No podría escribir mis memorias, porque sencillamente no las tengo. Las incidencias ordinarias y las rutinas de la vida cotidiana llegan y se me olvidan inmediatamente; y, sobre todo, a la altura de los ochenta años, se me han olvidado. Sólo recuerdo algunos episodios sueltos y las ocasiones más importantes. No puedo no citar a Jorge Luis Borges: «Muchas cosas he leído y pocas he vivido», pero matizando pocas que tenga presentes y no demasiadas de las muchas.
Los textos que he reunido aquí
versan sobre autores, filólogos o afines a la filología, a quienes en su gran
mayoría he conocido personalmente y hacia quienes profeso una lunga fedeltá (para
decirlo con uno de ellos, Gianfranco Contini). Leerlos y tratarlos han sido,
ellas sin duda, ocasiones importantes. Las semblanzas y notas críticas que les
he dedicado y ahora recojo pueden quizá ofrecer un panorama, no desdeñable por
más que parcial, de los estudios literarios a lo largo de un siglo. Pero para
mí son sustancialmente un testimonio de gratitud.
Con las excepciones de rigor, me
ciño a los aspectos profesionales y técnicos de los trabajos abordados, pero al
elegirlos he tomado en cuenta y acentuado discretamente el perfil humano de los
autores. Ojalá el lector de estas páginas se sienta atraído por esa imagen y
añore haberlos conocido y haber trabado con ellos los lazos que yo tuve.
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