Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

¡¡EL HORROR, EL HORROR¡¡

Del prólogo de Vila-Matas a El corazón de las tinieblas
En el centro mismo de El corazón de las tinieblas, en el centro mismo del libro, en su mitad exacta, empieza por fin a convertirse Kurtz en una presencia real y comprendemos que, de la mano del narrador Marlow, viajamos a su encuentro, vamos a terminar por conocer a ese apasionante personaje: «Me excitaba enormemente la perspectiva de conocer muy pronto a Kurtz.»
Excitados, seguimos viajando con Marlow al corazón de las tinieblas, allí donde hahita el legendario Kurtz. Pero de nuevo el narradoi aunque creando cada vez más grandes expectativas, sigue demorándose. Cuando ya no podemos más, cuando ya sólo queremos conocer a Kurtz y saber qué piensa y qué dice de las cosas de este mundo, la novela está llegando ya a su final. Entonces aparece Kurt; y en lugar de decir cosas muy interesantes, tan sólo le oímos decir esto:
“Estoy acostado aquí en la oscuridad esperando la muerte.» Pobre Kurtz. Es un personaje que preludia futuros personajes de Beckett o de Kafka, o al propio Kafka, que como sabemos un día escribió esto: «He muerto a lo largo de toda mi vida y ahora lo voy a hacer realmente.»
El largo monólogo hablado de Marlow no ha servido más que para demorar una escena final y de tinieblas que cuando llega nos decepciona profundamente, porque apenas sucede nada. Así ocurre muy a menudo en las mejores novelas de este siglo. Esperamos de ellas revelaciones que nunca llegan, siempre a la luz del discurso entretenido de un narrador perverso que demora como puede la decepción final, O tal vez sería mejor que pensáramos lo contrario. Leemos novelas aguardando aterrados una revelación final, que es la única verdad que poseemos sobre el mundo que habitamos, una revelación que preferimos demorar leyendo, entretenidos, pequeños equívocos sin importancia hasta que al final asoma la única frase que podemos decir acerca de nuestro mundo: «Ah, el horror! ¡El horror!»

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