De Chet Baker piensa en su arte, p. 308-309
«Los libros tienen su destino», les dice Nabokov a sus alumnos. Y sí. Los libros tienen su propia suerte, una vida independiente, propia. Los libros tienen, como decía Augusto Monterroso, sus propios hados y su propio sino, y a veces éste pasa por llevar a la vida real lo que antes narró el autor. Pudo ser perfectamente el caso de R. L. Stevenson y su Dr. Jekyll. La escena tiene lugar en Upolu, Samoa, 1894. El escritor, al que los nativos llaman Tusitala, baja a la bodega de su casa a buscar una botella de su borgoña favorito, la descorcha en la cocina, y de repente llama a gritos a su mujer. «¿Qué me pasa, qué es esto tan extraño, algo me ha cambiado la cara?»Un ataque cerebral. Cae al suelo. «Trigerrun», dice misteriosamente Tusitala con sus ojos muy abiertos, y muere un par de horas después.
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