Cabinet d’amateur,
una novela oblicua
Enrique Vila-Matas
De los museos -que tantas veces
atravieso corriendo como en Bande a part, de Godard- lo que más me interesó
siempre fueron los retratos pintados. Hay en ellos una escenificación mínima,
muy codificada, en la que al pintor le queda muy poco margen, y aún así, si hay
un gran artista al otro lado, una y otra vez consigue que se produzca en el
cuadro ese gran milagro de la presencia real. Es, sin ir más lejos lo que
sucede, por ejemplo, con los espectrales retratos de Manet.
A veces, esa presencia real no se
asoma al mundo desde una pintura, ni desde la vida corriente, y nos encontramos
entonces con "apariciones fantasmales", de las que sabe mucho
Dominique Gonzalez-Foerster, que en las dos últimas décadas ha trabajado con
pasión en ellas, encarnándolas en los más diversos escenarios.DGF (Dominique
Gonzalez-Foerster) ha sido Fitzcarraldo, Lola Montez, Edgar Allan Poe, Marlene
Dietrich, Franz Kafka ... No descarto que su gusto por esas "súbitas"
apariciones provenga de la instalación que en 2001 tituló Petite. En esa obra,
una niña, en un cuarto acristalado, veía cómo aparecía y desaparecía en la
pared una figura que invadía y transformaba el espacio. DGF cuenta que, cuando
tenía la edad de la niña de Pe tite, pasaba mucho tiempo entre el espacio
construido y el espacio pensado o imaginado. Le pregunté hace poco cómo veía
Petite ahora y me dijo que en la actualidad esa obra no tenía únicamente el
significado de un regreso a aquel estado infantil, Sino que era también la
rememoración de aquella pionera primera "aparición'' suya, que había
tenido lugar en Yokohama, en Japón, en un país con tantos fantasmas y tantos espacios
cerrados, todos siempre muy inspiradores.
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