l. NOCHE DE REYES
La víspera del atentado fui al
teatro con Nina. Fuimos al Théatre des Quartiers d'Ivry, en las afueras de
París, a ver Noche de Reyes, una obra de Shakespeare que no había leído o de la
que no me acordaba. El director escénico era amigo de Nina. Yo no lo conocía e
ignoraba por completo su trabajo. Nina había insistido para que la acompañara.
Estaba feliz de mediar entre dos personas que le caían bien, un director de
escena y un periodista. Fui con las manos en los bolsillos y el ánimo sereno. No
había ningún artículo previsto, lo cual es siempre la mejor manera de terminar
escribiendo uno, cuando se hace por entusiasmo y en cierto modo de improviso.
En esos casos, el joven que en su día iba al teatro coincide con el periodista
en que se ha convertido. Después de un momento más o menos largo de vacilación,
timidez y aproximación, el primero contagia al segundo su espontaneidad, su incertidumbre
y su virginidad, y abandona la sala para que el otro, bolígrafo en mano, pueda
retomar su actividad y, desgraciadamente, su seriedad.
No soy ningún especialista en
teatro, aunque siempre me ha gustado ir. Nunca he pasado en él cinco o seis noches
a la semana, y no me considero un crítico de verdad. Antes que nada fu¡
reportero. Me convertí en crítico por casualidad, y lo seguí siendo por
costumbre y tal vez por dejadez. La crítica me ha permitido pensar -o tratar de
pensar- en lo que veía y darle una forma efímera poniéndolo por escrito.
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