El colgajo, Philippe Lançon, p.257
Juan me manda un texto de
Nietzsche, «Sabiduría en el doIor”: «En el dolor hay tanta sabiduría como en el
placer: se cuenta, igual que este, entre las fuerzas de primer rango
conservadoras de la especie. Si no fuese una de ellas, el dolor habría perecido
hace largo tiempo; que duela no es un argumento contra él, es su esencia. Oigo
en el dolor la voz de mando del capitán del barco: "¡Arriad las
velas!" El intrépido navegante "hombre" tiene que haberse
ejercitado en recoger velas de mil maneras, pues de lo contrario se extinguiría
demasiado deprisa, y el océano se lo tragaría demasiado pronto. Tenemos que
saber vivir también con energía reducida: tan pronto el dolor emite su señal de
seguridad, ha llegado el momento de reducir la energía, pues se acerca algún
gran peligro, una tormenta, y haremos bien en "hinchar las velas" lo
menos posible. Es verdad que hay personas que cuando se acerca el gran dolor
oyen justo la voz de mando opuesta, y que nunca tienen una mirada más
orgullosa, belicosa y feliz que cuando se levanta tormenta; es más, ¡el dolor
mismo les da sus momentos más sublimes! Son las personas heroicas, las grandes
traedoras de dolor del género humano: aquellas pocas o excepcionales personas
que necesitan la misma apología que el dolor como tal, ¡y, en verdad, no se les
debe negar! Son fuerzas de primer rango conservadoras de la especie,
fomentadoras del desarrollo de la especie: aunque solo sea porque se oponen a
la comodidad y no ocultan su repugnancia por esa especie de felicidad.» Le
contesto: «Como de costumbre, Nietzsche da fuerza a los que ya la tienen.»
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