Los lenguajes de la verdad, Salman Rushdie, p. 256
La enorme riqueza del cine
mundial de la época también contribuyó en cierta medida a desmontar, o al menos
a diluir, el principio de que «todas las adaptaciones son una mierda». Las
primeras obras maestras sobre samuráis de Kurosawa Yojimbo y Sanjuro tenían
orígenes literarios, aunque Los siete samuráis partió de un guion original, y
Rashomon surgió de la combinación de dos relatos cortos de Ryünosuke Akutagawa.
Satyajit Ray tomó mucho de la literatura clásica bengalí, y algunas de sus
mejores películas, como Charulata y El hogar y el mundo, son adaptaciones más o
menos fieles de originales de Rabindranath Tagore. Ingmar Bergman y Federico Fellini
siempre filmaron a partir de sus propios guiones originales, pero Luis Buñuel
fue menos dogmático y en algunas de sus películas más exitosas unió sus propias
tendencias anárquicas y surrealistas con la literatura europea clásica,
adaptando Belle de jour de Joseph Kessel; Tristana y Nazarín, ambas novelas de
Benito Pérez Galdós, y Diario de una camarera de Octave Mirbeau. Así pues,
sigue sin haber pruebas que demuestren los argumentos en contra de las
adaptaciones cinematográficas y, si miramos por debajo de la gran literatura,
puede sostenerse de forma convincente que muchas de ellas son mejores que el
material original en prosa. A riesgo de ofender a la legión de fans de El Señor
de los Anillos, yo diría que las películas de Peter Jackson superan a las
novelas originales de Tolkien, porque, dicho lisa y llanamente, aquel filma
mejor que este escribe; el lenguaje cinematográfico de Jackson, arrollador,
lírico, tan pronto íntimo como épico, es muy superior a la prosa de Tolkien, que
oscila de forma alarmante entre la charlatanería, la superioridad, la
pomposidad y ese falso e insoportable clasicismo del uso del tratamiento de vos
(thee y thou), y que solo consigue algo parecido a la humanidad y al inglés normal
y corriente en los pasajes dedicados a los hobbits, esos hombrecillos en los
que nos reconocemos mucho más que en los hombres grandiosamente heroicos ( o
lamentablemente corruptos) de la saga.
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