De La infancia perdida y otros ensayos, de Graham. Greene, p. 79
DE LAS PLUMAS AL HIERRO
A la reputación de Stevenson le ha perjudicado su muerte temprana quizá más que cualquier otra causa. Murió tan sólo a los cuarenta y cuatro y dejó lo que principalmente viene a ser un gran número de obras juveniles. Por alegre, brillante y perpetuamente atractiva que pueda ser su obra, posee una madurez espuria que oculta el hecho de que, como los demás hombres, Stevenson estaba evolucionando. En realidad sólo en Los últimos seis años de su vida —los años de Samoa— su talento bellamente acicalado empezó a despojarse de sus finuras engañosas y a enseñar el granito que había debajo
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