El antropólogo inocente, Nigel Barley, p. 97
El objeto de mi estudio es un
pueblo sexualmente activo desde una edad relativamente temprana. Puesto que no
saben qué edad tienen, hay que calcularlo a ojo y parece que inician la
exploración hacia los ocho años. La actividad sexual no es desaconsejada, pero
la promiscuidad desenfrenada no está bien vista. Aunque se permite que un chico
pase la noche con una chica en su choza, se espera que la madre esté al tanto.
Las relaciones sexuales empeoran con la pubertad. El embarazo prematrimonial no
constituye deshonra, al contrario, se considera una prueba de que la muchacha
es fértil; sin embargo, la menstruación es causa de imbecilidad si un hombre
entra en contacto con ella. La circuncisión añade nuevas complicaciones. Ésta
puede realizarse a cualquier edad entre los diez y los veinte años, sometiendo
simultáneamente a dicha operación a todos los jóvenes de la localidad. Un
hombre puede casarse e incluso tener hijos antes de ser circuncidado; se
conocen casos de padres que son circuncidados al mismo tiempo que sus hijos, aunque
no es frecuente. Sin embargo, los hombres no circuncidados tienen un aura de
femineidad. Se les acusa de emitir el hedor de las mujeres como consecuencia de
la suciedad de sus prepucios, no se les permite participar en los actos sólo
para hombres y son enterrados con las mujeres. Pero lo peor de todo es que no
pueden jurar por sus cuchillos. El juramento más fuerte que se puede pronunciar
en el país Dowayo es Dang mi gere, «Mirad mi cuchillo». Hace referencia al
cuchillo de la circuncisión, un potente objeto que sirve para matar brujas y desde
luego mataría a cualquier mujer. Si un hombre dirige tal juramento a una mujer
es que está muy enfadado y seguramente le va a dar una paliza. Los hombres no
circuncidados que lo utilizan son blanco de despiadadas burlas y si persisten
en ello se les golpea; cuando lo usaba yo se mondaban de risa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario