Los lenguajes de la verdad, Salman Rushdie, p. 258
Lo más difícil para el adaptador
son los textos cuya esencia reside en el lenguaje, lo que tal vez explique por qué
todas esas películas de García Márquez eran tan malas, por qué nunca se han
hecho buenas películas de las obras de Italo Calvino o Evelyn Waugh (aunque hay
muchas versiones esnobs de Retorno a Brideshead), por qué fracasan tan a menudo
las películas de Herningway ( estoy pensando en El viejo y el mar, con Spencer
Tracy a la deriva con un pez muerto), y por qué incluso un intento digno corno
el de Joseph Strick de filmar el Ulises de Joyce en 1967 no llega a estar a la
altura del original, a pesar de tener el reparto perfecto, con Milo O'Shea en
una encarnación extraordinaria de Leopold Bloom, y Maurice Roeves corno un
Stephen Dedalus más que adecuado. Hay que decir que en la escena final del
Ulises de Strick, cuando Barbara Jefford en el papel de Molly Bloom se revuelca
promiscuamente en su lecho conyugal y pronuncia en voz en off el monólogo más
grandioso de cualquier novela, y ella dice sí dice sí dice sí, el mundo de la
lengua de Joyce cobra por fin plena vida.
¿Qué es lo esencial? Esta es una
de las grandes preguntas de la vida y, corno he señalado, surge en otras adaptaciones
además de en las artísticas. Antes de acabar, me gustaría retornar el tema de
esas otras adaptaciones reales en las que la «obra» que hay que adaptar somos nosotros.
El texto es la sociedad humana y el individuo humano, aislado o en grupo, la
esencia que hay que conservar es una esencia humana, y el resultado es el mundo
plural, híbrido y mestizo en el que todos vivimos hoy día. La adaptación corno
metáfora, como traslado, que es el significado literal derivado del término
griego, y de la palabra relacionada traducción, otra forma de traslado, pero
esta vez derivada del latín.
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