Más HJ en La educación de Oscar Fairfax, de Louis Auchincloss, p. 189
¿Reductio ad absurdum?
Cuando en 1873 el joven Henry James guió a Ralph Waldo Emerson, antiguo amigo de su padre, por las galerías del Louvre, se sorprendió preguntándose si alguna vez la vida habría sobornado al que todo lo ve para que no contemplara nada más que el espíritu. James escribió: “Me llamó la atención lo anómalo de que a un hombre tan refinado e inteligente le dijesen tan poco las obras de arte”.
El arte en nuestro tiempo se ha convertido para muchos en un sustituto de la religión, pero con la edad yo he llegado a compartir lo que imagino que habrían sido los recelos de Emerson acerca del nuevo papel del arte en nuestras vidas. A mí algunas veces me aburre lo que el mismo James llamó "el desgaste del criterio". Me preocupa con qué frecuencia el gran arte de otros es denigrado por los artistas que han sido mis favoritos. James subestimó a los novelistas rusos; sus obras eran para él «pudins líquidos». Edith Wharton encontraba las novelas de la «época importante” de James casi ilegibles; para ella carecían del jugo de la humanidad. Anatole France pensaba que la vida era demasiado corta para un Proust demasiado largo; a Bernard Berenson no le gustaba Picasso... y así hasta el infinito. Lo que es evidente, al menos para mí, es que es la creación del arte, más que su recepción, lo que salva el alma del artista. ¿Qué es entonces lo que salva al simple espectador o lector, como yo, que no hace nada sino recibir?
Yo me he divertido imaginando que, en mi observación de las personas, era una especie de artista. Siempre he querido analizar a la gente, «describirla», algunas veces tan sólo en mi propia mente, otras veces sobre el papel, y en otras ocasiones incluso me he visto a mí mismo, atrevidamente, atravesando el umbral de sus vidas y suponiendo que yo hacía de personaje secundario. Pero últimamente he llegado a la conclusión de que he hecho excesivo hincapié en los aspectos dramáticos de gente dramáticamente interesante. Está muy bien preferir el arte bueno al malo, pero la gente es la gente.
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