Aniquilación, Michel Houellebecq, p. 536
En realidad, hasta fecha muy
reciente los códigos de cortesía vigentes en su medio social no habían
restablecido la obligación de encubrir la propia agonía. La enfermedad en
general había sido la primera en convertirse en obscena, el fenómeno se había
propagado en Occidente a partir de los años cincuenta, primero en los países
anglosajones; cualquier enfermedad, en cierto sentido, era ahora vergonzosa, y
las mortales eran naturalmente las más vergonzosas de todas. Por otra parte, la
muerte era la indecencia suprema, enseguida acordaron ocultarla todo lo
posible. Se abreviaron las ceremonias funerarias; la innovación técnica de la incineración
permitió acelerar sensiblemente los procedimientos, y en los años ochenta la
situación ya estaba más o menos resuelta. Mucho más recientemente, las capas
más ilustradas y progresistas de la sociedad habían optado por esconder
asimismo la agonía. Se había vuelto inevitable, los moribundos habían
defraudado la esperanza que se depositaba en ellos, a menudo habían sido
reticentes a aceptar que su defunción fuera motivo de una megajuerga, se habían
producido episodios desagradables. En estas circunstancias, las capas más
ilustradas y progresistas de la sociedad habían pactado silenciar la
hospitalización, la misión de los cónyuges, o, en su defecto, de los familiares
más cercanos, era presentarla como un período de vacaciones. Si se prolongaba excesivamente,
algunos habían recurrido a la falacia ya más insegura de un año sabático, pero
que apenas resultaba creíble fuera de los ambientes universitarios; de todos
modos, rara vez era necesaria, las hospitalizaciones largas habían pasado a ser
la excepción, ya que la decisión de la eutanasia solía tomarse al cabo de unas
semanas y hasta de unos días. La dispersión de las cenizas la realizaba anónimamente
un miembro de la familia cuando había alguno, y si no un joven empleado de la
notaría. Esta muerte solitaria, más solitaria de lo que había sido nunca desde los
albores de la historia humana, había sido ensalzada en los últimos tiempos por
los autores de diversas obras de autoayuda, los mismos que unos años antes
enaltecían al dalái lama y más recientemente habían abrazado la ecología fundamental.
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