Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

Tenochtitlán


Imaginar el mundo, Carlos Fuentes, p. 64

Cuando llegaron los españoles, la Ciudad de México, Tenochtitlán, era una de las ciudades más grandes del mundo. Los españoles habían encontrado aldeas en el Caribe, pueblos dispersos, pero al ascender a la Ciudad de México en 1519 se encontraron con una ciudad de medio millón de habitantes. Berna! Díaz del Castillo lo describió muy bien cuando dijo que era una ciudad muy grande, con un comercio y una actividad política que la convertían en una metrópoli comparable a cualquiera de Europa. La conquista de México fue terrible. Se trató de un acto de sangre y de demolición de la cultura previa, que fue sustituida por la nueva. Caminar por El Zócalo es una experiencia muy conmovedora porque dices: donde está la catedral estaba el teocali del templo azteca; donde está el palacio de los virreyes, que hoy en día es el palacio presidencial, estaba el palacio de Moctezuma; donde está el ayuntamiento de la Ciudad de México estaba el lugar donde Moctezuma tenía enanos, jorobados, albinos y pavos reales. Esa sí que era toda una ciudad proliferante, inmensa y vital, que Hernán Cortés decidió destruir para crear una ciudad nueva, que es la ciudad que conocemos y queremos, pero que también contiene la ciudad que lamentamos. Lamentamos la pérdida de esa ciudad antigua que es Tenochtitlán. Ha habido excavaciones que van hasta lo profundo de la plaza de la Constitución, del Zócalo, donde vemos las huellas de la vieja cultura. Sabemos que la catedral de México está construida con las piedras de las pirámides aztecas. De manera que hay ahí una especie de melancolía, de sentido de la pérdida, de gusto y de gloria por lo que se hizo después, que nos convierte a los mexicanos en seres muy conflictivos, porque cargamos sobre las espaldas una cultura muerta que, sin embargo, tenía una gran poesía, una gran arquitectura y muchas cosas maravillosas que afortunadamente entraron en gran medida al mestizaje mexicano. México es un país mestizo: solo hay  un 10 por ciento de gente blanca, un 10 por ciento de indígenas puros y un 80 por ciento de mestizos. Yo creo que el mestizaje es lo que nos permite admitir el pasado que no tuvimos o que tenemos solo en la memoria, y un presente conflictivo; los mexicanos vivimos en varios tiempos y por eso es muy fácil escribir novelas en México. Uno se ubica en el presente, pero el pasado toca la puerta y el futuro asoma las narices. Tenemos constantemente la multiplicidad del tiempo, la coexistencia de tiempos como una realidad, que no es una invención literaria, sino una realidad mexicana. ¿Por qué los pueblos se llaman San Juan Atotonilco o San Juan Chinameca? ¿Por qué tienen el nombre español cristiano y el indígena? ¿Por qué tenemos tantas añoranzas de un mundo desaparecido? ¿Por qué nos cuesta tanto modernizarnos? ¿Por qué nuestra modernidad a veces suena hueca? ¿Cómo nos acoplamos a un pasado tan difícil y conflictivo como el de México? Yo escribo novelas a ver si esfumo un poco mis propios fantasmas, pero creo que en el cine, en la pintura y en la música mexicanos se encuentra siempre ese conflicto entre el mundo desaparecido, el mundo por aparecer y el presente del que se hacen las cosas.


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