Hacia la estación de Finlandia, E. Wilson, p. 148
Pero de estos experimentos el que
más éxito tuvo fue el de la Comunidad Oneida, en el estado de Nueva York, que
duró treinta y dos años, de 1847 a 1879, conservando siempre su base
colectivista original. Su jefe,John Humphrey Noyes, fue con mucho la
personalidad más extraordinaria producida por este movimiento en América.
Procedía de Brattleboro, Vermont.
Había nacido en 1811 en el seno de una familia con cierto prestigio político.
Estudió para pastor protestante en Yale, pero pronto abrazó la herejía del
perfeccionismo. Según esta doctrina, no es preciso morir para salvarse: cabe
liberarse del pecado en este mundo. Una visita a la ciudad de Nueva York, que
no conocía, llenó de pánico al joven Noyes, que sintió que las tentaciones de
la carne lo arrastraban a los umbrales del infierno. Sin poder conciliar el
sueño, solía deambular durante la noche por las calles y entraba en los
burdeles a predicar la salvación a sus clientes. A diferencia de los otros
socialistas de la época (Joseph Smith es su contrapartida religiosa), le
preocupaba enormemente la cuestión sexual; en la comunidad que más tarde fundó
inventó una técnica para fa práctica del amor que, al eliminar el riesgo del embarazo,
situaba el amor sobre una nueva base comunitaria. En esta comunidad se llegó a
autorizar en algunos casos el nacimiento de hijos ilegítimos. Empezando con los
miembros de su propia familia, Noyes ejerció una influencia tan poderosa sobre
sus adeptos y se impuso a sí mismo una disciplina tan estricta que pudo controlar
las situaciones difíciles que surgieron; y realmente consiguió, para
satisfacción propia y de los respetables habitantes de Vermont, separar el
placer sexual de los conceptos de infierno y pecado, e incluirlo dentro de los
instrumentos para la salvación sobre la tierra.
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