Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

JB EN EL PROLOGO A LA ASESINA ILUSTRADA DE EV-M

VILA-MATAS Y JB

Una nota con parte del texto con el que VM introduce su nueva edición de “La asesina ilustrada”:
Ahora bien, no fui tan irresponsable con la literatura como puede deducirse de lo que estoy contando. En realidad, antes de arrancarme por bulerías iletradas con la mujer y su espejo, quise ponerme al corriente de cómo andaban las cosas en las letras españolas contemporáneas (para así saber a quién imitar) y pedí a unos amigos que me enviaran desde Barcelona novelas de autores españoles vivos que en aquellos momentos estuvieran bien vistos por los lectores más o menos vanguardistas. Me enviaron libros de JB (Una tumba y Una meditación), Ana María Moix (Baladas del dulce Jim), JM (Los dominios del lobo) y Vicente Molina Foix (Museo provincial de los horrores).
En pocos días me puse al día. Todos esos libros me apasionaron, recibí grandes lecciones aceleradas de narrativa. Acabé en el calabozo. Y allí seguí leyendo. Una meditación de Jb fue el libro que más me llamó la atención, sobre todo por su sistema bastante original (B escribía a máquina y un día se sintió harto de la interrupción narrativa que le suponía cambiar de hoja y decidió sustituir las cuartillas por un rollo de papel continuo y no detenerse hasta el final de la historia9, un sistema que me dio la idea, mientras escribía mi propio libro, de imaginarme que, con mi modesta máquina del colmado, copiaba yo ese sistema tan original. Fue surgiendo así “Mujer en el espejo” sin apenas comas, y ya no digamos puntos y comas o puntos y aparte o simplemente puntos: algo a lo que, dicho sea de paso, no necesariamente obligaba el sistema de “rollo continuo” de JB. Pero es que, con la coartada del rollo continuo, prescindir de la puntuación me pareció que me venía de perlas, pues iba a permitirme disimular lo mal que escribía, es decir, me pareció que cuanto más apretujadas fueran las frases del texto, más fácil me resultaría disfrazar los infinitos defectos de mi prosa.
Y no estaba equivocado, no. Recibí cartas de felicitación de JB y JM y hasta nota de Kundera y Marguerite Duras. Un viernes me llamó Carlos Barral desde su barco, pues casualmente recorría la costa africana y me propuso inaugurar la nueva colección “Nueva nueva narrativa hispánica”, que iba a editar su primo de Zumosol. A partir de entonces todo cambió para mí; y el capitán me liberó del colmado para pasarme a la biblioteca militar.
La asesina ilustrada de Vila-Matas, p. 12. Lumen, 2005

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