El hombre sin atributos, R. Musil
-Señor bibliotecario-exclamé-, no se vaya sin revelarme antes el secreto de que usted se sirve para desenvolverse en este ... manicomio de libros.
-Señor general-dijo-, ¿desea saber cómo me las arreglo para conocer todos los libros? Se lo puedo comunicar ahora mismo: ¡no leyendo ninguno!
Ya te digo, ¡a poco no resisto más! Pero él, advirtiendo mi sobresalto, pasó a explicarme su afirmación. El secreto de todos los buenos bibliotecarios está en no leer nada de la Literatur a ellos encomendada, exceptuados los títulos e índices.
-El que se detiene en su contenido está perdido como bibliotecario- así me lo declaró-. Nunca obtendrá una idea de conjunto.
Le pregunté decepcionado:
-Entonces, ¿usted no ha leído nunca libro alguno de los aquí expuestos?
-Jamás, excepción hecha de los catálogos.
-¿Y es usted doctor?
-Claro que lo soy; incluso profesor de la universidad, Privatdozent de ciencia bibliotecaria. Es una auténtica ciencia-comentó-.
Te confío que, cuando se fue y me dejó solo, tuve ganas de hacer una de dos: o prorrumpir en lágrimas o encender un cigarrillo, pero ninguna de las dos cosas me estaba allí permitida.
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