Fin, KO Knausgard, p. 712
El exterminio judío tuvo lugar
fuera del lenguaje, no fue denominado, fue un suceso mudo, y los propios judíos
también estaban fuera del lenguaje, desterrados en sus cuerpos, en «eso”, la
nada de lo innominado, que también acabó por ser aniquilada. Una de las escenas
más significativas de Shoah es la entrevista con Czeslaw Borowi, que durante la
guerra vivía aliado de la estación de ferrocarril de Treblínka, por aquel
entonces un joven que todos los días veía llegar trenes repletos de judíos, los
veía esperar su turno, poco a poco completamente consciente de lo que estaba
ocurriendo a sólo unos cientos de metros de allí. En medio de la descripción de
lo que veía se pone de repente a imitar las voces de los judíos de los
abarrotados vagones. Ra ra ra ra, dice. Ra rara ra. Parecen sonidos como de un
animal o un pájaro. Para él era su lenguaje.
Richard Glazar, que iba en uno de
los trenes, en un vagón de pasajeros normal, con asientos, como si fuera de
vacaciones, cuenta que después de la
estación de Treblinka el tren iba despacio, a paso de tortuga a través del
bosque, era verano y hacía calor, y vieron a un joven que les hacía señas. El
joven se pasó la mano rápidamente por la garganta, como señalando que los iban
a degollar. Glazar no entendió el gesto. Dos horas después todos sus compañeros
de viaje se habían convertido en cenizas. Él se salvó, ellos necesitaban fuerza
de trabajo y Glazar sobrevivió.
También Czeslaw Borowi hace ese
gesto cuando es entrevistado, se pasa la mano rápidamente por la garganta, y dos
hermanos que vivían en una granja aliado del campo, y que escuchaban los gritos
de horror y notaban el olor a cadáveres podridos y quemados todos los días mientras
araban la tierra y cuidaban de sus animales -el olor se percibía a una
distancia de varios kilómetros-, también hicieron el mismo gesto varias veces
seguidas. Uno de esos hermanos es el que se lo habría hecho a Glazar. Ese
gesto, aunque no directamente sádico, al menos lleno de regodeo, era la única
comunicación que existía entre ellos y los judíos. Rara ra era el lenguaje de
los judíos dirigido a ellos, el corte de la garganta era el lenguaje de ellos a
los judíos. Lo que se pone de manifiesto en esta escena es que los
entrevistados no son conscientes de lo que revelan. Son obviamente antisemitas,
y aunque se encuentran entre los pocos que han sido testigos del exterminio, no
saben lo que implica, no hay perspectiva de la dimensión de la catástrofe
humana. Resulta doloroso ver cómo revelan su infinita falta de juicio, porque sólo
pueden hacerlo en su inocencia. No saben.
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