Antiguamente ahorcaban a la gente
en Four Turnings. Ahora ya no. Ahora los asesinos cumplen el castigo por su
crimen en Bodmin, después de un juicio en Assizes. Es decir, si la ley los
condena antes de que los mate su propia conciencia. Es mejor así, como una
operación quirúrgica. Y entierran el cadáver como Dios manda, aunque en una tumba
sin nombre. Cuando yo era pequeño no era así. Recuerdo que, siendo niño, vi a
un hombre ahorcado en el cruce de los
cuatro caminos. Le habían untado la cara y el cuerpo con pez para que se
conservara. No lo bajaron de allí hasta cinco semanas después, y yo lo vi la
cuarta.Pendía de la horca entre el firmamento y la tierra o, como me dijo mi
primo Ambrose, entre el Cielo y el Infierno. Al Cielo no llegaría nunca y el
Infierno que conocía lo había perdido para siempre. Ambrose lo tocó con el
bastón. Lo veo, ahora como aquel día, moviéndose con el viento como una veleta
en un pivote oxidado, triste pelele de lo que había sido un hombre. La lluvia
le había podrido los pantalones, si no el cuerpo, que colgaban de sus hinchadas
piernas hechos jirones, como papel mojado. Era invierno y, para celebrarlo,
algún gracioso le había puesto una ramita de acebo en la chaqueta. No sé por
qué, pero, con siete años de edad, me pareció el colmo del ultraje, aunque no
dije nada.
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