Monstruos, Claire Dederer, p. 160
Mi yo preadolescente convirtió a
Humbert Humbert y Vladimir Nabokov en una misma persona. Es posible, incluso probable,
que el escritor, que entendía bien la física de la lectura, buscara esa
confusión. Lolita está narrada como unas (ficticias) memorias: Humbert le habla
directamente al lector. Al utilizar esa primera persona -la voz del narrador
confesional- Humbert se convierte en el autor del libro. Nabokov está jugando
con la fórmula «Humbert Humbert, c'est moi».
Lo que sabemos de la biografía de
un creador afecta al modo en que vemos su obra, pero en este caso lo que
sabemos de la obra afecta al modo en que nos acercamos a la biografía del
autor. ¿Cuál es el diagrama de Venn de los deseos de Humbert y los de Nabokov?
Desde su temprana obra en ruso El
hechicero y hasta su novela póstuma, El original de Laura, Nabokov nos habla de
hombres que tienen relaciones sexuales con chicas muy jóvenes o que intentan
tener relaciones sexuales con chicas muy jóvenes o que intentan (pero sin
ponerle mucho empeño) no tener relaciones sexuales con chicas muy jóvenes. Pero
no hay ninguna prueba de que Nabokov
albergara en su corazón deseos pedófilos. Nabokov, sin duda, hubiera sentido un
enorme desprecio por cualquier intento de averiguar lo que había en su corazón.
La idea misma de que el escritor tuviera un corazón cuesta un poco de imaginar.
Esta lectora se pregunta si no tenía quizá novelas en lugar de corazón. En
cualquier caso, Nabokov opinaba que, más que el enfoque biográfico de la vida
de un creador, lo que importaba era el rastro que dejaba en la página: «La
mejor parte de una biografía de escritor no es el registro de sus aventuras,
sino la historia de su estilo».
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