INTRODUCCIÓN
Cuando empecé a trabajar en el presente texto, lo hice partiendo de dos errores de concepción. El
primer error consistía en pensar que Baroja ocupaba un lugar ilustre en la
historia de la literatura española. No tardé, sin embargo, en percatarme de que
no era así, o, al menos, de que no lo era en el sentido que yo daba a la
expresión, esto es, al de haber entrado Baroja en el mausoleo de los escritores
sancionados por el tiempo. Con grata sorpresa vi que Baroja seguía siendo un
escritor actual, cuya obra se resistía a abandonar en las librerías el sector
de "Narrativa" o incluso el de "Novedades" para ocupar otro
más digno pero menos vivo en el de "Clásicos".
Con esto quiero decir que el lector no especializado sigue leyendo
novelas de Baroja "de ida", o "por saber qué pasa", como
las de cualquier otro autor contemporáneo, sin ninguna intención historicista o
literaria, es decir, académica. Entre los novelistas españoles antiguos y
algunos no tan antiguos, éste es un privilegio que, si no me equivoco, la obra
narrativa de Baroja comparte únicamente con La Regenta de Clarín.
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