Hacia la estación de Finlandia, E. Wilson p. 473
En Siberia se dedicó por fin a
estudiar a fondo la economía marxista. Durante su encarcelamiento en Odesa
todavía había seguido resistiéndose al marxismo, pero la lectura -que la
soledad hacía forzosamente intensiva- de las revistas históricas y religiosas de
carácter conservador, que formaban la biblioteca de la cárcel y que eran al principio
el único material del que podía disponer, le impulsó a bus: car por sí mismo la
explicación de una cuestión histórica concreta: el · desarrollo de la
francmasonería en Europa desde principios del siglo XVII. Hasta entonces no
había aceptado el materalismo histórico, y consideraba los fenómenos de la
historia corno el resultado de una diversidad de factores, pero cuando empezó a
recibir libros de fuera, pudo leer la traducción de algunos ensayos del
filósofo italiano y marxista-hegeliano Labriola, que le llevaron a plantearse
la cuestión de cómo surgen tales factores. El leitmotiv de Labriola: «Las ideas
no caen del cielo» no se le iba de la imaginación y empezó a comprender .e el
progreso de la francmasonería era un intento de la vieja clase artesana para
mantener, durante el periodo de la disolución de los germios medievales, un
sistema ético cuya existencia amenazaba la desintegración de sus instituciones
sociales. Cuando, en viaje hacia Sieria, ingresó en la cárcel de Moscú, oyó por
primera vez hablar de Lenin y leyó El desarrollo del capitalismo en Rusia. En
Siberia estudió Das Kapital; y cuando se evadió del destierro era ya un
marxista convencido capaz de polemizar en defensa de sus teorías.
La doctrina de los
socialdemócratas se había ido abriendo camino hacia el este a lo largo de la
línea del ferrocarril Transiberiano, y Lev Davídovich escribía proclamas en su
nombre. El espíritu de la revolución se difundía de nuevo en Rusia. Cuando
conocieron la excomunión de Tolstói por herejías tales como negar la Inmaculada
Concepción, al principio se quedaron de piedra, pero luego se tranquilizaron. «Estábamos
seguros de que, tarde o temprano, acabaríamos con aquel manicomio.» El
movimiento terrorista cobró nuevos alientos y dos ministros fueron asesinados,
pero los exiliados socialdemócratas se declararon en contra de esa estrategia.
Lev Davídovich recibió en 1902, con año y medio de retraso, algunos ejemplares
de Iskra escondidos en las tapas de unos libros. Luego llegó ¿Qué hacer? El
joven Bronstein ya había escrito y difundido entre los grupos exiliados un ensayo
sobre la importancia de organizar un partido socialdemócrata centralizado; y
ahora veía que los camaradas de Occidente iban más deprisa que él. Tenía
vehementes deseos de estar allí, de estar con ellos.
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