Un bárbaro en París, Vargas Llosa, p. 193
En la exposición de la Biblioteca
Nacional aparece un aspecto de la biografía de Sartre que nunca se ha aclarado
del todo. ¿Fue de veras un resistente contra el ocupante nazi? Perteneció a una
de las muchas organizaciones de intelectuales de la Resistencia, sí, pero es
obvio que esta pertenencia fue mucho más teórica que práctica, pues bajo la
ocupación anduvo muy atareado: fue profesor, reemplazando incluso en un liceo a
un educador expulsado de su puesto por ser judío -el episodio ha sido objeto de
virulentas discusiones en los últimos meses-, y escribió y publicó todos sus
libros y estrenó sus obras, aprobadas por la censura alemana. A diferencia de
resistentes como Camus o Malraux, que se jugaron la vida en los años de la
guerra, no parece que Sartre arriesgara demasiado con su militancia. ¿Tal vez
inconscientemente quiso borrar ese incómodo pasado con las posturas cada vez
más extremistas que adoptó luego de la liberación? No es imposible. Uno de los
temas recurrentes de su filosofía fue el de la mala conciencia, que, según él,
condiciona la vida burguesa, induciendo constantemente a hombres y mujeres de
esta clase social a hacer trampas, a disfrazar su verdadera personalidad bajo
máscaras mentirosas. En el mejor de sus ensayos, San Genet, comediante y
mártir, ilustró con penetrante agudeza este sistema psicológico-moral por el
cual, según él, el burgués se esconde de sí mismo, se niega y reniega todo el
tiempo, huyendo de esa conciencia sucia que lo acusa. Tal vez sea cierto, en su
caso. Tal vez, el temible despotricador de los demócratas, el anarcocomunista
contumaz, el «mao» incandescente, era sólo un desesperado burgués multiplicando
las poses para que nadie recordara la apatía y prudencia que mostró frente a
los nazis cuando las papas quemaban y el compromiso no era una prestidigitación
retórica sino una elección de vida o muerte.
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