndose pasar por extranjero. Le resultó fácil engañar a todo el mundo, porque la trágica y brutal desaparición de toda su familia en la guerra le facilitó el cambio de identidad. De pronto, una noche, muertos ya todos, Anatol comprendió que estaba solo, completamente solo en el mundo, y notó esa sensación de extravío que se siente cuando en el camino, nos volvemos atrás y vemos el trecho recorrido, la vía indiferente que se pierde en un horizonte que ya no es el nuestro. Concluida la guerra, Anatol se dijo que al final sólo quedaba eso, la mirada hacia atrás que percibía la nada, y estuvo deambulando -extraviado- tres largos años por Europa, y cuando cumplió los veinte, regresó a Umbertha y 10 hizo exagerando enormemente las haches aspiradas (en Umbertha no hay palabra que no lleve esa letra, que es pronunciada siempre de forma relativamente aspirada) y cometiendo, además, todo tipo de errores cuando hablaba ese idioma. Todo el mundo le tomó por forastero, y hasta se reían mucho con su exageración al aspirar las haches, yeso le reportó a Anatol la inmediata ventaja de asegurarse protección como escritor secreto, pues en Umbertha los buscadores del oro de talentos ocultos sólo estaban interesados en posibles glorias nacionales y descartaban por sistema cualquier pista que pudiera conducir a genios forasteros.
NI SON NARANJAS NI SON LIMONES NI PERAS, SON TOMATES
De Sodoma y Gomorra, de Marcel Proust, p.273-274 (Lumen)
Estábamos. Albertine y yo, deJante de la estación en Balbec del tren de vía estrecha. Por el mal tiempo, habíamos ido en el ómnibus del hotel. No lejos de nosotros estaba el Sr. Nissim Bernard, quien tenía un ojo a la funerala. Hacía poco que engañaba al niño de los coros de Aratía con el mozo de una granja bastante acreditada de la vecindad, Los cerezos. Aquel muchacho pelirrojo, de facciones abruptas, parecía enteramente tener un tomate por cabeza. Un tomate exactamente semejante servía de cabeza a su hermano gemelo. Para el contemplador desinteresado, esos parecidos perfectos de dos gemelos presentan una particularidad bastante hermosa: la de que la naturaleza, como si se hubiera industrializado momentáneamente, parece dar productos iguales. Por desgracia, el punto de vista del Sr. Nissim Bemard era diferente y ese parecido era sólo exterior. El tomate n." 2 disfrutaba con frenesí haciendo las delicias de las señoras, el tomate n. 1 no detestaba condescender a los gustos de ciertos señores. Ahora bien, siempre que el Sr. Bernard -sacudido, como por un reflejo, por el recuerdo de los buenos momentos pasados con el tomate n." 1- se presentaba en Los cerezos, miope (y, por lo demás. no era necesaria la miopía para confundirlos), el viejo israelita, interpretando sin saberlo el papel de Anfitrión, se dirigía al hermano gemelo y le decía: «¿Quieres que quedemos para esta tarde?». Al instante recibía una sólida «tunda». Llegó incluso a renovarse durante una misma comida, en la que continuaba con el otro el diálogo comenzado con el primero. A la larga, acabó cogiendo tal asco -por asociación de ideas- a los tomates, incluso los comestibles, que, siempre que oía a un viajero pedirlos a su lado, en el Grand-H6tel, le susurraba: «Discúlpeme, señor, que me dirija a usted sin conocerlo, pero he oído que pedía usted tomates. Hoy son pésimos . Se lo digo por su bien, pues a mí me es igual, nunca los como». El forastero agradecía con efusión a aquel vecino filántropo y desinteresado, volvía a llamar al camarero y fingía haber cambiado de opinión: «No, la verdad es que no: tomates, no».Aimé, que ya se conocía la escena, se reía solo y pensaba: "Es un viejo astuto el Sr. Bernard, ya ha encontrado de nuevo la forma de hacer cambiar el pedido».
Estábamos. Albertine y yo, deJante de la estación en Balbec del tren de vía estrecha. Por el mal tiempo, habíamos ido en el ómnibus del hotel. No lejos de nosotros estaba el Sr. Nissim Bernard, quien tenía un ojo a la funerala. Hacía poco que engañaba al niño de los coros de Aratía con el mozo de una granja bastante acreditada de la vecindad, Los cerezos. Aquel muchacho pelirrojo, de facciones abruptas, parecía enteramente tener un tomate por cabeza. Un tomate exactamente semejante servía de cabeza a su hermano gemelo. Para el contemplador desinteresado, esos parecidos perfectos de dos gemelos presentan una particularidad bastante hermosa: la de que la naturaleza, como si se hubiera industrializado momentáneamente, parece dar productos iguales. Por desgracia, el punto de vista del Sr. Nissim Bemard era diferente y ese parecido era sólo exterior. El tomate n." 2 disfrutaba con frenesí haciendo las delicias de las señoras, el tomate n. 1 no detestaba condescender a los gustos de ciertos señores. Ahora bien, siempre que el Sr. Bernard -sacudido, como por un reflejo, por el recuerdo de los buenos momentos pasados con el tomate n." 1- se presentaba en Los cerezos, miope (y, por lo demás. no era necesaria la miopía para confundirlos), el viejo israelita, interpretando sin saberlo el papel de Anfitrión, se dirigía al hermano gemelo y le decía: «¿Quieres que quedemos para esta tarde?». Al instante recibía una sólida «tunda». Llegó incluso a renovarse durante una misma comida, en la que continuaba con el otro el diálogo comenzado con el primero. A la larga, acabó cogiendo tal asco -por asociación de ideas- a los tomates, incluso los comestibles, que, siempre que oía a un viajero pedirlos a su lado, en el Grand-H6tel, le susurraba: «Discúlpeme, señor, que me dirija a usted sin conocerlo, pero he oído que pedía usted tomates. Hoy son pésimos . Se lo digo por su bien, pues a mí me es igual, nunca los como». El forastero agradecía con efusión a aquel vecino filántropo y desinteresado, volvía a llamar al camarero y fingía haber cambiado de opinión: «No, la verdad es que no: tomates, no».Aimé, que ya se conocía la escena, se reía solo y pensaba: "Es un viejo astuto el Sr. Bernard, ya ha encontrado de nuevo la forma de hacer cambiar el pedido».
SOBRE EL FINNEGANS
Cita de Eduardo Lago en Chet Baker piensa en su arte de E Vila-Matas, p.279
Finnegans Wake es como si después del sí que cierra Ulises hubiera caído sobre el mundo la noche de los tiempos. Molly Bloom y todos los personajes que recorrieron Dublín durante 24 horas se han quedado dormidos, mientras sobre el mundo desciende la neblina del sueño. Fuera del texto del Ulysses se escuchan ecos que buscan reunirse en un nuevo libro. El efecto de Finnegans Wake es como si se hubieran condensado en sus páginas todo lo que se habla en todas las tabernas, en las redacciones de los periódicos, en las alcohas y en los cementerios de Dublín, tal y como lo reciclan los dublineses mientras sueñan. La ciudad dormida es evocada en un sueño que es propiedad de una colectividad de soñadores, cuyos sueños saltan de un lecho a otro sin que nadie se despierte. Insomne, Joyce atrapa fragmentos de sueño con un cazamariposas, clavando en las páginas del libro el eco de canciones chistes, chismorreos, falsedades, historias, disquisiciones académicas y discursos retóricos. Se provoca así un movimiento dirigido a la consecución de una serie de imposibles, como comunicar el silencio a través de baladas.
Finnegans Wake es como si después del sí que cierra Ulises hubiera caído sobre el mundo la noche de los tiempos. Molly Bloom y todos los personajes que recorrieron Dublín durante 24 horas se han quedado dormidos, mientras sobre el mundo desciende la neblina del sueño. Fuera del texto del Ulysses se escuchan ecos que buscan reunirse en un nuevo libro. El efecto de Finnegans Wake es como si se hubieran condensado en sus páginas todo lo que se habla en todas las tabernas, en las redacciones de los periódicos, en las alcohas y en los cementerios de Dublín, tal y como lo reciclan los dublineses mientras sueñan. La ciudad dormida es evocada en un sueño que es propiedad de una colectividad de soñadores, cuyos sueños saltan de un lecho a otro sin que nadie se despierte. Insomne, Joyce atrapa fragmentos de sueño con un cazamariposas, clavando en las páginas del libro el eco de canciones chistes, chismorreos, falsedades, historias, disquisiciones académicas y discursos retóricos. Se provoca así un movimiento dirigido a la consecución de una serie de imposibles, como comunicar el silencio a través de baladas.
BENETIANA
De Del pozo y el Numa de Juan Benet (La Gaya Ciencia, p.14)
La más alarmada forma que últimamente ha adoptado la mentalidad conservadora la constituye la preocupación ecológica. ¿Y por qué, cabe preguntarse, la humanidad ha de inquietarse por mantener su tierra en el mismo o parecido estado en que la recibió? ¿Tan sólo porque tiene conciencia y debe pensar en el futuro, haciendo posible y garantizando su subsistencia en la tierra para beneficio de generaciones venideras? Ciertamente a una mentalidad religiosa que esperaba ver premiado su paso por la tierra en un más allá de bienaventuranza le daba una higa que la tierra quedara esquilmada, miserable asiento para una breve y penosa estadía. Pero el mismo instinto de usufructo gozará todo elemento de cualquier reino, exclusivamente preocupado de su subsistencia y desinteresado de la supervivencia de sus descendientes. El poder de aniquilación de una especie tan sólo se ve frenado por el poder vecino, nunca por la planificación de la economía propia con vistas al futuro. Si el animal esquilma al vegetal y éste al mineral ¿por qué el hombre ha de detener el proceso de usufructo y consumo total de las posibilidades que le ofrecen los reinos inferiores?
La más alarmada forma que últimamente ha adoptado la mentalidad conservadora la constituye la preocupación ecológica. ¿Y por qué, cabe preguntarse, la humanidad ha de inquietarse por mantener su tierra en el mismo o parecido estado en que la recibió? ¿Tan sólo porque tiene conciencia y debe pensar en el futuro, haciendo posible y garantizando su subsistencia en la tierra para beneficio de generaciones venideras? Ciertamente a una mentalidad religiosa que esperaba ver premiado su paso por la tierra en un más allá de bienaventuranza le daba una higa que la tierra quedara esquilmada, miserable asiento para una breve y penosa estadía. Pero el mismo instinto de usufructo gozará todo elemento de cualquier reino, exclusivamente preocupado de su subsistencia y desinteresado de la supervivencia de sus descendientes. El poder de aniquilación de una especie tan sólo se ve frenado por el poder vecino, nunca por la planificación de la economía propia con vistas al futuro. Si el animal esquilma al vegetal y éste al mineral ¿por qué el hombre ha de detener el proceso de usufructo y consumo total de las posibilidades que le ofrecen los reinos inferiores?
FLORENCIA
De Cartas de Italia, de Josep Pla (Destino, 2011, p.93)
Recién levantados, sentíamos en el estómago un vacío espectral. Pero hete aquí que asomábamos la cabeza por la ventana y veíamos aquellos arcos del puente reflejados en el agua clara que nos recordaban que a cuatro pasos de nuestros dolores Beatriz se había aparecido al Dante. Era de pies a cabeza Beatriz vestida de campesina medieval:
Sopra candido vel, cinta d'oliva,
Donna m'aparve salto vertk manto
Vestita di color di fiamma viva ...
¿De campesina medieval? -se preguntarán-o Yo sospecho que sí. Es un poco difícil de imaginar; claro, pero aún es más difícil suponer que se le apareció vestida de campesina del Casino de París. Reconozco que esto es lamentable y que en el nacimiento de esta señorita hubo un error de fecha.
Olvidábamos entonces las calamidades del momento y el hambre se nos disipaba al instante. La juventud es el tiempo de los milagros ... Con el Vasari bajo el brazo íbamos a recorrer conventos y claustros. Si llovía, en la biblioteca de los Uffizi nos dejaban leer los escritos de Leonardo. Cuando nos cansábamos salíamos a la Loggia della Signoria: el Palazzo Vecchio estaba ante nuestros ojos. Eramos casi felices.
Sin embargo, en aquella época nos hubiera sido un poco difícil explicar con cierta claridad por qué nos gustaba tanto Florencia. ¿Por qué nos gustaba tanto? Hablando con objetividad. Florencia es una ciudad provinciana. Totalmente provinciana.
Recién levantados, sentíamos en el estómago un vacío espectral. Pero hete aquí que asomábamos la cabeza por la ventana y veíamos aquellos arcos del puente reflejados en el agua clara que nos recordaban que a cuatro pasos de nuestros dolores Beatriz se había aparecido al Dante. Era de pies a cabeza Beatriz vestida de campesina medieval:
Sopra candido vel, cinta d'oliva,
Donna m'aparve salto vertk manto
Vestita di color di fiamma viva ...
¿De campesina medieval? -se preguntarán-o Yo sospecho que sí. Es un poco difícil de imaginar; claro, pero aún es más difícil suponer que se le apareció vestida de campesina del Casino de París. Reconozco que esto es lamentable y que en el nacimiento de esta señorita hubo un error de fecha.
Olvidábamos entonces las calamidades del momento y el hambre se nos disipaba al instante. La juventud es el tiempo de los milagros ... Con el Vasari bajo el brazo íbamos a recorrer conventos y claustros. Si llovía, en la biblioteca de los Uffizi nos dejaban leer los escritos de Leonardo. Cuando nos cansábamos salíamos a la Loggia della Signoria: el Palazzo Vecchio estaba ante nuestros ojos. Eramos casi felices.
Sin embargo, en aquella época nos hubiera sido un poco difícil explicar con cierta claridad por qué nos gustaba tanto Florencia. ¿Por qué nos gustaba tanto? Hablando con objetividad. Florencia es una ciudad provinciana. Totalmente provinciana.
DEL SUICIDIO CONSIDERADO COMO UNA DE LAS BELLAS ARTES
De La señora Bovary (Alba), p. 240
, ¿Por qué no acabar de una vez? ¿Quién se lo impedía? Era libre y dio un paso adelante y miró los adoquines, diciéndose: -¡Venga! ¡Venga!
El rayo de luz que llegaba, recto, desde abajo tiraba del peso cuerpo hacia el abismo. Le parecía que el sol de la plaza oscilaba y se alzaba por las paredes y que el extremo del suelo se inclinaba, como un barco que cabecea. Estaba al filo del todo, casi en el aire, rodeada de un anchuroso espacio. El azul del cielo se le metía dentro, el aire le circulaba por la cabeza vacía, bastaba con que cediera, con que se dejase atrapar; y el ronquido del tomo no cesaba, como una voz rabiosa que la llamase.
-¡Mujer! ¡Mujer! -gritó Charles.
Emma se quedó quieta.
-¿Dónde estás? ¡Ven!
Con la idea de que acaba de salvarse de la muerte estuvo a punto de desmayarse de terror: cerró los ojos; luego se sobresaltó al notar una mano en la manga: era Féicité.
-El señor la está esperando, señora; la sopa está servida.
¡Y tuvo que bajar! ¡Tuvo que sentarse a la mesa!
, ¿Por qué no acabar de una vez? ¿Quién se lo impedía? Era libre y dio un paso adelante y miró los adoquines, diciéndose: -¡Venga! ¡Venga!
El rayo de luz que llegaba, recto, desde abajo tiraba del peso cuerpo hacia el abismo. Le parecía que el sol de la plaza oscilaba y se alzaba por las paredes y que el extremo del suelo se inclinaba, como un barco que cabecea. Estaba al filo del todo, casi en el aire, rodeada de un anchuroso espacio. El azul del cielo se le metía dentro, el aire le circulaba por la cabeza vacía, bastaba con que cediera, con que se dejase atrapar; y el ronquido del tomo no cesaba, como una voz rabiosa que la llamase.
-¡Mujer! ¡Mujer! -gritó Charles.
Emma se quedó quieta.
-¿Dónde estás? ¡Ven!
Con la idea de que acaba de salvarse de la muerte estuvo a punto de desmayarse de terror: cerró los ojos; luego se sobresaltó al notar una mano en la manga: era Féicité.
-El señor la está esperando, señora; la sopa está servida.
¡Y tuvo que bajar! ¡Tuvo que sentarse a la mesa!
HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE
De Epístola moral a Laura (incluido en Puerta de tierra)
Eso es en esencia el divorcio: el último baluarte del matrimonio, su más firme punto de defensa antes de aceptar la competencia de otras formas de unión que se demuestren más hábiles para conservar el amor entre dos individuos. Un fuerte en el que la hipocresía colectiva juega un papel no poco importante pero que, a la postre, acabará arruinándolo. Porque al hacer corregible y repetible a la institución que pretende hacer durable el amor ¿no la está contradiciendo? ¿en qué medida esa sombra no modifica las aspiraciones que el hombre coloca en su amor? ¿podrá seguir confiando al matrimonio su bien más íntimo? Porque ahí reside todo: si el matrimonio se adoptó para hacer durar una unión que no duró; si se edificó sobre un cimiento de confianza recíproca que ha transformado en incomprensión y recelo; si fue un acto de generosidad que el divorcio, a lo más, convierte en acto de caridad, cuando no de crueldad; y si además promete doblar las promesas que no supe cumplir en su día ... lo mejor que se puede hacer con el matrimonio es abandonarlo. Abandonarlo como institución y conservar la persona. Y para eso nada mejor que mantenerlo tal cual es, una unión si no para la eternidad al menos para toda la vida, cuya mejor virtud reside en la imposibilidad de ser repetido, a la vez que obliga al hombre a responsabilizarse de todos sus actos -fallidos o no- que hoy se traducen en limitaciones y en el terreno de las cuales -no de las abstracciones- le es dado hacer gala de su generosidad.
INCIPIT 286. EN EL ESTADO / JUAN BENET
HABIA un corpulento olmo, que nacía en el mismo borde de la cuneta, a cuya sombra se detuvo el autobús. Se trata del único punto de sombra en toda la extensión que alcanza la vista, esto es, en todo el llano de La Portada , como dirá más adelante el señor Hervás, comentando sus impresiones de viaje con la señora Somer, que tiene la costumbre de no escucharle cuando el señor Hervás se alarga en innecesarias explicaciones. No es que la señora Somer se desinterese de algunos pormenores de los relatos del señor Hervás; por el contrario, es tal su interés por cuanto dice y pone tanta atención al escucharle que rara vez puede mantenerla más allá de un cierto rato, para sumirse a continuación en una atmósfera de ensueño de la que, con frecuencia, es arrebatada por un leve codazo de su yerno. Porque el señor Hervás jamás se tomará la libertad de despertarla; la respeta demasiado, asegura él, para intervenir en asuntos que sólo indirectamente le conciernen. Al señor Hervás nada le puede complacer más que sentirse el centro de toda reunión y, a pesar de que con frecuencia se verá traicionado por un entusiasmo que, al no poder ser permanentemente transmitido a sus interlocutores, degenera en una amable y cómplice condescendencia, su propia estimación le impide detenerse para
EL MAESTRO Y EL DISCIPULO ( JB & JM)
De Mala índole de Javier Marías, p. 45
Mr Bayo cogió la carta y la leyó. y mientras lo hacía, su rostro fue adquiriendo una expresión parecida a la del maestro que un día, repentinamente, descubre que su discípulo le ha superado, e invadido por una extraña mezcla de envidia, orgullo y temor, sólo acierta a preguntarse, confundido, si en el futuro se verá humillado o ensalzado por quien de ahora en adelante ejercerá el poder.
Mr Bayo cogió la carta y la leyó. y mientras lo hacía, su rostro fue adquiriendo una expresión parecida a la del maestro que un día, repentinamente, descubre que su discípulo le ha superado, e invadido por una extraña mezcla de envidia, orgullo y temor, sólo acierta a preguntarse, confundido, si en el futuro se verá humillado o ensalzado por quien de ahora en adelante ejercerá el poder.
MENTIRAS
De Los enamoramientos, de Javier Marías
O quizá es más simple, quizá es que nunca hay manera de borrar lo dicho, sea verdadero o falso, una vez que se ha dicho: las acusaciones y las invenciones, las calumnias y los cuentos y las fabulaciones, desmentir no es bastante, no borra sino que se añade, antes habrá mil versiones contradictorias e imposibles de un hecho que la anulación de ese hecho una vez relatado; los mentís y las discrepancias conviven con lo que refutan o niegan, se acumulan, se agregan y jamás lo cancelan, en el fondo lo sancionan mientras se siga hablando, lo único que borra es callar, y callar prolongadamente.
O quizá es más simple, quizá es que nunca hay manera de borrar lo dicho, sea verdadero o falso, una vez que se ha dicho: las acusaciones y las invenciones, las calumnias y los cuentos y las fabulaciones, desmentir no es bastante, no borra sino que se añade, antes habrá mil versiones contradictorias e imposibles de un hecho que la anulación de ese hecho una vez relatado; los mentís y las discrepancias conviven con lo que refutan o niegan, se acumulan, se agregan y jamás lo cancelan, en el fondo lo sancionan mientras se siga hablando, lo único que borra es callar, y callar prolongadamente.
INCIPIT 285. AS VOCES BAIXAS / MANUEL RIVAS
Capítulo 1
O primeiro medo
Estabamos sós, María e mais eu, abrazados no cuarto de baño. Fuxitivos do terror, agochárnonos naquda cámara escura. Os días de tempestade podíase oír o bruar mariño. O de hoxe era o rosmar enferruxado, asmático, da cisterna. Por fin, oírnos a súa voz. Chamaba por nós. Primeiro com desacougo. Logo, con crecente angustia. Deberiamos responder. Dar o sinal de vida. Mais da anticipábase. Oírnos o seu arfar, o atropdo dos pasos, corno o osmar excitado de quen venta un rastro. María tirou do pasador. Miña nai empurrou a porta, arrastrando a luz, aínda coa tormenta nos ollos. O medo dela era o de quen chega á casa e non atopa os HIlos que deixou tranquilos e xogando. O naso medo aínda era máis primitivo: era o primeiro medo.
Miña nai, Carme, traballaba de leiteira. Vivíamos de aluguer nun baixo da rúa Marola, no barrio do Monte Alto, na Coruña. Había pouco que meu pai volvera de América, de La Güaira, onde traballou na construción, polos cumíos dos edificios ou a gabear ceas en estadas voandeiras.
-9 -
O primeiro medo
Estabamos sós, María e mais eu, abrazados no cuarto de baño. Fuxitivos do terror, agochárnonos naquda cámara escura. Os días de tempestade podíase oír o bruar mariño. O de hoxe era o rosmar enferruxado, asmático, da cisterna. Por fin, oírnos a súa voz. Chamaba por nós. Primeiro com desacougo. Logo, con crecente angustia. Deberiamos responder. Dar o sinal de vida. Mais da anticipábase. Oírnos o seu arfar, o atropdo dos pasos, corno o osmar excitado de quen venta un rastro. María tirou do pasador. Miña nai empurrou a porta, arrastrando a luz, aínda coa tormenta nos ollos. O medo dela era o de quen chega á casa e non atopa os HIlos que deixou tranquilos e xogando. O naso medo aínda era máis primitivo: era o primeiro medo.
Miña nai, Carme, traballaba de leiteira. Vivíamos de aluguer nun baixo da rúa Marola, no barrio do Monte Alto, na Coruña. Había pouco que meu pai volvera de América, de La Güaira, onde traballou na construción, polos cumíos dos edificios ou a gabear ceas en estadas voandeiras.
-9 -
CONTRA NATURA
De Una vida absolutamente maravillosa, de Enrique Vila.Matas, p.528
El narrador de La habitación cerrada de Paul Auster, un hombre que en un momento determinado del libro es abandonado por las manos invisibles que construían la trama de su vida y se queda a merced de la intemperie y de una sensación de aislamiento inesperadamente angustiosa: «Eso era todo: Fanshawe solo en esa habitación, condenado a una soledad mítica, quizá viviendo, quizá respirando, soñando Dios sabe qué. Esa habitación, lo descubrí entonces, estaba situada dentro de mi cráneo».
Podría Auster haber dicho «estaba situada dentro de mi mente», pero prefiere hablar de un cráneo, quizá porque quiere ser muy concreto y un cráneo es un cráneo mientras que una mente es algo ligeramente más impreciso o etéreo, o bien porque quiere homenajear a un libro pariente del viaje interior del conde de Maistre: Viaje alrededor de mi cráneo, de Frigyes Karinthy, dramática historia (1938) de un hombre que cae enfermo cuando comienza a oír que unos trenes invisibles recorren sus tímpanos.
Soñando Dios sabe qué, Des Esseintes cultiva en su casa plantas que parecen metálicas y tiene como animal doméstico una tortuga a la que le ha pintado de oro el caparazón. Todo en su craneal mansión recuerda a un acuario. Cree mucho en ella, en la imaginación. Imagina, por ejemplo, que París no le da la espalda a la mar salada y entonces «la ilusión de estar en la playa deseada es innegable, absoluta y cierta».
A veces hasta resultan ridículos los que creen que es tan poderosa su imaginación, porque en realidad nada es tan rato ni difícil como parece y casi todo acaba siendo posible. ¿O acaso no quedaría Huysmans perplejo al ver que hoy en día, en verano, los muelles del Sena están llenos bañistas que vegetan en sus playas simuladas?
Fuera de su acuario casero, la única gran aventura emprendida por de Des Esseintes en Al revés es su viaje inmóvil a Inglaterra en el capítulo undécimo, viaje que es heredero directo de la odisea estancada del cuarto de Turín de De Maestre.
El narrador de La habitación cerrada de Paul Auster, un hombre que en un momento determinado del libro es abandonado por las manos invisibles que construían la trama de su vida y se queda a merced de la intemperie y de una sensación de aislamiento inesperadamente angustiosa: «Eso era todo: Fanshawe solo en esa habitación, condenado a una soledad mítica, quizá viviendo, quizá respirando, soñando Dios sabe qué. Esa habitación, lo descubrí entonces, estaba situada dentro de mi cráneo».
Podría Auster haber dicho «estaba situada dentro de mi mente», pero prefiere hablar de un cráneo, quizá porque quiere ser muy concreto y un cráneo es un cráneo mientras que una mente es algo ligeramente más impreciso o etéreo, o bien porque quiere homenajear a un libro pariente del viaje interior del conde de Maistre: Viaje alrededor de mi cráneo, de Frigyes Karinthy, dramática historia (1938) de un hombre que cae enfermo cuando comienza a oír que unos trenes invisibles recorren sus tímpanos.
Soñando Dios sabe qué, Des Esseintes cultiva en su casa plantas que parecen metálicas y tiene como animal doméstico una tortuga a la que le ha pintado de oro el caparazón. Todo en su craneal mansión recuerda a un acuario. Cree mucho en ella, en la imaginación. Imagina, por ejemplo, que París no le da la espalda a la mar salada y entonces «la ilusión de estar en la playa deseada es innegable, absoluta y cierta».
A veces hasta resultan ridículos los que creen que es tan poderosa su imaginación, porque en realidad nada es tan rato ni difícil como parece y casi todo acaba siendo posible. ¿O acaso no quedaría Huysmans perplejo al ver que hoy en día, en verano, los muelles del Sena están llenos bañistas que vegetan en sus playas simuladas?
Fuera de su acuario casero, la única gran aventura emprendida por de Des Esseintes en Al revés es su viaje inmóvil a Inglaterra en el capítulo undécimo, viaje que es heredero directo de la odisea estancada del cuarto de Turín de De Maestre.
INCIPIT 284. LA SEÑORA BOVARY / GUSTAVE FLAUBERT
Estábamos en el aula de estudio cuando entró el director y, trás él, un nuevo vestido de calle y un mozo que traía un pupitre grande. Los que estaban durmiendo se despertaron y todos nos levantamos como si nos hubieran sorprendido en plena tarea.
El director nos hizo una seña para que nos volviéramos a sentar; luego dijo a media voz, volviéndose hacia al profesor pasante:
-Señor Roger, aquí tiene a un alumno que le encomiendo. Entra en segundo. Si se lo merece por la aplicación y el comportamiento, pasará con los mayores, que es con quienes debe estar por edad.
El nuevo, que se había quedado en el rincón de detrás de la puerta, de forma tal que apenas si se lo veía, era un muchacho campesino de alrededor de quince años y más alto que todos nosotros. LLevaba el pelo cortado en flequillo recto, como un chantre de aldea, y tenía una expresión formal y muy apurada. Aunque no era ancho de espalda, la chaqueta corta de paño verde con botones negros debía de tirarle en las sisas y por la raja de las vueltas le asomaban las muñecas encarnadasacostumbradas a ir al aire. Las piernas, con medias azules, asomaban de unos pantalones amarillentos que los tirantes le subían mucho. Calzaba unos zapatones de clavos mal lustrados.
Empezaron a tomarnos la lección. Escuchó con los cinco sentidos, atento como en el sermón, sin atreverse siquiera a cruzar los muslos ni a apoyarse en el codo y, a las dos, cuando tocó la campana, el profesor tuvo que avisarlo para que se pusiera en fila con nosotros. Teníamos la costumbre, al entrar en el aula, de arrojar las gorras al suelo para que nos quedaran, al hacerlo, las manos más libres; desde el umbral, había que tirarlas debajo del banco, de forma tal que pegasen contra la pared y levantaran mucho polvo; era lo que se llevaba.
El director nos hizo una seña para que nos volviéramos a sentar; luego dijo a media voz, volviéndose hacia al profesor pasante:
-Señor Roger, aquí tiene a un alumno que le encomiendo. Entra en segundo. Si se lo merece por la aplicación y el comportamiento, pasará con los mayores, que es con quienes debe estar por edad.
El nuevo, que se había quedado en el rincón de detrás de la puerta, de forma tal que apenas si se lo veía, era un muchacho campesino de alrededor de quince años y más alto que todos nosotros. LLevaba el pelo cortado en flequillo recto, como un chantre de aldea, y tenía una expresión formal y muy apurada. Aunque no era ancho de espalda, la chaqueta corta de paño verde con botones negros debía de tirarle en las sisas y por la raja de las vueltas le asomaban las muñecas encarnadasacostumbradas a ir al aire. Las piernas, con medias azules, asomaban de unos pantalones amarillentos que los tirantes le subían mucho. Calzaba unos zapatones de clavos mal lustrados.
Empezaron a tomarnos la lección. Escuchó con los cinco sentidos, atento como en el sermón, sin atreverse siquiera a cruzar los muslos ni a apoyarse en el codo y, a las dos, cuando tocó la campana, el profesor tuvo que avisarlo para que se pusiera en fila con nosotros. Teníamos la costumbre, al entrar en el aula, de arrojar las gorras al suelo para que nos quedaran, al hacerlo, las manos más libres; desde el umbral, había que tirarlas debajo del banco, de forma tal que pegasen contra la pared y levantaran mucho polvo; era lo que se llevaba.
EL TESTAMENTO DEL DOCTOR CORDELIER
De Chet Baker piensa en su arte, p. 308-309
«Los libros tienen su destino», les dice Nabokov a sus alumnos. Y sí. Los libros tienen su propia suerte, una vida independiente, propia. Los libros tienen, como decía Augusto Monterroso, sus propios hados y su propio sino, y a veces éste pasa por llevar a la vida real lo que antes narró el autor. Pudo ser perfectamente el caso de R. L. Stevenson y su Dr. Jekyll. La escena tiene lugar en Upolu, Samoa, 1894. El escritor, al que los nativos llaman Tusitala, baja a la bodega de su casa a buscar una botella de su borgoña favorito, la descorcha en la cocina, y de repente llama a gritos a su mujer. «¿Qué me pasa, qué es esto tan extraño, algo me ha cambiado la cara?»Un ataque cerebral. Cae al suelo. «Trigerrun», dice misteriosamente Tusitala con sus ojos muy abiertos, y muere un par de horas después.
«Los libros tienen su destino», les dice Nabokov a sus alumnos. Y sí. Los libros tienen su propia suerte, una vida independiente, propia. Los libros tienen, como decía Augusto Monterroso, sus propios hados y su propio sino, y a veces éste pasa por llevar a la vida real lo que antes narró el autor. Pudo ser perfectamente el caso de R. L. Stevenson y su Dr. Jekyll. La escena tiene lugar en Upolu, Samoa, 1894. El escritor, al que los nativos llaman Tusitala, baja a la bodega de su casa a buscar una botella de su borgoña favorito, la descorcha en la cocina, y de repente llama a gritos a su mujer. «¿Qué me pasa, qué es esto tan extraño, algo me ha cambiado la cara?»Un ataque cerebral. Cae al suelo. «Trigerrun», dice misteriosamente Tusitala con sus ojos muy abiertos, y muere un par de horas después.
KAFKIANA
De Gritar de Menéndez Salmón, p.115 (Lengua de trapo)
Mas sobre el conjunto de cosas remozables, por encima del supremo anhelo de aliviar el sufrimiento de mi progenitora, soñaba yo con el enjambre de albañiles blasfemando en busca de fulcros y niveles, trazando señales de tiza por donde la lengua del sol recorrería el sabor lacustre de las habitaciones; soñaba con operarios en camiseta, asténicos y procaces, resolviendo con titánicos mazazos una edad de catacumbas y paredes maestras, desenmascarando los secretos enterrados en el esqueleto de los paramentos que se desplomarían con estrépito de guijarros y palomas; soñaba con el frenesí de técnicos apretando válvulas, ajustando avernales, bosquejando el diseño mágico de la ida y venida de las aguas menores; soñaba con electricistas con alicates y bisagras entre los dientes, barajando flujos con masas y polos con bornes, pequeños demiurgos de un edén mecánico; soñaba con elegantes aparejadores fumando cigarrillos rusos en los umbrales, enfundados en trajes de viscosa y luciendo quevedos de oro, la diestra en el aire perfilando aleros y porches; soñaba con antenistas, funámbulos del éter, husmeando ondas y presagios de borrascas, e incluso soñaba con cejijuntos agrimensores sugiriendo lindes con sus teodolitos.
Sí, en la frenética colmena de reconstrucción que era el hogar de los Kafka, yo, el ojeroso Franz, soñaba entre los escombros, alzado sobre ríos de lodo y corrientes freáticas, con la remoción de la ruina que se nos había enquistado en cada poro de la piel como una insidiosa mugre del tiempo.
Mas sobre el conjunto de cosas remozables, por encima del supremo anhelo de aliviar el sufrimiento de mi progenitora, soñaba yo con el enjambre de albañiles blasfemando en busca de fulcros y niveles, trazando señales de tiza por donde la lengua del sol recorrería el sabor lacustre de las habitaciones; soñaba con operarios en camiseta, asténicos y procaces, resolviendo con titánicos mazazos una edad de catacumbas y paredes maestras, desenmascarando los secretos enterrados en el esqueleto de los paramentos que se desplomarían con estrépito de guijarros y palomas; soñaba con el frenesí de técnicos apretando válvulas, ajustando avernales, bosquejando el diseño mágico de la ida y venida de las aguas menores; soñaba con electricistas con alicates y bisagras entre los dientes, barajando flujos con masas y polos con bornes, pequeños demiurgos de un edén mecánico; soñaba con elegantes aparejadores fumando cigarrillos rusos en los umbrales, enfundados en trajes de viscosa y luciendo quevedos de oro, la diestra en el aire perfilando aleros y porches; soñaba con antenistas, funámbulos del éter, husmeando ondas y presagios de borrascas, e incluso soñaba con cejijuntos agrimensores sugiriendo lindes con sus teodolitos.
Sí, en la frenética colmena de reconstrucción que era el hogar de los Kafka, yo, el ojeroso Franz, soñaba entre los escombros, alzado sobre ríos de lodo y corrientes freáticas, con la remoción de la ruina que se nos había enquistado en cada poro de la piel como una insidiosa mugre del tiempo.
INCIPIT 283. 22/11/63 / STEPHEN KING
Nunca he sido lo que se diría un hombre llorón.
Mi ex mujer alegó que el motivo principal de la separación era mi “inexistente gradiente emocional”, (como si el tipo que conoció en las reuniones de Alcohólicos Anónimos no hubiera influido). Christy dijo que suponía que podía perdonarme por no haber llorado en el funeral de su padre, solo le había conocido seis años y no podía entender lo maravilloso y generoso que había sido (como cuando, por ejemplo, le regaló un Mustang descapotable por su graduación). Pero luego, cuando tampoco lloré en los funerales de mis propios padres -murieron con dos años de diferencia, mi padre de cáncer de estómago y mi madre de un inesperado ataque al corazón mientras paseaba por una playa de Florida-, empezó a comprender esa cosa del inexistente gradiente emocional. Yo era “incapaz de sentir mis sentimientos”, en lenguaje de AA.
-Jamás te he visto derramar ni una lágrima -me dijo ella, hablando con la monótona entonación que la gente emplea cuando está expresando el argumento definitivo que marca el final de una relación. Ni siquiera cuando me amenazaste con marcharte si no iba al centro de desintoxicación.
Esta conversación tuvo lugar aproximadamente seis meses antes de que ella recogiera sus cosas, las metiera en su coche, y se mudara a la otra punta de la ciudad con Mel Thompson. “Chico conoce a chica en el campus de AA.” He aquí otra frase de esas reuniones. No lloré cuando la vi partir.
Mi ex mujer alegó que el motivo principal de la separación era mi “inexistente gradiente emocional”, (como si el tipo que conoció en las reuniones de Alcohólicos Anónimos no hubiera influido). Christy dijo que suponía que podía perdonarme por no haber llorado en el funeral de su padre, solo le había conocido seis años y no podía entender lo maravilloso y generoso que había sido (como cuando, por ejemplo, le regaló un Mustang descapotable por su graduación). Pero luego, cuando tampoco lloré en los funerales de mis propios padres -murieron con dos años de diferencia, mi padre de cáncer de estómago y mi madre de un inesperado ataque al corazón mientras paseaba por una playa de Florida-, empezó a comprender esa cosa del inexistente gradiente emocional. Yo era “incapaz de sentir mis sentimientos”, en lenguaje de AA.
-Jamás te he visto derramar ni una lágrima -me dijo ella, hablando con la monótona entonación que la gente emplea cuando está expresando el argumento definitivo que marca el final de una relación. Ni siquiera cuando me amenazaste con marcharte si no iba al centro de desintoxicación.
Esta conversación tuvo lugar aproximadamente seis meses antes de que ella recogiera sus cosas, las metiera en su coche, y se mudara a la otra punta de la ciudad con Mel Thompson. “Chico conoce a chica en el campus de AA.” He aquí otra frase de esas reuniones. No lloré cuando la vi partir.
RECUERDO, REPETICION Y ELABORACION
De Aire de Dylan, de Enrique Vila-Matas
Algunos días después. volviendo a evocar las dolorosas escenas de humillación de aquella tarde en casa de su madre. pensando en el carácter ya irreversible de aquellos hechos tan viles. entre los que destacaba la confesión de un asesinato. pero a los que había que añadir. por ejemplo. la insoportable imagen de los botes de pintura roja en el santuario profanado de su padre. Vilnius reflexionó acerca de la vida. En ella. en la famosa vida. Pensó, todo acaba pareciéndonos tan denigrante que tenemos la impresión de que no puede ser que sea todo verdadero. Y. sin embargo. todo aquello que hemos vivido creyendo que alucinábamos. pues parecía improbable tanta ignominia y degradación juntas. es precisamente lo que constituye el núcleo duro de nuestra única realidad. Vivimos para comprender que la vida repite siempre un mismo guión, traza siempre la misma historia: el relato incombustible de cómo somos educados para ir con el tiempo resignándonos a aceptar que todo eso que se sitúa por debajo de nuestra dignidad. todo eso que tanto nos horroriza, no es más que la única realidad que existe. lo único que la vida nos tenía reservado, el ingrato teatro de nuestro destino.
Algunos días después. volviendo a evocar las dolorosas escenas de humillación de aquella tarde en casa de su madre. pensando en el carácter ya irreversible de aquellos hechos tan viles. entre los que destacaba la confesión de un asesinato. pero a los que había que añadir. por ejemplo. la insoportable imagen de los botes de pintura roja en el santuario profanado de su padre. Vilnius reflexionó acerca de la vida. En ella. en la famosa vida. Pensó, todo acaba pareciéndonos tan denigrante que tenemos la impresión de que no puede ser que sea todo verdadero. Y. sin embargo. todo aquello que hemos vivido creyendo que alucinábamos. pues parecía improbable tanta ignominia y degradación juntas. es precisamente lo que constituye el núcleo duro de nuestra única realidad. Vivimos para comprender que la vida repite siempre un mismo guión, traza siempre la misma historia: el relato incombustible de cómo somos educados para ir con el tiempo resignándonos a aceptar que todo eso que se sitúa por debajo de nuestra dignidad. todo eso que tanto nos horroriza, no es más que la única realidad que existe. lo único que la vida nos tenía reservado, el ingrato teatro de nuestro destino.
INCIPIT 282. LA MUERTE DE AMALIA SACERDOTE / ANDREA CAMILLERI
-¡Absolutamente no! --exclamó Michele Caruso, el director.
-Quisiera aclararte ... -insistió Alfio Smecca, redactor jefe y presentador del telediario regional vespertino.
-No tienes nada que aclararme, Alfio.
-¡Pero si es una pura y simple noticia de sucesos, Miche!
-¡Qué ingenuo eres, Alfio! ¡Te chupas el dedo!
-No entiendo, Miche!
-¿Cómo?, ¿dictan un auto de procesamiento contra el hijo del diputado Caputo y tú lo llamas «una pura y simple noticia de sucesos»?
-Pues, ¡no es una noticia de sucesos?
-¡Claro que lo es! ¡Pero estoy tratando de hacerte entender que no es ni pura ni simple! ¡Y tú lo sabes perfectamente! Por lo cual concluyo que estás completamente agilipollado.
-Quiero que sepas que estás ejercitando una censura absolutamente indebida. No sólo ignoras una noticia, sino que nos haces perder una exclusiva, dado que somos los primeros en saber que ...
-¡Ahora hablas claro! Me perderé la exclusiva, ¿no es eso?
La noticia la doy, no la censuro, pero en el último telediario.
-Quisiera aclararte ... -insistió Alfio Smecca, redactor jefe y presentador del telediario regional vespertino.
-No tienes nada que aclararme, Alfio.
-¡Pero si es una pura y simple noticia de sucesos, Miche!
-¡Qué ingenuo eres, Alfio! ¡Te chupas el dedo!
-No entiendo, Miche!
-¿Cómo?, ¿dictan un auto de procesamiento contra el hijo del diputado Caputo y tú lo llamas «una pura y simple noticia de sucesos»?
-Pues, ¡no es una noticia de sucesos?
-¡Claro que lo es! ¡Pero estoy tratando de hacerte entender que no es ni pura ni simple! ¡Y tú lo sabes perfectamente! Por lo cual concluyo que estás completamente agilipollado.
-Quiero que sepas que estás ejercitando una censura absolutamente indebida. No sólo ignoras una noticia, sino que nos haces perder una exclusiva, dado que somos los primeros en saber que ...
-¡Ahora hablas claro! Me perderé la exclusiva, ¿no es eso?
La noticia la doy, no la censuro, pero en el último telediario.
IDEAS DE PLA
De Cartas de Italia, de Joseph Pla, p.30-31
En cuanto a la cebolla, hemos de admitir, puestos a ser francos, que la usan con mucha mayor prodigalidad que nosotros. Heine opinaba que esta superabundancia de cebolla pudiera ser la clave del sentimentalismo italiano. La cebolla activa ciertos sentimientos elevados y hace llorar. Muy bien, de acuerdo. Por tanto, no creo que la cebolla nos separe. Gimotear un poco, tres o cuatro veces al año, presumo que no sienta mal a nadie.
En cuanto a la cebolla, hemos de admitir, puestos a ser francos, que la usan con mucha mayor prodigalidad que nosotros. Heine opinaba que esta superabundancia de cebolla pudiera ser la clave del sentimentalismo italiano. La cebolla activa ciertos sentimientos elevados y hace llorar. Muy bien, de acuerdo. Por tanto, no creo que la cebolla nos separe. Gimotear un poco, tres o cuatro veces al año, presumo que no sienta mal a nadie.
TANATOS
Sostiene Pereira, p.9
"La relación que caracteriza de una manera más profunda y general el sentido de nuestro ser es la que une la vida con la muerte, porque la limitación de nuestra existencia por la muerte es decisiva para la comprensión y la valoración de la vida.»
"La relación que caracteriza de una manera más profunda y general el sentido de nuestro ser es la que une la vida con la muerte, porque la limitación de nuestra existencia por la muerte es decisiva para la comprensión y la valoración de la vida.»
INCIPIT 281. LA NOCHE DE LOS ENAMORADOS / FELIX TOMEO
Es una mujer y está muerta.
Está tirada en el suelo del salón-comedor de su domicilio.
Boca arriba.
«Decúbito supino», como será descrita en el proceso.
Es pequeña.
Tiene los dientes negros, por el tabaco, y amarillos, por el alcohol.
Tiene los ojos cerrados.
Su asesino se los ha cerrado.
Quizá.
Cerrar los ojos de la víctima es señal de conocimiento entre el verdugo y la víctima.
La evidencia de que el verdugo se niega a considerarse culpable.
La prohibición que impone el verdugo a la víctima.
Está tirada en el suelo del salón-comedor de su domicilio.
Boca arriba.
«Decúbito supino», como será descrita en el proceso.
Es pequeña.
Tiene los dientes negros, por el tabaco, y amarillos, por el alcohol.
Tiene los ojos cerrados.
Su asesino se los ha cerrado.
Quizá.
Cerrar los ojos de la víctima es señal de conocimiento entre el verdugo y la víctima.
La evidencia de que el verdugo se niega a considerarse culpable.
La prohibición que impone el verdugo a la víctima.
JAMESIANA
De Vacaciones en Roma, de Henry James, p. 39-50
La pregunta obligada es siempre si uno no ha quedado «defraudado por las dimensiones», pero algunos visitantes sinceros aquí y allá, espero, nunca dejarán de contestar que no. El lugar me pareció desde el primer momento lo más grande concebible -una verdadera exaltación de la idea de espacio que cualquiera pueda tener-; de manera que el acceso, incluso desde la gran plaza vacía que ya resplandece bajo el profundo cielo azulo bien hace de la fresca sombra distante de la inmensa fachada algo parecido al gran mapa de un país coloreado sobre una pizarra, resulta ser menos la entrada a un lugar que una salida. El hedonista corriente en busca de nuevas sensaciones podría no saber cómo mejorar su encuentro allí con la impresión sublime que le produce, en el mismo umbral, un sobrecogimiento inmediato. Hay días en los que la vasta nave parece misteriosamente más vasta que otros y el magnífico balda quino está un trecho más alejado de la extensa planicie de mosaicos del suelo. y en que la luz posee todavía esa cualidad que permite a los objetos agrandarse al máximo, mientras que las figuras esparcidas -me refiero a las humanas, pues hay muchas otras- indican felizmente la escala de objetos y detalles. Entonces uno sólo tiene que pasear y pasear y contemplar y contemplar; observar cómo el glorioso baldaquino eleva su arquitectura de bronce, sus colosales contorsiones bordadas, como un templo dentro de un templo, y menguar, en el fondo del abismal hueco debajo de la cúpula, hasta convertirse en un punto en movimiento.
Nota a la imagen: Planta de San Carlino, iglesia de Booromini cuya planta es la copia exacta de una pilastra de San Pedro
INCIPIT 280. EL SABOTAJE AMOROSO / AMELIE NOTHOMB
A galope tendido de mi caballo, cabalgaba entre los ventiladores.
Tenía siete años. Nada resultaba más agradable que sentir aquel exceso de aire en el cerebro. Cuanto más silbaba la velocidad, más entraba el oxígeno arrasándolo todo.
Mi corcel desembocó en la plaza del Gran Ventilador, vulgarmente conocida corno plaza de Tiananmen. Dobló hacia la derecha, por el bulevar de la Fealdad Habitable.
Yo sujetaba las riendas con una sola mano. La otra se entregaba a una exégesis de mi inmensidad interior, elogiando ora la grupa del caballo, ora el cielo de Pekín.
La elegancia de mi cabalgadura dejaba sin habla a transeúntes, escupitajos, asnos y ventiladores.
No era necesario espolear mi montura. China
Tenía siete años. Nada resultaba más agradable que sentir aquel exceso de aire en el cerebro. Cuanto más silbaba la velocidad, más entraba el oxígeno arrasándolo todo.
Mi corcel desembocó en la plaza del Gran Ventilador, vulgarmente conocida corno plaza de Tiananmen. Dobló hacia la derecha, por el bulevar de la Fealdad Habitable.
Yo sujetaba las riendas con una sola mano. La otra se entregaba a una exégesis de mi inmensidad interior, elogiando ora la grupa del caballo, ora el cielo de Pekín.
La elegancia de mi cabalgadura dejaba sin habla a transeúntes, escupitajos, asnos y ventiladores.
No era necesario espolear mi montura. China
INCIPIT 279. LA MUERTE LLEGA A PEMBERLEY / PD JAMES
Los Bennet de Longbourn
Las vecinas de Meryton, por lo general, coincidían en que el señor y la señora Bennet de Longbourn habían sido muy afortunados casando a cuatro de sus cinco hijas. Meryton, localidad pequeña que vive de su mercado, no figura en la ruta de ningún viaje de placer, pues carece de belleza, ubicación escenográfica o historia que la distinga, y su única casa digna de mención, Netherfield Park, si bien imponente, no aparece en los libros que recogen las muestras más notables de la arquitectura comarcal. La localidad cuenta con una sala de actos en la que con frecuencia se celebran bailes, pero carece de teatro, y el esparcimiento tiene lugar sobre todo en los domicilios particulares, donde el chismorreo alivia algo el aburrimiento de las cenas y las partidas de whist, que se suceden siempre en la misma compañía.
Una familia de cinco hijas casaderas atrae sin duda la atención compasiva de todos sus vecinos, en particular allí donde escasean otras diversiones, y la situación de los Bennet resultaba especialmente desafortunada. En ausencia de un heredero varón, la finca del señor Bennet pasaría al primo de este, el reverendo William Collins, que, como la señora Bennet no se privaba de lamentar en voz muy alta, podía echarlas a ella y a sus hijas de la casa estando el cuerpo de su esposo todavía caliente en la tumba.
ESTRATEGIAS PARA LA SUPERVIVENCIA
De Medusa, de Menéndez Salomón
Rutinas de la carnicería.
A poco que se indague en el curso de la Historia, y advertidos de que la idea de progreso es una patraña, puede acatarse sin escándalo que la indiferencia es la clave de bóveda que garantiza la cordura de nuestra especie. Casi todos aquellos que han pasado por la experiencia de los Lager o del Gulag han incidido en ese aspecto. Lo más asombroso desde el punto de vista de la razón no es la conversión del cuerpo humano en oficina para matarifes o la degradación del individuo a dígito, sino lograr que, en semejantes condiciones de pesadilla, la maquinaria intelectual y afectiva del prisionero se oriente en la dirección de la supervivencia. Vivir, aunque el precio para ello sea la suspensión de toda forma de credulidad.
Rutinas de la carnicería.
A poco que se indague en el curso de la Historia, y advertidos de que la idea de progreso es una patraña, puede acatarse sin escándalo que la indiferencia es la clave de bóveda que garantiza la cordura de nuestra especie. Casi todos aquellos que han pasado por la experiencia de los Lager o del Gulag han incidido en ese aspecto. Lo más asombroso desde el punto de vista de la razón no es la conversión del cuerpo humano en oficina para matarifes o la degradación del individuo a dígito, sino lograr que, en semejantes condiciones de pesadilla, la maquinaria intelectual y afectiva del prisionero se oriente en la dirección de la supervivencia. Vivir, aunque el precio para ello sea la suspensión de toda forma de credulidad.
INCIPIT 278. 0RGULLO Y PREJUICIO / JANE AUSTEN
CAPITULO I
Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa.
Sin embargo, poco se sabe de los sentimientos u opiniones de un hombre de tales condiciones cuando entra a formar parte de un vecindario. Esta verdad está tan arraigada en las mentes de algunas de las familias que lo rodean, que algunas le consideran de su legítima propiedad y otras de la de sus hijas.
-Mi querido señor Bennet -le dijo un día su esposa-, ¿sabías que, por fin, se ha alquilado Netherfield Park?
El señor Bennet respondió que no.
-Pues así es -insistió ella-; la señora Long ha estado aquí hace un momento y me lo ha contado todo.
El señor Bennet no hizo ademán de contestar.
--¿No quieres saber quién lo ha alquilado? -se impacientó su esposa.
-Eres tú la que quieres contármelo, y yo no tengo inconveniente en oírlo.
Esta sugerencia le fue suficiente.
-Pues sabrás, querido, que la señora Long dice que Netherfield ha sido alquilado por un joven muy rico del norte de Inglaterra; que vino el lunes en un landó de cuatro caballos para ver el lugar; y que se quedó tan encantado con él que inmediatamente llegó a un acuerdo con el señor Moms; que antes de San Miguel vendrá a ocuparlo
Sin embargo, poco se sabe de los sentimientos u opiniones de un hombre de tales condiciones cuando entra a formar parte de un vecindario. Esta verdad está tan arraigada en las mentes de algunas de las familias que lo rodean, que algunas le consideran de su legítima propiedad y otras de la de sus hijas.
-Mi querido señor Bennet -le dijo un día su esposa-, ¿sabías que, por fin, se ha alquilado Netherfield Park?
El señor Bennet respondió que no.
-Pues así es -insistió ella-; la señora Long ha estado aquí hace un momento y me lo ha contado todo.
El señor Bennet no hizo ademán de contestar.
--¿No quieres saber quién lo ha alquilado? -se impacientó su esposa.
-Eres tú la que quieres contármelo, y yo no tengo inconveniente en oírlo.
Esta sugerencia le fue suficiente.
-Pues sabrás, querido, que la señora Long dice que Netherfield ha sido alquilado por un joven muy rico del norte de Inglaterra; que vino el lunes en un landó de cuatro caballos para ver el lugar; y que se quedó tan encantado con él que inmediatamente llegó a un acuerdo con el señor Moms; que antes de San Miguel vendrá a ocuparlo
FREUDIANA
De Sí, de Thomas Berhard, p.60.61
Si al principio había podido pensar' todavía en una curación de esa enfermedad, finalmente habría sido absurdo confiar en una curación así y tampoco la aparición de los Suizos significó la curación sino sólo un debilitamiento de mi estado morboso, lógicamente no la curación sino sólo la interrupción del proceso morboso, del que tengo que suponer que duraba ya años, lo mismo que ese proceso morboso dura todavía hoy y estoy seguro de que durará toda mi vida. Los Suizos habían producido un debilitamiento de los síntomas de mi enfermedad; la enfermedad misma, lógicamente, no habían podido curarla los Suizos tampoco, sin embargo los Suizos me habían salvado de mi absoluta incapacidad de movimiento; como si hubiera sospechado que aparecerían en casa de Moritz, había ido a casa de Moritz, nunca ocurre ni la casualidad más pequeña.
¡TRABAJADORES DEL MUNDO¡
«La fábrica da la visión exacta de la coexistencia de los intereses sociales: la solidaridad del trabajo. El individuo se acostumbra en ella a tomar conciencia de que forma parte de un proceso productivo, de que es una pieza indispensable, tan necesaria como insuficiente. En este sentido es la más perfecta escuela de orgullo y de humildad. Siempre me acordaré de la impresión que me causaron los obreros cuando tuve ocasión de visitar las fábricas Fiat, uno de los establecimientos anglosajones, modernos y capitalistas que hay en Italia. Sentí en estos obreros una actitud de dominio, una seguridad sin pose, un menosprecio por toda forma de diletantismo. El hombre que vive en una fábrica tiene la dignidad de! trabajo, el hábito del sacrificio y de la fatiga. Es un ritmo de vida basado severamente en el sentimiento de la tolerancia y de la interdependencia, que habitúa a la puntualidad, al rigor y a la continuidad. Estas virtudes del capitalismo tienen un aroma de árida ascesis; sin embargo, en compensación, el sufrimiento contenido alimenta, por exasperación, el coraje de luchar y el instinto de la defensa política.»
Piero Gobetti, citado por Josep Pla en "Cartas de Italia"
Piero Gobetti, citado por Josep Pla en "Cartas de Italia"
OTRO ALEPH
Prólogo de E V-M a Cuentos carnívoros, de Bernard Quiriny
A veces voy a la morgue a que me den los nombres de los muertos del día, aunque está claro que al paso tan lento al que voy aún habrá de salirme un catálogo de ausentes más limitado que el del pobre Pierre Gould. En cualquier caso, creo que será crucial la presencia de la figura de Falter en mi Historia general. Debería centrar muy especialmente la atención sobre su fabuloso personaje, sobre ese hombre cuya vocación de investigador del misterio del mundo le llevó demasiado lejos. Porque Falter, pariente próximo de aquel Copi que investigaba a la amapola, es aquel tipo del que nos hablara Nabokov en su relato Ultima Tbule, aquel hombre que perdió toda compasión y escrúpulo cuando en un cuarto de hotel resolvió «el enigma del universo» y no quiso revelarlo a nadie más tras haberlo hecho una única vez cediendo al acoso de un psiquiatra al que le destrozó tanto la revelación que hasta le causó la muerte.
A veces voy a la morgue a que me den los nombres de los muertos del día, aunque está claro que al paso tan lento al que voy aún habrá de salirme un catálogo de ausentes más limitado que el del pobre Pierre Gould. En cualquier caso, creo que será crucial la presencia de la figura de Falter en mi Historia general. Debería centrar muy especialmente la atención sobre su fabuloso personaje, sobre ese hombre cuya vocación de investigador del misterio del mundo le llevó demasiado lejos. Porque Falter, pariente próximo de aquel Copi que investigaba a la amapola, es aquel tipo del que nos hablara Nabokov en su relato Ultima Tbule, aquel hombre que perdió toda compasión y escrúpulo cuando en un cuarto de hotel resolvió «el enigma del universo» y no quiso revelarlo a nadie más tras haberlo hecho una única vez cediendo al acoso de un psiquiatra al que le destrozó tanto la revelación que hasta le causó la muerte.
VACACIONES
Es más fácil aprender mecánica que psicología masculina. Una moto puedes llegar a conocerla, a un hombre JAMÁS.
MEDIDAS
Rajoy debería pedirle a Obama para que los EEUU tomasen definitivamente las riendas de este país, poniéndonos un Presidente de color y unos ministros tecnócratas yanquis. Como hizo Bruselas poniendo un primer ministro tecnócrata en Italia, pero americanos, que no sepan nada de lo que es la derecha ni la izquierda española, simplemente que conviertan España en un producto, en un parque, ya no fiel a sí mismo, sino elevado al cubo.
Que todo sea todo el rato flamenco, flamenco-pop, pero también sardanas, muñeiras y jotas, Ibiza, toros (sin que mueran al final), tapas, Nadal, prostitutas vestidas de Carmen y de Cospedal con mantilla y peineta, tomatinas, sol, playa y Almodóvar y Bigas Luna y Buñuel, y el nuevo gran Las Vegas en Huesca, que queda cerca del extranjero.
Que EEUU le de la independencia al País Vasco y Francia y que gestione y potencie la imagen de España, del mismo modo que supieron potenciar su propio país.
Y ya nos dejamos de tonterías y de Bankia; todo en dólares y libras o monedas suizas.
Y, a la vez, podemos vender Canarias a Noruega y alguna de las Baleares a Islandia, que les va bien; y las Cíes al príncipe monegasco, para fiestas.
INCIPIT 277. EL CRACK-UP / F.SCOTT FITZGERALD
Ecos de la Era del Jazz
Noviembre de 1931
Es demasiado pronto para escribir sobre la Era del Jazz con perspectiva y sin ser sospechoso de arteriosclerosis prematura. Muchas personas todavía son presa de violentas arcadas cuando se encuentran accidentalmente con algunos de sus términos característicos: términos que desde entonces han cedido en intensidad ante los acuñamientos de los bajos fondos. Está tan muerta como lo estaban los escandalosos años noventa en 1902. Sin embargo, el autor de estas líneas siempre la recuerda con nostalgia. Le sostuvo, le halagó y le proporcionó más dinero del que había soñado, simplemente por decirle a la gente que él sentía lo mismo que ella, que había que hacer algo con toda la energía nerviosa acumulada y no gastada durante la guerra.
El período de diez años que, como si se resistiera a morir pasado de moda en la cama, tuvo una muerte espectacular en octubre de 1929, había comenzado más o menos en la época de las revueltas del 1 de mayo de 1919. Cuando la policía cargó contra los jóvenes campesinos desmovilizados que escuchaban embobados a los oradores de Madison Square, lo que hizo fue alienar a los jóvenes más inteligentes del orden dominante. No nos habíamos acordado para nada de la declaración de derechos hasta que Mencken se puso a repetirla machaconamente, pero sí sabíamos que ese tipo de tiranía era propio de las nerviosas nacioncillas del sur de Europa. Si hombres de negocios desalmados influían de aquel modo sobre el Gobierno, entonces quizá a fin de cuentas habíamos ido a la guerra debido a los empréstitos de J. P. Margan. Pero como estábamos cansados de las grandes causas, no hubo más que un breve estallido de indignación moral,
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Noviembre de 1931
Es demasiado pronto para escribir sobre la Era del Jazz con perspectiva y sin ser sospechoso de arteriosclerosis prematura. Muchas personas todavía son presa de violentas arcadas cuando se encuentran accidentalmente con algunos de sus términos característicos: términos que desde entonces han cedido en intensidad ante los acuñamientos de los bajos fondos. Está tan muerta como lo estaban los escandalosos años noventa en 1902. Sin embargo, el autor de estas líneas siempre la recuerda con nostalgia. Le sostuvo, le halagó y le proporcionó más dinero del que había soñado, simplemente por decirle a la gente que él sentía lo mismo que ella, que había que hacer algo con toda la energía nerviosa acumulada y no gastada durante la guerra.
El período de diez años que, como si se resistiera a morir pasado de moda en la cama, tuvo una muerte espectacular en octubre de 1929, había comenzado más o menos en la época de las revueltas del 1 de mayo de 1919. Cuando la policía cargó contra los jóvenes campesinos desmovilizados que escuchaban embobados a los oradores de Madison Square, lo que hizo fue alienar a los jóvenes más inteligentes del orden dominante. No nos habíamos acordado para nada de la declaración de derechos hasta que Mencken se puso a repetirla machaconamente, pero sí sabíamos que ese tipo de tiranía era propio de las nerviosas nacioncillas del sur de Europa. Si hombres de negocios desalmados influían de aquel modo sobre el Gobierno, entonces quizá a fin de cuentas habíamos ido a la guerra debido a los empréstitos de J. P. Margan. Pero como estábamos cansados de las grandes causas, no hubo más que un breve estallido de indignación moral,
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FAULKNERIANA
De El ruido y la furia, de William Faulkner
Te lo doy, no para que recuerdes el tiempo, sino para que consigas olvidarlo de vez en cuando durante un momento y no malgastes todo tu aliento intentando conquistarlo. Porque ninguna batalla se gana jamás, como él decía. Ni tan siquiera se libra. Sólo el campo de batalla revela al hombre su propia locura y desesperación, y la victoria es ilusión de filósofos e idiotas".
Te lo doy, no para que recuerdes el tiempo, sino para que consigas olvidarlo de vez en cuando durante un momento y no malgastes todo tu aliento intentando conquistarlo. Porque ninguna batalla se gana jamás, como él decía. Ni tan siquiera se libra. Sólo el campo de batalla revela al hombre su propia locura y desesperación, y la victoria es ilusión de filósofos e idiotas".
INCIPIT 276. DE EL ALAMEIN A ZEM ZEM / KEITH DOUGLAS
La noche del 23 de octubre de 1942, una barrera de casi mil cañones del Octavo E;jercito británico, al mando del general Montgomery, descargaba una tormenta de fuego sobre las posiciones del Africa Korps, con la intención de castigarlas duramente, ablandarlas lo más posible y abrir una brecha para un posterior ataque con infantería y blindados. Comenzaba la primera fase (Operación Lightfoot) de la que iba a ser una de las batallas más importantes y míticas de la Segunda Guerra Mundial: El Alamein.
Ocho días después, Keith Douglas, unjovencísimo teniente -veintidós años-, desertaba de su puesto en la retaguardia para incorporarse a su regimiento de blindados (los Sherwood Rangers), en esos momentos en primera línea de fuego. Estudiante de Literatura e Historia en Oxford, Keith Douglas ya había escrito y publicado varios poemas, alguno de ellos tan premonitorio como el titulado «Simpliry me when I'm dead».
Ocho días después, Keith Douglas, unjovencísimo teniente -veintidós años-, desertaba de su puesto en la retaguardia para incorporarse a su regimiento de blindados (los Sherwood Rangers), en esos momentos en primera línea de fuego. Estudiante de Literatura e Historia en Oxford, Keith Douglas ya había escrito y publicado varios poemas, alguno de ellos tan premonitorio como el titulado «Simpliry me when I'm dead».
AL FIN ESA COSA DISTINGUIDA
De El viajero más lento, de Enrique Vila-Matas, p.51-52
El final de las vacaciones, que no de la vida, le llegó un mal día de agosto en forma de ataque de hemiplejía que iba a dejarle sentado veinte años en una silla de ruedas. Aunque conservó enteras su lucidez y su memoria, cayó en una confusión total del lenguaje, carente (desde que le abatiera el ataque) de organización sintáctica, reducido a sustantivos o a infinitivos aislados, reducido a un mutismo tan inquietante como su tendencia a partir de entonces a leer (dicen que con los ojos fijos en términos que acaso para él eran ya profundos enigmas) grandes diccionarios. A lo largo de esos veinte años, sus amigos siguieron visitándole y, aunque él sólo pronunciaba de vez en cuando algún que otro infinitivo o sustantivo aislado, resultaba evidente que seguía reconociéndoles a todos y que era muy consciente del estado en el que se encontraba. Y una tarde, rodeado de algunos íntimos, pronunció (después de años de mutismo y ante la sorpresa general) una frase, literariamente patética.
-Bonsoir les choses d'ici bas - dijo.
Palabras intraducibles ya que, como ha observado Héctor Bianciotti en el cuento que le inspirara Larbaud, en bonsoir hay crepúsculo, el día que se acaba, en vez de noche, y una leve ironía la colora al referirse a las cosas de aquí abajo, es decir, de este mundo. Sustituirla por adiós alteraría el delicado matiz.
Y cuentan que repitió la frase varias veces, siempre conteniendo su risa, sin duda para mostrar que no se engañaba, que sabía que la frase no significaba nada, acaso para comentar la vanidad de toda empresa.
El final de las vacaciones, que no de la vida, le llegó un mal día de agosto en forma de ataque de hemiplejía que iba a dejarle sentado veinte años en una silla de ruedas. Aunque conservó enteras su lucidez y su memoria, cayó en una confusión total del lenguaje, carente (desde que le abatiera el ataque) de organización sintáctica, reducido a sustantivos o a infinitivos aislados, reducido a un mutismo tan inquietante como su tendencia a partir de entonces a leer (dicen que con los ojos fijos en términos que acaso para él eran ya profundos enigmas) grandes diccionarios. A lo largo de esos veinte años, sus amigos siguieron visitándole y, aunque él sólo pronunciaba de vez en cuando algún que otro infinitivo o sustantivo aislado, resultaba evidente que seguía reconociéndoles a todos y que era muy consciente del estado en el que se encontraba. Y una tarde, rodeado de algunos íntimos, pronunció (después de años de mutismo y ante la sorpresa general) una frase, literariamente patética.
-Bonsoir les choses d'ici bas - dijo.
Palabras intraducibles ya que, como ha observado Héctor Bianciotti en el cuento que le inspirara Larbaud, en bonsoir hay crepúsculo, el día que se acaba, en vez de noche, y una leve ironía la colora al referirse a las cosas de aquí abajo, es decir, de este mundo. Sustituirla por adiós alteraría el delicado matiz.
Y cuentan que repitió la frase varias veces, siempre conteniendo su risa, sin duda para mostrar que no se engañaba, que sabía que la frase no significaba nada, acaso para comentar la vanidad de toda empresa.
INCIPIT 275. ESCUPIRE SOBRE VUESTRA TUMBA / BORIS VIAN
PREFACIO
Hacia julio de 1946,Jean d'Halluin conoció a Sullivan, en una especie de reunión franco-americana. Dos días más tarde, Sullivan le entregaba su manuscrito.
En el entretanto, le contó que se consideraba más negro que blanco, pese a haber cruzado la frontera; como se sabe, varios millares de «negros» (considerados como tales por la ley) desaparecen todos los años de las listas de empadronamiento y se pasan al otro bando; su preferencia por los negros le inspiraba a Sullivan una especie de desprecio por los «buenos negros», por aquellos a los que los blancos, en las novelas, daban palmaditas cariñosas en la espalda. Opinaba que era posible imaginar, e incluso encontrar en la vida real, a negros tan "duros» como los blancos. Es lo que, por su parte, había intentado demostrar en la breve novela cuyos derechos exclusivos de publicación adquirió Jean d'Halluin tan pronto como se enteró, por su amigo, de su existencia. Sullivan no tenía el menor inconveniente en dejar su manuscrito en Francia, ya que los contactos que había establecido
Hacia julio de 1946,Jean d'Halluin conoció a Sullivan, en una especie de reunión franco-americana. Dos días más tarde, Sullivan le entregaba su manuscrito.
En el entretanto, le contó que se consideraba más negro que blanco, pese a haber cruzado la frontera; como se sabe, varios millares de «negros» (considerados como tales por la ley) desaparecen todos los años de las listas de empadronamiento y se pasan al otro bando; su preferencia por los negros le inspiraba a Sullivan una especie de desprecio por los «buenos negros», por aquellos a los que los blancos, en las novelas, daban palmaditas cariñosas en la espalda. Opinaba que era posible imaginar, e incluso encontrar en la vida real, a negros tan "duros» como los blancos. Es lo que, por su parte, había intentado demostrar en la breve novela cuyos derechos exclusivos de publicación adquirió Jean d'Halluin tan pronto como se enteró, por su amigo, de su existencia. Sullivan no tenía el menor inconveniente en dejar su manuscrito en Francia, ya que los contactos que había establecido
BENETIANA
Sobre La península de Julián Gracq ( Babelia, 06.04.12)
Científico de la construcción narrativa y orfebre de la frase (y modelo en las dos instancias de Juan Benet," para quien fue seminal, más que Faulkner), leer a Gracq consiste en introducirse en un paraíso intoxicante donde, entre la vegetación frondosa y bellísima siempre hay, a punto de brotar, un convulso mundo de pasiones (el escritor coqueteó con el surrealismo y publicó un libro, lleno de interés, sobre André Breton)
Científico de la construcción narrativa y orfebre de la frase (y modelo en las dos instancias de Juan Benet," para quien fue seminal, más que Faulkner), leer a Gracq consiste en introducirse en un paraíso intoxicante donde, entre la vegetación frondosa y bellísima siempre hay, a punto de brotar, un convulso mundo de pasiones (el escritor coqueteó con el surrealismo y publicó un libro, lleno de interés, sobre André Breton)
DEL PROGRESO DE LA CIVILIZACION Y LA AMPLIACION DE LA CONCIENCIA DE LA HUMANIDAD
Fernando Pessoa, Libro del desasosiego
A mi sensibilidad cada vez más profunda y a mi conciencia cada vez mayor de la terrible y religiosa misión que todo hombre de genio recibe de Dios con su genio, todo cuanto es futilidad literaria, mero-arte, va sonando gradualmente cada vez más hueco y repugnante. Poco a poco, pero con segundad, en el divino cumplimiento íntimo de una evolución cuyos fines me son ocultos, he venido alzando mis propósitos y mis ambiciones cada vez más a la altura de aquellas cualidades que recibí. Tener una acción sobre la humanidad, contribuir con todo el poder de mi esfuerzo a la civilización se me vienen convirtiendo en los graves y pesados fines de mi vida. Y así, hacer arte me parece algo cada vez más importante, misión cada vez más terrible -deber que ha de ser cumplido arduamente, monásticamente, sin desviar los ojos del fin creador-de-civilización de toda obra artística. Y por eso mi propio concepto estético del arte aumentó y ganó en dificultad; me exijo ahora mucha más perfección y una elaboración cuidada. Hacer arte rápidamente, aunque sea bien hecho, me parece poco. Debo a la misión que en mí siento una perfección absoluta en lo realizado, una seriedad íntegra en lo escrito. (...) Regreso a mí. Durante años he viajado recogiendo maneras-de-sentir. Ahora, habiéndolo visto y sentido todo, tengo el deber de encerrarme en casa dentro de mi espíritu y trabajar, cuanto pueda y en todo cuanto pueda, para el progreso de la civilización y la ampliación de la conciencia de la humanidad.
A mi sensibilidad cada vez más profunda y a mi conciencia cada vez mayor de la terrible y religiosa misión que todo hombre de genio recibe de Dios con su genio, todo cuanto es futilidad literaria, mero-arte, va sonando gradualmente cada vez más hueco y repugnante. Poco a poco, pero con segundad, en el divino cumplimiento íntimo de una evolución cuyos fines me son ocultos, he venido alzando mis propósitos y mis ambiciones cada vez más a la altura de aquellas cualidades que recibí. Tener una acción sobre la humanidad, contribuir con todo el poder de mi esfuerzo a la civilización se me vienen convirtiendo en los graves y pesados fines de mi vida. Y así, hacer arte me parece algo cada vez más importante, misión cada vez más terrible -deber que ha de ser cumplido arduamente, monásticamente, sin desviar los ojos del fin creador-de-civilización de toda obra artística. Y por eso mi propio concepto estético del arte aumentó y ganó en dificultad; me exijo ahora mucha más perfección y una elaboración cuidada. Hacer arte rápidamente, aunque sea bien hecho, me parece poco. Debo a la misión que en mí siento una perfección absoluta en lo realizado, una seriedad íntegra en lo escrito. (...) Regreso a mí. Durante años he viajado recogiendo maneras-de-sentir. Ahora, habiéndolo visto y sentido todo, tengo el deber de encerrarme en casa dentro de mi espíritu y trabajar, cuanto pueda y en todo cuanto pueda, para el progreso de la civilización y la ampliación de la conciencia de la humanidad.
CONSPIRACION SHANDY
De El corazón aventurero, de Ernst Jünger, p.24-25
Tristram Shandy
Berlín
Durante los combates en Bapaum llevaba siempre conmigo en el guardamapas la edición de bolsillo del Tristram Shandy y también figuraba entre mis cosas cuando aguardábamos la orden de ataque ante la localidad de Favreuil. Puesto que se nos obligaba a esperar en la loma donde estaban las posiciones de artillería, desde el alba hasta bien pasado el mediodía, no tardó en invadirme el tedio, a pesar de que la situación entrañaba peligro. Así pues, comencé a hojearlo, y su melodía entreverada y atravesada por diversas luces, se desposó pronto, como una secreta voz de acompañamiento, con las circunstancias externas, en una armonía de claroscuro. Tras muchas interrupciones y tras haber leído algunos capítulos, recibimos finalmente la orden de ataque; guardé el libro de nuevo y al ponerse el sol ya había caído herido. En el hospital militar retomé una vez más el hilo, como si todo lo acaecido en el intermedio sólo fuera un sueño o perteneciera al contenido mismo del libro como si se hubiese interpolado un tipo particular de fuerza espiritual. Me administraron morfina y continué la lectura ora despierto ora aletargado, de tal modo que los múltiples estados de ánimo fragmentaron y ensamblaron una vez más los pasajes del texto ya mil veces fragmentados y ensamblados. Los accesos de fiebre que combatía con cócteles de borgoña y codeína, los bombardeos de artillería y aviación sobre el lugar a través del cual ya comenzaba a fluir la retirada y donde con frecuencia nos dejaban completamente olvidados, todas estas circunstancias aumentaban aún más el desconcierto, de modo que hoy sólo me ha quedado de aquellos días un recuerdo confuso de un estado de excitación mitad sensibilidad y mitad delirio, en el que uno mismo no se habría sorprendido ni siquiera por una erupción volcánica y en el que el pobre Yorick y el honrado tío Toby eran las figuras más familiares que se me presentaban.
Así, en circunstancias tan dignas, ingresé en la orden secreta de los shandystas, a la que, hasta el día de hoy, he permanecido fiel.
Tristram Shandy
Berlín
Durante los combates en Bapaum llevaba siempre conmigo en el guardamapas la edición de bolsillo del Tristram Shandy y también figuraba entre mis cosas cuando aguardábamos la orden de ataque ante la localidad de Favreuil. Puesto que se nos obligaba a esperar en la loma donde estaban las posiciones de artillería, desde el alba hasta bien pasado el mediodía, no tardó en invadirme el tedio, a pesar de que la situación entrañaba peligro. Así pues, comencé a hojearlo, y su melodía entreverada y atravesada por diversas luces, se desposó pronto, como una secreta voz de acompañamiento, con las circunstancias externas, en una armonía de claroscuro. Tras muchas interrupciones y tras haber leído algunos capítulos, recibimos finalmente la orden de ataque; guardé el libro de nuevo y al ponerse el sol ya había caído herido. En el hospital militar retomé una vez más el hilo, como si todo lo acaecido en el intermedio sólo fuera un sueño o perteneciera al contenido mismo del libro como si se hubiese interpolado un tipo particular de fuerza espiritual. Me administraron morfina y continué la lectura ora despierto ora aletargado, de tal modo que los múltiples estados de ánimo fragmentaron y ensamblaron una vez más los pasajes del texto ya mil veces fragmentados y ensamblados. Los accesos de fiebre que combatía con cócteles de borgoña y codeína, los bombardeos de artillería y aviación sobre el lugar a través del cual ya comenzaba a fluir la retirada y donde con frecuencia nos dejaban completamente olvidados, todas estas circunstancias aumentaban aún más el desconcierto, de modo que hoy sólo me ha quedado de aquellos días un recuerdo confuso de un estado de excitación mitad sensibilidad y mitad delirio, en el que uno mismo no se habría sorprendido ni siquiera por una erupción volcánica y en el que el pobre Yorick y el honrado tío Toby eran las figuras más familiares que se me presentaban.
Así, en circunstancias tan dignas, ingresé en la orden secreta de los shandystas, a la que, hasta el día de hoy, he permanecido fiel.
OBLOMOV
De Oblomov, de Iván Alexándrovich Goncharov, p.74-75
- El señor iba a escribir al propietario, ¿no es cierto, Ilia IIIich?
-Sí, le escribiré . Pero todo no se puede hacer al mismo tiempo.
- Podría escribirle en este momento, si quiere hacerlo.
-¡ Ahora! Ahora tengo otras cosas mucho más importantes en que pensar. Imaginas que todo es tan fácil como cortar leña. ¡ Mira, mira, ni tan siquiera tenemos tinta en casa ! -exclamó Oblomov introduciendo la pluma en el tintero--. ¿ Cómo puedo escribir sin tinta?
-Voy a llenarlo de kvas - repuso Zajar, y cogiendo el tintero salió del cuarto, mientras Oblomov buscaba una hoja de papel
-¡ Tampoco hay papel¡ - exclamó Ilia lllieh montando en cólera- . ¡Este ZaJar! ¡Será mi ruina! Te repito que eres un criminal! -exclamó cuando le vio entrar- ¡No te preocupas de nada! ¡En toda la casa es imposible encontrar una hoja de papel de escribir!
Zajar sacó de un cajón media hoja de papel gris.
- No sirve -repuso Oblomov- . Es el que utilizo para cubrir el vaso de noche.
Zajar guardó silencio.
- Bien, dámelo. Luego Alexeiev lo copiará.
Ilia Illich tomó asiento ante la mesa e inmediatamente empezó a escribir:
Muy señor mío ...
- ¡Vaya una tinta! - exclamó-. ¡Otra vez procura ocuparte de las cosas mejor, Zajar!
Transcurrieron unos segundos y continuó escribiendo:
El piso en el cual habito, en el segundo rellano de la casa en la cual se propone usted realizar obras, es muy adecuado para mi manera de vivir a los hábitos que he ido adquiriendo durante mi larga estancia en esta casa. Pero habiéndome enterado por mi criado Zajar Trofimich, de que usted le había dicho que el piso que yo ocupo…
Oblomov se detuvo y releyó lo escrito.
-¡Qué calamidad! --exclamó en voz alta-o He puesto dos veces el cual y luego tres que seguidos.
Corrigió la redacción, pero entonces parecía que el cual hiciera referencia al piso en vez de a la casa. Trató de arreglarlo y suprimió uno de los ques. Tachó la palabra, pero tuvo que volver a escribirla, haciéndolo hasta tres veces; siempre sin el menor éxito.
No hay modo de solucionarlo -murmuró lleno de impaciencia- . ¡Maldita carta ! Pero no quiero romperme la cabeza por una tontería como ésta. Al parecer, he perdido el hábito de escribir cartas de negocios. Pero veo que están a punto de dar las tres." .
- ¡Zajar!
Oblomov rompió en cuatro pedazos el papel y lo arrojó al suelo.
- El señor iba a escribir al propietario, ¿no es cierto, Ilia IIIich?
-Sí, le escribiré . Pero todo no se puede hacer al mismo tiempo.
- Podría escribirle en este momento, si quiere hacerlo.
-¡ Ahora! Ahora tengo otras cosas mucho más importantes en que pensar. Imaginas que todo es tan fácil como cortar leña. ¡ Mira, mira, ni tan siquiera tenemos tinta en casa ! -exclamó Oblomov introduciendo la pluma en el tintero--. ¿ Cómo puedo escribir sin tinta?
-Voy a llenarlo de kvas - repuso Zajar, y cogiendo el tintero salió del cuarto, mientras Oblomov buscaba una hoja de papel
-¡ Tampoco hay papel¡ - exclamó Ilia lllieh montando en cólera- . ¡Este ZaJar! ¡Será mi ruina! Te repito que eres un criminal! -exclamó cuando le vio entrar- ¡No te preocupas de nada! ¡En toda la casa es imposible encontrar una hoja de papel de escribir!
Zajar sacó de un cajón media hoja de papel gris.
- No sirve -repuso Oblomov- . Es el que utilizo para cubrir el vaso de noche.
Zajar guardó silencio.
- Bien, dámelo. Luego Alexeiev lo copiará.
Ilia Illich tomó asiento ante la mesa e inmediatamente empezó a escribir:
Muy señor mío ...
- ¡Vaya una tinta! - exclamó-. ¡Otra vez procura ocuparte de las cosas mejor, Zajar!
Transcurrieron unos segundos y continuó escribiendo:
El piso en el cual habito, en el segundo rellano de la casa en la cual se propone usted realizar obras, es muy adecuado para mi manera de vivir a los hábitos que he ido adquiriendo durante mi larga estancia en esta casa. Pero habiéndome enterado por mi criado Zajar Trofimich, de que usted le había dicho que el piso que yo ocupo…
Oblomov se detuvo y releyó lo escrito.
-¡Qué calamidad! --exclamó en voz alta-o He puesto dos veces el cual y luego tres que seguidos.
Corrigió la redacción, pero entonces parecía que el cual hiciera referencia al piso en vez de a la casa. Trató de arreglarlo y suprimió uno de los ques. Tachó la palabra, pero tuvo que volver a escribirla, haciéndolo hasta tres veces; siempre sin el menor éxito.
No hay modo de solucionarlo -murmuró lleno de impaciencia- . ¡Maldita carta ! Pero no quiero romperme la cabeza por una tontería como ésta. Al parecer, he perdido el hábito de escribir cartas de negocios. Pero veo que están a punto de dar las tres." .
- ¡Zajar!
Oblomov rompió en cuatro pedazos el papel y lo arrojó al suelo.
INCIPIT 274. LOS EMBAJADORES /HENRY JAMES
I
Cuando Strether llegó al hotel, su primera pregunta fue acerca de su amigo; no obstante, al enterarse de que Waymarsh no iba a llegar, al parecer, hasta la noche, no se desconcertó del todo. En recepción le entregaron un telegrama, con respuesta pagada, en que aquel le encargaba una habitación «siempre que no fuera ruidosa»; de modo que el acuerdo de que se encontrarían en Chestery no en Liverpool seguía teniendo validez hasta el momento. El oculto prurito, empero, que había impelido a Strether a no desear por ningún concepto la presencia de Waymarsh en el muelle y que en consecuencia le había llevado a posponer dicha alegría durante unas horas era el mismo que a la sazón le hacía comprender que aún podía esperar sin sentir ninguna decepción. En el peor de los casos cenarían juntos y, con todos sus respetos para el querido Waymarsh -incluso para sí mismo, dadas las circunstancias-, había poco temor de que en lo sucesivo no se vieran con suficiencia. El prurito en activo a que acabo de referirme había sido, por lo que toca al hombre que había desembarcado después, enteramente instintivo; resultado del insistente presentimiento de que, por agradable que fuese, tras separación tan larga, ver la cara de su compañero, todo se disolvería en una bagatela sin importancia si se las arreglaba para que dicha cara se presentase al próximo vapor como la primera «nota» de Europa. A esto había que añadir ya su certeza de que demostraría, como mucho y de todas todas, dicha nota europea en medida más que suficiente.
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Cuando Strether llegó al hotel, su primera pregunta fue acerca de su amigo; no obstante, al enterarse de que Waymarsh no iba a llegar, al parecer, hasta la noche, no se desconcertó del todo. En recepción le entregaron un telegrama, con respuesta pagada, en que aquel le encargaba una habitación «siempre que no fuera ruidosa»; de modo que el acuerdo de que se encontrarían en Chestery no en Liverpool seguía teniendo validez hasta el momento. El oculto prurito, empero, que había impelido a Strether a no desear por ningún concepto la presencia de Waymarsh en el muelle y que en consecuencia le había llevado a posponer dicha alegría durante unas horas era el mismo que a la sazón le hacía comprender que aún podía esperar sin sentir ninguna decepción. En el peor de los casos cenarían juntos y, con todos sus respetos para el querido Waymarsh -incluso para sí mismo, dadas las circunstancias-, había poco temor de que en lo sucesivo no se vieran con suficiencia. El prurito en activo a que acabo de referirme había sido, por lo que toca al hombre que había desembarcado después, enteramente instintivo; resultado del insistente presentimiento de que, por agradable que fuese, tras separación tan larga, ver la cara de su compañero, todo se disolvería en una bagatela sin importancia si se las arreglaba para que dicha cara se presentase al próximo vapor como la primera «nota» de Europa. A esto había que añadir ya su certeza de que demostraría, como mucho y de todas todas, dicha nota europea en medida más que suficiente.
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DE LOS POLITICOS
De La elegancia del erizo, de Muriel Barbery, p.56
Ésta es una idea profunda mía, pero nació a su vez de otro idea profunda. Lo dijo un invitado de papá que vino ayer a cenar: "Los que saben hacer las cosas, las hacen; los que no saben, enseñan a hacerlas; los que no saben enseñar, enseñan a los que enseñan, y los que no saben enseñar a los que enseñan, se meten en política.» Todo el mundo pareció encontrar aquello muy inspirado, pero no por los motivos adecuados. "Cuánta razón tiene», dijo Colombe, que es especialista en falsa autocrítica. Forma parte de aquellos que piensan que el saber vale por el poder y el perdón. Si sé que formo parte de una elite autosatisfecha que sacrifica el bien común por exceso de arrogancia, me libro de la crítica y consigo con ello el doble de prestigio. Papá también tiende a pensar así, aunque es menos cretino que mi hermana. Él todavía cree que existe algo llamado "deber» y, aunque sea a mi juicio quimérico, ello lo protege de la idiotez del cinismo. Me explico: no hay mayor frivolidad que ser cínico.
INCIPIT 273. GABRIELLE DE BERGERAC / HENRY JAMES
1
Mi viejo y querido amigo, con su albornoz de franela blanca y su peluca «acompañada», como ponen en los menús, de un gorro de noche carmesí, dejó pasar un momento allí, sentado junto al fuego. Al final alzó los ojos y yo supe cómo iba a proseguir:
-Á propos, la pequeña deuda que tengo ...
La deuda no era muy pequeña, en realidad, pero el señor de Bergerac era un hombre de palabra y yo sabía que iba a recuperar mi dinero. Con franqueza me dijo qe no veía ningún medio, en el presente o en el futuro, para reembolsarme en efectivo. Sus únicos tesoros eran sus pinturas, ¿quería yo elegir una de ellas? Tras haber pasado dos veces por semana, a lo largo de tres inviernos, una hora en el pequeño salón del señor de Bergerac, yo sabía que las pinturas del barón eran, con una sola
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Mi viejo y querido amigo, con su albornoz de franela blanca y su peluca «acompañada», como ponen en los menús, de un gorro de noche carmesí, dejó pasar un momento allí, sentado junto al fuego. Al final alzó los ojos y yo supe cómo iba a proseguir:
-Á propos, la pequeña deuda que tengo ...
La deuda no era muy pequeña, en realidad, pero el señor de Bergerac era un hombre de palabra y yo sabía que iba a recuperar mi dinero. Con franqueza me dijo qe no veía ningún medio, en el presente o en el futuro, para reembolsarme en efectivo. Sus únicos tesoros eran sus pinturas, ¿quería yo elegir una de ellas? Tras haber pasado dos veces por semana, a lo largo de tres inviernos, una hora en el pequeño salón del señor de Bergerac, yo sabía que las pinturas del barón eran, con una sola
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EL NOMBRE DEL PADRE
De La Herdera de Henry James
- ¿Es posible ofrecer más que el afecto más tierno y una fidelidad para toda la vida? – preguntó el joven.
- Eso depende de como se tome. Es posible ofrecer otras pequeñas cosas además, y no sólo es posible, sino que es la costumbre. Una fidelidad para toda la vida es algo que sólo se mide después; entretanto se suelen dar algunas seguridades materiales.¿Cualés tiene usted? ¿Una figura apuesta y unos buenos modales? Todo eso está muy bien, pero no basta.
- Podría añadir algo más - dijo Morris -: la palabra de un caballero.
- ¿La palabra de un caballero de que amará siempre a Catherine? Tiene que ser un caballero muy cumplido para estar seguro de cosa semejante.
- La palabra de un caballero de que no soy interesado; de que mi afecto por miss Sloper es el sentimiento más puro y desinteresado que jamás se albergó en pecho humano. Su fortuna me importa
tanto como las cenizas de esa chimenea.
- Tomo nota ... tomo nota - dijo el doctor -. Pero, después de hacerlo, vuelvo de nuevo a su categoría. A pesar de la solemne declaración que acaba de salir de sus labios, sigue estando en ella. Contra usted no hay nada más que un accidente, si quiere; pero yo con mis treinta años de profesión
médica sé muy bien que los accidentes pueden tener graves consecuencias.
Morris acarició su sombrero (una chistera muy reluciente), y siguió manteniendo un dominio de sí que el doctor se vió obligado a confesar era muy digno. Pero su decepción era evidente.
- ¿No puedo hacer nada para que me crea?
- Si hubiese algo, sentirla tener que sugerirselo, porque, ¿no lo ve?, yo no quiero creerle - dijo el doctor sonriendo.
- Me iré a labrar el campo.
- Seria una tontería.
- Aceptaré el primer trabajo que se me ofrezca, mañana mismo.
- ¡Hágalo cuanto antes! ¡Pero por usted, no por mi
- Comprendo; ¡me considera un vago! – exclamó Morris, en el tono de quien acaba de hacer un descubrimiento. Pero inmediatamente percibió su error y se sonrojó.
- No importa lo que yo considere una vez le he dicho que no quiero considerarle como posible yerno.
DE LA SOCIEDAD DEL ESPECTACULO
De Ayre de Dylan de Vila Matas. P.104-105
Le cité una caricatura que había hecho de un intelectual el dibujante Daumier; en ella se veía a una dama de aspecto severo que hojeaba enfadada el periódico en la mesa de un café. «No hay más que deportes, caza y disparos. ¡Y nada sobre mi novela!», se quejaba. Ahí estaba, bien evidente, el gran error: creer que un libro tenía que competir con el último asesino en serie o con el último caudillo árabe destronado. ¿O acaso escribimos para los que sólo siguen las noticias de lo que ocurre en WaIl Street, en Siria, en Libia, en Irak, en Grecia, en Japón y en la pujante China?
Los hacedores de esas noticias todas tan tremendas, decía Bellow, piensan en la conciencia como un territorio que se acaba de abrir para los colonizadores y la expotación, una especie de fiebre por la tierra de OkIahoma. Pero en realidad, el escritor le habla a un lector indefinido, pero que de algún modo imagina que tiene que ser como él, alguien que no se deja ahogar del todo por los cien mil atractivos de OkIahoma y en cambio se muestra interesado por el esfuerzo grandioso que hay que hacer, a menudo un esfuerzo secreto y más que escondido, para poner en orden la confundida conciencia.
Ese trabajo secreto con la conciencia, traté de explicarle al odioso colega (que miraba cada vez más hacia otro lado) se desarrolla en perímetros alejados del gran espectáculo del mundo. Hay lectores que son conscientes de que a diario los famosos «mercados» y sus parientes más próximos, los dueños del Teatro de OkIahoma, están abusando de su atención. Pero también son conscientes de que los escritores que sobreviven -seguí diciéndole, creo que algo influenciado por la conferencia de Daisy Skelton de aquella mañana- son sólo aquellos que tienen en cuenta la tragedia de tantos lectores de los que se ha abusado y que, a pesar del abuso, aún muestran fuerzas para prestar atención a quienes, como ellos, traten de poner en orden a la enmarañada conciencia. Ese trabajo secreto con la conciencia no se ve jamás en la televisión, no es mediático, habita en las viejas casas de la vieja literatura de siempre.
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Le cité una caricatura que había hecho de un intelectual el dibujante Daumier; en ella se veía a una dama de aspecto severo que hojeaba enfadada el periódico en la mesa de un café. «No hay más que deportes, caza y disparos. ¡Y nada sobre mi novela!», se quejaba. Ahí estaba, bien evidente, el gran error: creer que un libro tenía que competir con el último asesino en serie o con el último caudillo árabe destronado. ¿O acaso escribimos para los que sólo siguen las noticias de lo que ocurre en WaIl Street, en Siria, en Libia, en Irak, en Grecia, en Japón y en la pujante China?
Los hacedores de esas noticias todas tan tremendas, decía Bellow, piensan en la conciencia como un territorio que se acaba de abrir para los colonizadores y la expotación, una especie de fiebre por la tierra de OkIahoma. Pero en realidad, el escritor le habla a un lector indefinido, pero que de algún modo imagina que tiene que ser como él, alguien que no se deja ahogar del todo por los cien mil atractivos de OkIahoma y en cambio se muestra interesado por el esfuerzo grandioso que hay que hacer, a menudo un esfuerzo secreto y más que escondido, para poner en orden la confundida conciencia.
Ese trabajo secreto con la conciencia, traté de explicarle al odioso colega (que miraba cada vez más hacia otro lado) se desarrolla en perímetros alejados del gran espectáculo del mundo. Hay lectores que son conscientes de que a diario los famosos «mercados» y sus parientes más próximos, los dueños del Teatro de OkIahoma, están abusando de su atención. Pero también son conscientes de que los escritores que sobreviven -seguí diciéndole, creo que algo influenciado por la conferencia de Daisy Skelton de aquella mañana- son sólo aquellos que tienen en cuenta la tragedia de tantos lectores de los que se ha abusado y que, a pesar del abuso, aún muestran fuerzas para prestar atención a quienes, como ellos, traten de poner en orden a la enmarañada conciencia. Ese trabajo secreto con la conciencia no se ve jamás en la televisión, no es mediático, habita en las viejas casas de la vieja literatura de siempre.
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CRISIS EN LA EUROZONA
Es cierto, haciendo balance de la situación, que parece que no hayamos avanzado, y es muy probable que no hayamos avanzado. Incluso es posible que hayamos retrocedido, cosas ambas difíciles de determinar cuando no se conoce el punto de partida ni el objetivo último de nuestro caminar. Pero también puede darse lo contrario, es decir, que hayamos avanzado sin darnos cuenta. Bien es verdad que avanza...r sin enterarse de que se avanza es lo mismo que no avanzar, al menos para el que avanza o pretende avanzar. Visto desde fuera es distinto. Aun así, yo abrigo la esperanza de que este avance real o imaginario, dentro de poco nos conducirá a la solución definitiva o, cuando menos, al principio de otro avance....
El enredo de la bolsa o la vida, de Eduardo Mendoza
El enredo de la bolsa o la vida, de Eduardo Mendoza
INCIPIT 272. LA FORMA DEL AGUA / ANDREA CAMILLERI
Uno
La luz del amanecer no penetraba en el patio de la Splendor, la empresa adjudicataria de la limpieza urbana de Vigáta. Unas densas y grises nubes cubrían enteramente el cielo, como si alguien hubiera tendido un toldo de color gris de una a otra cornisa. No se movía ni una sola hoja. El siroco tardaba en despertarse de su plúmbeo sueño, y el simple hecho de intercambiar unas palabras producía cansancio. Antes de repartir las tareas, el jefe anunció que, aquel día y los siguientes, Peppe Schémmari y Caluzzo Brucculeri estarían ausentes por motivos justificados. Unos motivos más que justificados: ambos habían sido detenidos la víspera cuando intentaban robar a mano armada en el supermercado. El puesto que habían dejado vacante Peppe y Caluzzo fue asignado a Pino Catalana y a Saro Montaperto, unos jóvenes arquitectos técnicos debidamente desempleados como arquitectos técnicos. Ambos habían sido contratados en calidad de «agentes ecológicos» eventuales gracias a la generosa intervención del honorable Cusumano,
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La luz del amanecer no penetraba en el patio de la Splendor, la empresa adjudicataria de la limpieza urbana de Vigáta. Unas densas y grises nubes cubrían enteramente el cielo, como si alguien hubiera tendido un toldo de color gris de una a otra cornisa. No se movía ni una sola hoja. El siroco tardaba en despertarse de su plúmbeo sueño, y el simple hecho de intercambiar unas palabras producía cansancio. Antes de repartir las tareas, el jefe anunció que, aquel día y los siguientes, Peppe Schémmari y Caluzzo Brucculeri estarían ausentes por motivos justificados. Unos motivos más que justificados: ambos habían sido detenidos la víspera cuando intentaban robar a mano armada en el supermercado. El puesto que habían dejado vacante Peppe y Caluzzo fue asignado a Pino Catalana y a Saro Montaperto, unos jóvenes arquitectos técnicos debidamente desempleados como arquitectos técnicos. Ambos habían sido contratados en calidad de «agentes ecológicos» eventuales gracias a la generosa intervención del honorable Cusumano,
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¡PACO PACO PACO¡
De As pontes do ceo de Ramiro Fonte, p.479-480
-¿Aínda non pasou Franco? -pregunta a iso das dez menos cuarto unha que acaba de chegar. Trátase dunha solteirona que non ten nada que facer a aquela hora e vén sentar nunha das titas desocupadas, mesmo debaixo das árbores da estrada.
- Parece que hoxe se atrasa - di un pamparrán que por alí aparece.
Non é a primeira vez que a parella de municipais percorre as rúas e, se por acaso sorprende un bo número de rapazas xogando á ía, comínaas a que vaian á curva saudar o Caudillo.
Os policías da secreta abandonan precipitadamente os coches. Dentro dun Land Rover, un garda civil comunícase por radiofrecuencia. Os axentes de circulación fan soar o silbato. Comezan a deter a tódolos vehículos. Tanto coches particulares como autobuses de transporte. O Ideal que se dirixe a Ferrol, aínda menos mal, tivo sorte, e xa vai pola Ponte de Pedra.
- Xá vén -asegura Francisca Iglesias Calvo. E a primeira dunha serie de falsas alarmas. O vento trae as dúas badaladas das e media.
A xenre fártase de agardar. Pero, á altura da Academia, xa son visibles os faros das motos da Guardia de Franco. Em cuestión de segundos, aparecen no cruzamento. Frean o xusto na curva fechada, e empurran dunha áulica caravana, composta por media ducia de vehículos.
Entón prodúcese unha amigable discusión entre as testemuñas presenciais. Cadaquén recolle unha opinión distinta sobre o acontecemenro.
-¿Onde ía?
-Ia no terceiro.
-Non, que ía no cuarto ...
En certas ocasións óbrase o milagreo Os motoristas reducen a velocidade na recta, e entran devagariño na curva, asubiando. E, detrás deles, así fan tódolos vehículos. A algunhas mulleres dálles tempo a aplaudir e a berrar:
-¡Franco!, ¡Franco!, ¡Franco!
No automóbil de maiores dimensións acéndese un ha luz. Aman esquerda do Generalísimo, trémula e sen tento, pero aínda cruel, elabora un aceno que pode estar destinado quer a un cativiño, quer á nai que porta o filio no colo, quer a unha das rapazas en flor.
Paréceme que vin na efixie baleira do vello o rostro dos retratos oficiais. A luz do coche apágase.
-Ia no segundo.
-Non sei ande tes os ollos. Ia no terceiro.
Nesta ocasión tampouco non hai xeito de pór de acordo ás testemuñas presenciais.
Como lles sucede a tódolos tiranos que se apropian durante langas décadas da vida dun pobo, o Generalísimo deixa atrás Pontedeume convencido de que a historia non o condenará. Pensa nun extraordinario reo, nas nerviosas convulsións do peixe prateado na red e do truel, e sostén unha conversa imaxinaria con ese home que guía os seus pasiños curtOS e tementes palas enchoupadas marxes que lamben as augas burbullantes do río. A historia escríbena case sempre os gañadores. Nunca as vítimas. Só, en especiais circunstancias, os sobreviventes.
-¿Aínda non pasou Franco? -pregunta a iso das dez menos cuarto unha que acaba de chegar. Trátase dunha solteirona que non ten nada que facer a aquela hora e vén sentar nunha das titas desocupadas, mesmo debaixo das árbores da estrada.
- Parece que hoxe se atrasa - di un pamparrán que por alí aparece.
Non é a primeira vez que a parella de municipais percorre as rúas e, se por acaso sorprende un bo número de rapazas xogando á ía, comínaas a que vaian á curva saudar o Caudillo.
Os policías da secreta abandonan precipitadamente os coches. Dentro dun Land Rover, un garda civil comunícase por radiofrecuencia. Os axentes de circulación fan soar o silbato. Comezan a deter a tódolos vehículos. Tanto coches particulares como autobuses de transporte. O Ideal que se dirixe a Ferrol, aínda menos mal, tivo sorte, e xa vai pola Ponte de Pedra.
- Xá vén -asegura Francisca Iglesias Calvo. E a primeira dunha serie de falsas alarmas. O vento trae as dúas badaladas das e media.
A xenre fártase de agardar. Pero, á altura da Academia, xa son visibles os faros das motos da Guardia de Franco. Em cuestión de segundos, aparecen no cruzamento. Frean o xusto na curva fechada, e empurran dunha áulica caravana, composta por media ducia de vehículos.
Entón prodúcese unha amigable discusión entre as testemuñas presenciais. Cadaquén recolle unha opinión distinta sobre o acontecemenro.
-¿Onde ía?
-Ia no terceiro.
-Non, que ía no cuarto ...
En certas ocasións óbrase o milagreo Os motoristas reducen a velocidade na recta, e entran devagariño na curva, asubiando. E, detrás deles, así fan tódolos vehículos. A algunhas mulleres dálles tempo a aplaudir e a berrar:
-¡Franco!, ¡Franco!, ¡Franco!
No automóbil de maiores dimensións acéndese un ha luz. Aman esquerda do Generalísimo, trémula e sen tento, pero aínda cruel, elabora un aceno que pode estar destinado quer a un cativiño, quer á nai que porta o filio no colo, quer a unha das rapazas en flor.
Paréceme que vin na efixie baleira do vello o rostro dos retratos oficiais. A luz do coche apágase.
-Ia no segundo.
-Non sei ande tes os ollos. Ia no terceiro.
Nesta ocasión tampouco non hai xeito de pór de acordo ás testemuñas presenciais.
Como lles sucede a tódolos tiranos que se apropian durante langas décadas da vida dun pobo, o Generalísimo deixa atrás Pontedeume convencido de que a historia non o condenará. Pensa nun extraordinario reo, nas nerviosas convulsións do peixe prateado na red e do truel, e sostén unha conversa imaxinaria con ese home que guía os seus pasiños curtOS e tementes palas enchoupadas marxes que lamben as augas burbullantes do río. A historia escríbena case sempre os gañadores. Nunca as vítimas. Só, en especiais circunstancias, os sobreviventes.
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