Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 955. MAQUINAS COMO YO / IAN MCEWAN


Era el anhelo religioso con el don de la esperanza; era el santo grial de la ciencia. Nuestras ambiciones fluctuaban -más alto, más bajo- gracias a un mito de la creación hecho real, a un acto monstruoso de autoamor. En cuanto fuera factible, no tendríamos otra opción que seguir nuestros deseos y atenernos a las consecuencias. En términos más elevados, aspirábamos a escapar de nuestra mortalidad, a enfrentarnos o incluso reemplazar la divinidad mediante un yo perfecto. En términos más prácticos, pretendíamos diseñar una versión mejorada, más moderna de nosotros mismos y exultar de gozo con la invención, con la emoción del dominio. En el otoño del siglo XX, llegó al fin el primer paso hacia el cumplimiento de un viejo sueño, el comienzo de la larga lección que nos enseñaríamos a nosotros mismos: que por complicados que fuéramos, por imperfectos y difíciles de describir -aun en nuestros actos y modos de ser más sencillos-, se nos podía imitar y mejorar. Y heme ahí a mí de joven, un adoptante precoz y ansioso en aquel frío amanecer.
Pero los humanos artificiales eran ya un lugar común desde mucho antes de su advenimiento, de forma que, cuando llegaron, para algunos fueron una decepción.

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