Demonios íntimos, Rubert de Ventós, p. 251
«El asco, la repugnancia incluso,
son virtudes fundamentales. Y sólo dos disciplinas, lo tengo escrito en algún
lugar,sólo dos disciplinas pueden liberarnos de ese asco: la abstinencia y el
desenfreno, el ejercicio de la carne o la castidad.» Está claro que el sexo (
él tal vez diría «el amor carnal») planea siempre por encima o por debajo de
sus ficciones. Pero con frecuencia parece que trata de exorcizar ese deseo prohibiéndose
directamente representarlo. Es el sexo o el amor lo que rodea, por ejemplo, La
intriga, su mejor obra según ha dicho él mismo. En ella aparecen el amor y el
sexo como trasfondo, pero el verdadero tema es la rivalidad, la complicidad y
la venganza: la camaradería entre los dos hermanos que acaban por matar a la
mujer a la que ambos desean y que habría podido separarlos. Como en otros cuentos
o poemas suyos, el amor obra aquí como coartada para describir el grado cero de
la violencia, el conato de la agresión, la ejecución en suspenso, la pura
agresividad contenida del cuchillero presto o del tigre inmóvil pero listo para
saltar y «que va cumpliendo en Sumatra o en Bengala su rutina de amor, de ocio
y de muerte».
La crueldad, la violencia
contenida, he aquí algo que seduce a Borges al tiempo que lo rechaza. Una primera
muestra de esta seducción nos la da el tono beligerante de sus declaraciones
pacifistas y la propia evocación de su abuelo: el heroico general Borges,
muerto en una batalla con los indígenas, donde quedó solo y siguió avanzando
solo, trotando en su caballo blanco, contra un enemigo que lo acribilló a balazos.
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