Los lenguajes de la verdad, Salman Rushdie, p. 267
Las dos grandes ideas opuestas en
la obra del solitario novelista estadounidense Thomas Pynchon son la paranoia y
la entropía. Sus numerosos personajes paranoicos, como Herbert Stencil en V. y
casi todos los de La subasta del lote 49, están convencidos de que se les
oculta la verdadera forma y el verdadero significado del mundo, y que unas
fuerzas colosales -Gobiernos, empresas, extraterrestres- están actuando y
manejan el mundo al mismo tiempo que ocultan su existencia tras pantallas
impenetrables. Estos personajes existen en contraposición con otro grupo de
arquetipos, como el marinero Benny Profane y sus amigos de «Toda la tripulación
enferma» en V., para quienes la vida parece ser una fiesta de la cerveza que va
decayendo lenta y casi catatónicamente sin llegar nunca a acabar.
La segunda ley de la
termodinámica nos dice que el calor siempre fluye del objeto más caliente al
más frío, de modo que, gradualmente, el más caliente se vuelve menos caliente y
el más frío se calienta más. Cuando este principio se aplica a escala
universal, se da a entender que la
energía calorífica de todos los objetos
calientes -es decir, las estrellas- se disipará lentamente, extendiéndose a la
materia menos caliente, hasta que, al final, toda la materia del universo
estará a la misma temperatura y no quedará energía utilizable. Todo el cosmos
será víctima de un enervamiento terminal. Esto es lo que William Thomson, el
primer barón Kelvin ( una persona de carne y hueso, y no una invención
pynchoniana) describió en 1851 como «la muerte por calor del universo». Con la disipación
universal de la energía habría un momento en el que cesaría todo movimiento. La
interminable fiesta de la cerveza de Benny Profane por fin acabaría.
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