Nos RODEABAN PALMERAS
... RECUERDO LOS PRIMEROS
MOMENTOS. Hay una escena que regresa con frecuencia a mi memoria, aunque
resulta arbitrario resaltarla.
Apenas quedaba una hora de luz.
Pusimos las maletas en un rincón y miramos alrededor. La exótica pobreza de nuestro
alojamiento (no más de ocho metros cuadrados con una ventana cubierta con tela
de saco y dos colchones viejos de gomaespuma sobre sendos camastros de madera y
cuerda trenzada) habría merecido un comentario, pero hablé animado por la
novedad de estar solos:
-Es una pena la compañía.
-Ten cuidado, te pueden oír.
Marta se había agachado y buscaba
algo en su maleta, y no repliqué hasta que se incorporó:
-Olvidas que no hablan español.
Tenía en una mano una tela
coloreada que habíamos comprado el día anterior, y en la otra la mosquitera de
la que no nos desprendíamos desde el
comienzo del viaje. La tendió hacia mí.
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