Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

SANCHO PANZA

Iluminaciones, Walter Benjamin, p. 179

Se cuenta que, en un pequeño pueblo jasídico, se encontraban los judíos una noche en una fonda miserable, al final del sabbat. Eran todos vecinos del pueblo, menos uno al que nadie conocía; pobre y andrajoso, masticaba algo en una esquina oscura al fondo. Los temas de conversación iban sucediéndose, hasta que a uno se le ocurrió preguntar a los demás qué elegirían de concedérseles un deseo. Uno pidió dinero, el otro un yerno, el tercero un nuevo banco de carpintero [ ... ].Todos expresaron sus deseos hasta que no quedó más que el mendigo en su rincón oscuro. Vacilando y a regañadientes aceptó revelarlo también él. «Ojalá fuera un poderoso monarca y reinara sobre un vasto país. Quisiera que, de noche, estando dormido en mi palacio, el enemigo irrumpiera en mis tierras y, antes del amanecer, sus jinetes llegaran a las puertas de mi castillo sin encontrar ninguna resistencia, de manera que del susto me despertaría y, sin tiempo siquiera para vestirme y en camisón, emprendería la fuga a través de montañas, bosques y ríos, noche y día, sin descanso, hasta llegar aquí, a este banco en vuestro rincón. Eso es lo que yo desearía.” Los demás se miraron entre sí, atónitos. “Pero ¿qué ganarías con ese deseo?”, atinó a preguntar uno. «Un camisón”, fue la respuesta.

LA CONSTRUCCION DE LA MURALLA CHINA

Iluminaciones, Walter Benjamin, p. 147
Comenzaré con una pequeña narración extraída de la obra que lleva el título de esta conferencia y que pondrá de manifiesto dos cosas: la magnitud de este escritor y la dificultad de articular sobre ella un testimonio coherente. Kafka simula contar una fábula china; la historia dice así:
Se cuenta que el emperador te ha mandado a ti, un pobre individuo, un lamentable súbdito, una diminuta sombra escondiéndose del sol imperial en la más lejana de las lejanías, a ti precisamente, un mensaje desde su lecho de muerte. Mandó que se arrodillase un mensajero junto a la cama y le susurró el mensaje al oído; tanto le importaba que se lo hizo repetir luego a su oído. Con movimientos de cabeza fue corroborando la exactitud de lo dicho. Y, ante todos los espectadores de su muerte -pues las paredes que impedían la vista de su alcoba habían sido derribadas y en las anchas escalinatas que serpenteaban hacia lo alto se hallaban reunidos todos los grandes del reino--, ante todos ellos, despachó al mensajero. Este se puso enseguida en camino: un hombre fuerte, incansable; lanzando hacia delante ahora un brazo, luego el otro, se va abriendo paso entre la multitud; si encuentra resistencia, muestra sobre su pecho el signo del sol; avanza con más facilidad que nadie. Pero la multitud es incalculable; y los aposentos no tienen fin. Si saliese al campo libre, cómo volaría y qué pronto oirías en tu puerta la espléndida llamada de sus puños. En lugar de ello, se consume en un esfuerzo inútil. Todavía se está abriendo paso por las más recónditas estancias del palacio; nunca llegará más allá; y, si lo consiguiera, nada se ganaría con ello; tendría que seguir abriéndose paso por las escaleras; y, aunque lo consiguiera, tampoco se habría ganado nada; tendría entonces que habérselas con los patios; y, tras los patios, el segundo palacio circundante; y otra vez escaleras y patios; y otra vez un palacio; y así a lo largo de milenios; y, si por fin se precipitara al exterior por el portón más externo –cosa que nunca, nunca sucederá-, se encontraría en primer lugar con la capital del imperio, sede de la corte, centro del mundo, repleta hasta los topes de sus propios desechos. Nadie puede atravesar eso y menos aún con el mensaje de un muerto. Pero tú te sientas junto a tu ventana y sueñas con él cuando cae la tarde.

INCIPIT 902. CARVALHO / CARLOS ZANON


MADRID BARCELONA
No sé cuántos millones de cadáveres es ahora Madrid, pero sé de uno que se acaba de ir decepcionado de esta habitación, arrastrando las cadenas del Fantasma del Biblioteca Pasado cuando fue ganadora del Premio imponiéndose a argentinos, colombianos y otros entes lingüísticos amigos. Estoy desnudo en una amplia habitación del Hotel de las Letras, y en sus paredes hay palabras poderosas de Kapuscinski que no importa que igual no sean verdad. Palabras sobre una tribu que sólo tiene el pasado que puede alcanzar la memoria del más viejo. Adoro esas tribus, las que no olvidan, pero puestos a elegir prefiero las tribus que saben recordar y lo hacen.
La exescritora que aún no sabe que es ex ya se marcha. Se bambolea -cofre de madre astur y maneras de padre mexicano- al ritmo que ella misma marca en las teclas del móvil en el pasillo de acceso a los ascensores. Un «Estoy llegando» escrito con pericia sobre la pantalla del iPhone a su marido, un santanderino adicto al Frenado! en sobres y al Babelia de antes de que fuera de antes, prohombre de la edición dura en tapa blanda.
Qué largo el camino desde el deseo que no existía, la descarga y el «Mejor me voy».
Sí, mejor te vas.
Urgencias de huida.
Se va porque hoy no tenía que ser ella la que estuviera aquí, sino Mi Novia Zombie.

INCIPIT 901. EL REINO / GONÇALO M. TAVARES


La bandera de un país es un helicóptero: hace falta gasolina para mantenerla en el aire. La bandera no es de tela sino de metal; se agita menos al viento, ante la naturaleza.
Avanzamos sobre la geografía, estamos aún en el lugar de antes de la geografía, en la pregeografía. Después de la Historia no hay geografía.
El país está inacabado como una escultura. Fíjate en la geografía de un país: le falta terreno, escultura inacabada. Invade el país vecino para terminar la escultura, guerrero escultor.
La matanza vista desde arriba: escultura. Todos los restos de cuerpos pueden ser el inicio de otros asuntos.
Con fuerza arrancó del suelo un perro. No era un árbol pequeño, era un perro.
Los animales no resisten como el mundo botánico, ni como un sombrero. El sombrero vuela con el viento, el perro no, el árbol jamás. Pero a veces viene una perturbación media y la naturaleza muestra uno de sus lujos: la maldad. Vuelan el sombrero, los perros e incluso los árboles.

EL PROCES


Carvalho, Carlos Zanón, p. 321
-Concreta un poco, abogado -le digo, aunque ya sé a qué se refiere, quizás porque quiero que se refiera a otra cosa que no sea el Tema. Estamos en casa, en Vallvidrera, ya hemos · cenado: ha cocinado él unas perdices deliciosas que me han sentado como un tiro y por eso o con eso por excusa las macero con escocés. Tres de la madrugada, borracho, con ganas de que se marche y estar solo.
-Que esto está roto. Que vamos al Úlster. Hay sociedades que pueden vivir de espaldas unas a otras durante años, décadas, siglos. Habrá presos, habrá dolor, habrá sobreactuación, martirio, habrá toda la propaganda, en las dos trincheras, que te puedas imaginar, habrá por qué no pones la bandera, por qué no votas, habrá unos y otros, los buenos catalanes y los malos españoles ...
-Igual tiene que ser así. Igual somos esto.
-¿A qué te refieres?
-La civilización es una construcción cultural y no quiero ponerme pedante a menos que rellenes otra vez mi vaso. Si apartamos la educación, si retiramos manteles y cortinas, vestidos y maquillaje, sólo queda un hijo de perra como tú que daña al débil y ofrece su trasero al fuerte. La hipocresía nos permite seguir vivos.
-¿Cómo hemos llegado a esto? Todo es tan frágil. Y suerte a la Santa Madre Iglesia que todos creemos en el mismo Dios.
Me dan ganas de ponerme sentencioso. A veces ocurre hasta en los mejores tipos.
-La transición es una mentira que ya no nos sirve. Lo  bien que nos hubiera ido cortar la cabeza a un rey.
-Yo quiero la independencia, Pepe, pero, si es a costa de que no seamos amigos, renuncio a ello.
-Estás borracho. Mientras cocines así las perdices y me acompañes a los bares chinos seguiremos siendo amigos y me da igual qué nombre den a esto -digo golpeando con mi pie el suelo de mi salón.
-Tendríamos que tener a El Escritor para que nos explicara qué está pasando, qué va a pasar a continuación.
-Si pudiera levantarme del sofá, te abrazaba.
-¿Qué os pasa hoy a todos los hombres?
-No te enteras, Pepe. Los hombres ahora somos así: afectivos.

EL PROCESO


Carvalho, Carlos Zanón, p. 337
La cucharilla da vueltas al café en la terraza de Guifré. No hay apenas gente sentada, ha refrescado un poco, pero se presiente que la temperatura aumentará a medida que se cubran las horas de la mañana y la muchedumbre subirá y bajará por estas Ramblas, de Colón a Macia, y de Macia a Diagonal. Estamos ya a 16 de agosto, pero todo sigue igual: las heridas, la frustración, la tribu, el runrún de una sociedad ilusionada, obnubilada y asustada, estirando unos y otros una goma elástica con el objeto de que se rompa, algo reviente, que se hagan fotos y que Europa intervenga. Es como si este país no supiera andar sin que algún militar se sublevara en África cada cierto tiempo y que se aprovechara una crisis para apretar el botón de salida. La fascinación por el hombre de orden y por el bandolero existe. Orwell -que es algo más que una plaza que anda por el Raval- dejó escrito que los catalanes eran profundamente antifascistas en la misma medida que simpatizantes de lo totalitario: no cabe disidencia en la tribu, la paranoia del enemigo interior y exterior. Mucha gente está encontrando una manera sencilla de expiar su pujolismo y otra su ansia de revancha y sangre. Espero que todo reviente de una vez, pero que no haya ni un solo muerto. Pero me temo que unos y otros esperan que los haya para conseguir argumentos en esta tabla de ajedrez. Los generales de ejércitos en batallas siempre han sido unos asesinos. Lo de héroes, patriotas y estrategas ya llega cuando las interrupciones para publicidad y se abren las páginas de los libros de Historia.

DE LA GUERRA


El reino, Gonçalo M. Tavares, p. 93
No estoy constatando un hecho bueno, decía, sino tan sólo un hecho. Me atrevería incluso a decir que es un hecho malo, un hecho negativo para una sociedad que aspira a ser justa, pues la justicia empezará por la igualdad en el acceso a la vida y a la muerte o, en este caso, en la igualdad de facilidades que la muerte tiene para llegar a cualquier cuerpo. Claro que ellos tienen tantos hijos, decía Leo Vast siempre en el mismo tono, ellos tienen tantos hijos que, en cierto sentido, esa facilidad que tienen también para morir es una compensación natural llegada del otro lado. Digamos que la guerra es una herramienta para mantener más o menos equilibrada la proporción de pobres y ricos, decía. Tras un largo periodo de paz, en el que los pobres procrean a un ritmo cuatro o cinco veces superior al de los ricos, que son avaros hasta en el reparto de sus genes, es decir, tras un periodo en el que la estructura del mundo deja que los pobres aumenten su masa de un modo brutal, surge una guerra, llegada de no se sabe dónde, para restablecer de nuevo una relación cuantitativamente tolerable entre el pueblo y las élites. Y es que, pese a todo, el dinero tiene sus límites frente a la fuerza física, y si los adversarios se van multiplicando la competición puede entrar en una pendiente irreversible que conduzca a nuestra derrota. Y que me perdonen los pobres y las viudas, decía Leo Vast divertido, pero a nadie, a nadie en absoluto le gusta perder. Ni siquiera a los ricos.

DE LA MALDAD


El reino, Gonçalo M. Tavares, p. 23
Quien escucha podrá acumular conocimientos, pero esa acumulación no luchará contra la naturaleza. Ésta resiste bien a la inteligencia, al razonamiento y a la memoria del hombre: todas estas cualidades intelectuales son asuntos que conciernen exclusivamente al mundo de la ciudad, y lo que amenaza la naturaleza son las acciones: momentos en que los humanos abandonan la audición, e incluso el lenguaje del discurso, y pasan a querer hablar con el sentido del tacto, el único que puede alterar las cosas. Si los hombres, manteniendo su inteligencia incorrupta, fueran seres inmóviles, incapaces del menor movimiento, seguirían siendo menos poderosos que un solo metro cuadrado de tierra espontáneo. Quizá hubieran alcanzado un gran perfeccionamiento en el campo del pensamiento abstracto, matemático y lógico, pero no dejarían de ser una especie secundaria frente a las demás: las poseedoras de movimiento. Hasta el chucho más miserable se mearía en los pies de un hombre sumamente inteligente pero inmóvil. Si de pronto, en una hipótesis totalmente absurda, todos los humanos sufrieran un accidente como Clako, la especie humana desaparecería rápidamente en una generación. En una única generación desaparecerían, pues, la matemática y la lógica del mundo. Y la geometría. Y la literatura.
Si la matemática fuese realmente tan divina y universal, ¿cómo concebir que la eliminación de una única especie –el Hombre-, entre los miles de millones de especies existentes, pudiese eliminar por completo esa lógica de los números de la faz del planeta? Si lo que se encuentra diseminado entre más seres de la naturaleza recibe el nombre de divino, entonces divino es el movimiento y la capacidad de procreación; y la matemática, tan sólo la especialidad de una minoría.

INCIPIT 900. LA NOVELA DE PERON / TOMAS ELOY MARTINEZ


ADIOS A MADRID
Una vez más, el General Juan Perón soñó que caminaba hasta la entrada del Polor Sur y que una jauría de mujeres no lo dejaba pasar. Cuando despertó, tuvo la sensación de no estar en ningún tiempo. Sabía que era el 20 de junio de 1973, pero eso nada significaba. Volaba en un avión que había despegado de Madrid al amanecer del día más largo del año, e iba rumbo a la noche del día más corto, en Buenos Aires. El horóscopo le vaticinaba una adversidad desconocida. ¿De cuál podría tratarse, si ya la única que le faltaba vivir era la deseada adversidad de la muerte?
Ni siquiera tenía prisa por llegar a parte alguna. Estaba bien así, suspendido de sus propios sentimientos. ¿Y eso qué era? ¿Los sentimientos?: nada. Cuando mozo, le dijeron que no sabía sentir, sino representar los sentimientos. Necesitaba una tristeza o una señal de compasión, y ya: las pegaba con un alfiler sobre la cara. Su cuerpo vagaba siempre por otra parte, donde los afanes del corazón no pudieran lastimarlo. Hasta el lenguaje se le iba tiñendo de palabras ajenas: mozo, de prisa. Nada le había pertenecido, y él mismo se pertenecía menos que nadie. De un solo hogar disfrutó en la vida -estos últimos años, en Madrid-, y también acababa de perderlo.
Levantó la cortina de la ventanilla y adivinó el mar debajo del avión: es decir, la tierra de ninguna parte. Arriba, unas hebras amarillas de cielo se desplazaban perezosamente, de un meridiano a otro. El reloj del General señalaba las cinco, pero allí mismo, en ese punto móvil del espacio, ninguna hora llegaba a ser verdadera. Su secretario lo había retenido en la cabina de primera clase, para que se mantuviera fresco al llegar y la muchedumbre que lo aguardaba

INCIPIT 899. SEROTONINA / MICHEL HOUELLEBECQ


Es un comprimido pequeño, blanco, ovalado, divisible.
Me despierto hacia las cinco o a veces las seis de la mañana, la necesidad es extrema, es el momento más doloroso del día. Mi primer gesto es poner en marcha la cafetera eléctrica; la víspera he llenado el depósito de agua y de café molido el filtro (por lo general Malongo, con el café sigo siendo bastante exigente). No enciendo un cigarrillo hasta después de haber tomado un primer sorbo; es una obligación que me impongo, un éxito cotidiano que se ha convertido en mi principal fuente de orgullo (debo confesar, sin embargo, que las cafeteras eléctricas van muy rápido). El alivio que me produce la primera bocanada es inmediato, de una virulencia sorprendente. La nicotina es una droga perfecta, una droga simple y dura, que no proporciona ninguna alegría y se define totalmente por la carencia y por el cese de esa carencia.
Unos minutos más tarde, después de dos o tres cigarrillos, tomo un comprimido de Captorix con un cuarto de vaso de agua mineral, normalmente Volvic.

SEXO


Serotonina, Houellebecq, p. 270
Hacía mucho tiempo que tenía el proyecto de leer La  montaña mágica, de Thomas Mann, intuía que era un libro fúnebre, pero al fin y al cabo convenía a mi situación, era sin duda el momento. Así que me zambullí en su lectura, al principio con admiración, después con una creciente reserva. Aunque su extensión y sus ambiciones eran mucho más grandes, el sentido último de la obra era en el fondo idéntico al de Muerte en Venecia. Al igual que ese viejo imbécil de Goethe (el humanista alemán de tendencia mediterránea, uno de los  viejos chochos más siniestros de la literatura mundial), al igual que el héroe de La montaña mágica, Aschenbach (mucho más simpático, con todo), Thomas Mann, el propio Thomas Mann, y esto era sumamente grave, había sido incapaz de huir de la fascinación de la juventud y la belleza, que al final había situado por encima de todo, por encima de todas las cualidades intelectuales y morales, y a las cuales, a fin de cuentas, él también, sin la menor contención, se había entregado abyectamente. Así pues, toda la cultura mundial no servía para nada, toda la cultura del mundo no aportaba ningún beneficio moral ni ventaja alguna, puesto que por los mismos años, exactamente en los mismos años, Marcel Proust, al final de El tiempo recobrado, concluía con notable franqueza que no solo las relaciones  mundanas, sino incluso las relaciones de amistad, eran incapaces de ofrecer nada sustancial, eran pura y simplemente una pérdida de tiempo, y que el escritor, contrariamente a lo que cree todo el mundo, no necesitaba en absoluto conversaciones intelectuales, sino “amores ligeros con muchachas en flor”. En este estadio de la argumentación, me importa mucho sustituir «muchachas en flor» por «jóvenes coños húmedos»; esto contribuirá, me parece, a clarificar el debate sin detrimento de su poesía (¿qué hay más bonito, más poético, que un coño que empieza a humedecerse? Pido que lo piensen seriamente antes de responderme. ¿Una polla que inicia su ascensión vertical? Cabría sostenerlo. Todo depende, como muchas otras cosas en este  mundo, del punto de vista sexual que se adopte).

DIVORCIO


Serotonina, Michel Houellebecq, p. 181
-¿Vas a divorciarte? -pregunté, con la mayor calma y con un tono casi de indiferencia.
Él se desplomó literalmente en el sofá, le serví un vaso grande de vodka, necesitó por lo menos tres minutos para llevárselo a los labios, hubo un momento incluso en que tuve la sensación de que se iba a echar a llorar, cosa que habría sido embarazosa. Lo que tenía que contarme no tenía nada de original, las personas no solo se torturan unas a otras, sino que se torturan con una absoluta falta de originalidad. Naturalmente es penoso ver que alguien a quien has amado, con quien has compartido noches, despertares, quizá enfermedades, preocupaciones por la salud de los hijos, se transforme en cuestión de días en una especie de vampira, de arpía cuya avidez financiera no conoce límites; es una experiencia terrible de la que no te repones nunca del todo, pero quizá sea en cierto sentido saludable, la travesía de un divorcio es tal vez el único medio eficaz para poner fin al amor (en la medida, evidentemente, en que se considere que el fin del amor puede ser algo saludable), si yo, por mi parte, me hubiera casado con Camille antes de divorciarme de ella, quizá habría conseguido dejar de amarla; y fue justo en aquel momento, al escuchar el relato de Aymeric, cuando por primera vez, sin precaución, fabulación ni restricción de ninguna clase, dejé penetrar directamente en mi conciencia la evidencia penosa, atroz y letal de que todavía amaba a Camille; aquel cotillón empezaba en verdad mal.

FRANCO FRANCISCO


Serotonina, Michel Houellebecq, p. 33
Francisco Franco, independientemente de otros aspectos a veces objetables de su acción política, podía ser considerado el verdadero inventor a escala mundial del turismo de lugares con encanto, pero su obra no se detenía ahí, ese espíritu universal sentaría más adelante las bases de un auténtico turismo de masas (¡pensemos en Benidorm!, ¡pensemos en Torremolinos!, ¿existía en el mundo, en los años sesenta, algo comparable?), Francisco Franco era en realidad un auténtico gigante del turismo, y es con esta vara con la que acabaría siendo valorado, cosa que ya empezaban a hacer algunas escuelas de hostelería suizas, y, de un modo más general, en el plano económico el franquismo había sido recientemente objeto de estudios interesantes en Harvard y Yale, que mostraban cómo el caudillo, presintiendo que España nunca llegaría a subirse al tren de la revolución industrial que, preciso es decirlo, había perdido totalmente, había tenido la audacia de quemar las etapas invirtiendo en la tercera fase, en la fase final de la economía europea, la del sector terciario, el turismo y los servicios, dando así a su país una ventaja competitiva decisiva en el momento en que los asalariados de los nuevos países industriales, al acceder a un poder adquisitivo más alto, deseasen utilizarlo en Europa, ya en el turismo de lugares con encanto, ya en el de masas, de acuerdo con su posición social, aunque por el momento no había ningún chino en el parador de Chinchón, un par de universitarios ingleses de lo más corrientes aguardaban su turno detrás de nosotros, pero los chinos llegarían, vaya que si llegarían, no me cabía la menor duda a este respecto, quizá lo único que había que hacer era simplificar las formalidades en la recepción, las cosas habían Cambiado, se tenga el respeto que se tenga y se deba tener por obra turística del caudillo, era poco probable que ahora espías llegados del frío pensaran en infiltrarse en las huestes inocentes los turistas normales; los espías llegados del frío a su vez se habían convertido en turistas ordinarios, a semejanza de su jefe, Vladímir Putin, el primero de ellos.

CAPTORIX


Serotonina, Miche Houellebecq, p. 9
Los primeros antidepresivos conocidos (Seroplex, Prozac) aumentaban los niveles de serotonina en sangre inhibiendo su recaptación por las neuronas 5-HT l. El descubrimiento, a principios de 2017, del Cap ton D-L abriría la vía a una nueva generación de antidepresivos, con un mecanismo de acción finalmente más simple, ya que se trataba de favorecer la liberación por exocitosis de la serotonina producida al nivel de la mucosa gastrointestinal. A finales de año se comercializó el Capton D-L con el nombre de Captorix. Demostró de inmediato una eficacia sorprendente que permitía a los pacientes integrar con una facilidad inédita los ritos más importantes de una vida normal dentro de una sociedad evolucionada (higiene, vida social reducida a la buena vecindad, trámites administrativos sencillos) sin favorecer en modo alguno, a diferencia de los antidepresivos de la generación anterior, las tendencias suicidas o de automutilación.
Los efectos secundarios indeseables observados con mayor frecuencia con Captorix eran las náuseas, la desaparición de la libido, la impotencia.
Yo nunca había sufrido náuseas.

AMOR. HOMBRES


Serotonina, Michel Houellebecq, p. 58
El hombre, en principio, es más reservado, admira y respeta ese desenfreno emocional sin comprenderlo plenamente, le parece extraño complicar tanto las cosas. Pero poco a poco se transforma, poco a poco es absorbido por el vórtice de pasión y de placer creado por la mujer, más exactamente reconoce la voluntad de la mujer, su voluntad incondicional y pura, y comprende que esta voluntad, aunque la mujer exige el homenaje de las penetraciones vaginales frecuentes y de preferencia cotidianas, pues son la condición normal para que se manifiesten, es una voluntad en sí absolutamente buena en la que el falo, centro de su ser, cambia de estatuto porque se convierte asimismo en la condición de que sea posible manifestar el amor, ya que el hombre apenas dispone de otros medios, y merced a este curioso desvío la felicidad del falo pasa a ser un fin en sí mismo para la mujer, un fin que no tolera casi restricciones en cuanto a los medios empleados. Poco a poco, el inmenso placer que procura la mujer modifica al hombre, que le otorga agradecimiento y admiración, su visión del mundo se ve transformada, de manera imprevista accede a la dimensión kantiana del respeto, y poco a poco llega a contemplar el mundo de otra forma, la vida sin una mujer (e incluso, precisamente, sin esa mujer que le proporciona tanto placer) se vuelve realmente imposible y se asemeja a la caricatura de una vida; en este momento, el hombre empieza en verdad a amar. El amor en el hombre es, por tanto, un fin, una realización y no, como en la mujer, un comienzo, un nacimiento; he aquí lo que se debe considerar.


AMOR.MUJERES


Serotonina, Michel Houellebecq, p. 58
El amor en la mujer es un poder, un poder generador, tectónico, cuando el amor se manifiesta en la mujer es uno de los fenómenos naturales más imponentes que la naturaleza pueda ofrecernos contemplar, hay que considerarlo con temor, es un poder creativo del mismo tipo que un temblor de tierra o un trastorno climático, el origen de otro ecosistema, otro entorno, otro universo, con su amor la mujer crea un mundo nuevo, pequeñas criaturas aisladas chapoteaban en una existencia incierta y de pronto la mujer crea las condiciones de existencia de una pareja, de una nueva entidad social, sentimental y genética, cuya vocación es efectivamente eliminar todo rastro de los individuos preexistentes, la esencia de esta nueva entidad es ya perfecta como lo había advertido Platón, en ocasiones puede adquirir la complejidad de una familia pero es casi un detalle, al contrario de lo que pensaba  Schopenhauer, la mujer de todos modos se entrega por completo a esta tarea, se abisma en ella, se consagra en cuerpo y alma, como suele decirse, y por otra parte no hace en realidad la diferencia, esa diferencia entre cuerpo y alma no es para ella más que una disputa masculina intrascendente. Sacrificaría sin vacilar su vida a esta tarea que en realidad no lo es, porque es la manifestación pura de un instinto vital.

TIRANOS


El escándalo del siglo, GG Márquez, p. 285
Sin embargo, mi experiencia de escritor más difícil fue la preparación de El otoño del patriarca. Durante casi diez años leí todo lo que me fue posible sobre los dictadores de América Latina, y en especial del Caribe, con el propósito de que el libro que pensaba escribir se pareciera lo menos posible a la realidad. Cada paso era una desilusión. La intuición de Juan Vicente Gómez era mucho más penetrante que una verdadera facultad adivinatoria. El doctor Duvalier, en Haití, había hecho exterminar los perros negros en el país porque uno de sus enemigos, tratando de escapar de la persecución del tirano, se había escabullido de su condición humana y se había convertido en perro negro. El doctor Francia, cuyo prestigio de filósofo era tan extenso que mereció un estudio de Carlyle, cerró a la República del Paraguay como si fuera una casa, y sólo dejó abierta una ventana para que entrara el correo. Antonio López de Santa Anna enterró su propia pierna en funerales espléndidos. La mano cortada de Lope de Aguirre navegó río abajo durante varios días, y quienes la veían pasar se estremecían de horror, pensando que aun en aquel estado aquella mano asesina podía blandir un puñal. Anastasia Somoza García, en Nicaragua, tenía en el patio de su casa un jardín zoológico con jaulas de dos compartimientos: en uno, estaban las fieras, y en el otro, separado apenas por una reja de hierro, estaban encerrados sus enemigos políticos. Martínez, el dictador teósofo de El Salvador, hizo forrar con papel rojo todo el alumbrado público del país, para combatir una epidemia de sarampión, y había inventado un péndulo que ponía sobre los alimentos antes de comer, para averiguar si no estaban envenenados. La estatua de Morazán que aún existe en Tegucigalpa es en realidad del mariscal Ney: la comisión oficial que viajó a Londres a buscarla resolvió que era más barato comprar esa estatua olvidada en un depósito, que mandar hacer una auténtica de Morazán.
En síntesis, los escritores de América Latina y el Caribe tenemos que reconocer, con la mano en el corazón, que la realidad es mejor escritor que nosotros. Nuestro destino, y tal vez nuestra gloria, es tratar de imitarla con humildad, y lo mejor que nos sea posible.

DE LA REALIDAD


El escándalo del siglo, GG Márquez, p. 282
ALGO MÁS SOBRE LITERATURA Y REALIDAD
Un problema muy serio que nuestra realidad desmesurada plantea a la literatura es el de la insuficiencia de las palabras. Cuando nosotros hablamos de un río, lo más lejos que puede llegar un lector europeo es a imaginarse algo tan grande como el Danubio, que tiene 2. 790 kilómetros. Es dificil que se imagine, si no se le describe, la realidad del Amazonas, que tiene 5.500 kilómetros de longitud. Frente a Belén del Pará no se alcanza a ver la otra orilla, y es más ancho que el mar Báltico. Cuando nosotros escribimos la palabra «tempestad», los europeos piensan en relámpagos y truenos, pero no es facil que estén concibiendo el mismo fenómeno que nosotros queremos representar. Lo mismo ocurre, por ejemplo, con la palabra «lluvia”. En la cordillera de los Andes, según la descripción que hizo para los franceses otro francés llamado Javier Marimier, hay tempestades que pueden durar hasta cinco meses. “Quienes no  hayan visto esas tormentas -dice-, no podrán formarse una idea de la violencia con que se desarrollan. Durante horas enteras los relámpagos se suceden rápidamente a manera de cascadas de sangre y la atmósfera tiembla bajo la sacudida continua de los truenos, cuyos estampidos repercuten en la inmensidad de la montaña.” La descripción está muy lejos de ser una obra maestra, pero bastaría para estremecer de horror al europeo menos crédulo.
De modo que sería necesario crear todo un sistema de palabras nuevas para el tamaño de nuestra realidad. Los ejemplos de esa necesidad son interminables. E W. Up de Graff, un explorador holandés que recorrió el alto Amazonas a principios de siglo, dice que encontró un arroyo de agua hirviendo donde se hacían huevos duros en cinco minutos, y que había pasado por una región donde no se podia hablar en voz alta porque se desataban aguaceros torrenciales. En algún lugar de la costa caribe de Colombia, yo vi a un hombre rezar una oración secreta frente a una vaca que tenía gusanos en la oreja, y vi caer los gusanos muertos mientras transcurría la oración. Aquel hombre aseguraba que podia hacer la misma cura a distancia, siempre que le hicieran la descripción del animal y le indicaran el lugar en que se encontraba. El 8 de mayo de 1902, el volcán Mont Pelée, en la isla Martinica, destruyó en pocos minutos el puerto de Saint-Pierre y mató y sepultó en lava a la totalidad de sus 30.000 habitantes. Salvo uno: Ludger Sylvaris, el único preso de la población, que fue protegido por la estructura invulnerable de la celda individual que le habían construido para que no pudiera escapar.

DE LA GUERRA CIVIL


El escándalo del sigo, GG Márquez, p. 281
La historia que más me ha impresionado en mi vida, la más brutal y al mismo tiempo la más humana, se la contaron a Ricardo Muñoz Suay en 1947, cuando estaba preso en la cárcel de Ocaña, provincia de Toledo, España. Es la historia real de un prisionero republicano que fue fusilado en los primeros días de la guerra civil en la prisión de Ávila. El pelotón de fusilamiento lo sacó de su celda en un amanecer glacial, y todos tuvieron que atravesar a pie un campo nevado para llegar al sitio de la ejecución. Los guardias civiles estaban bien protegidos del frío con capas, guantes y tricornios, pero aun así tiritaban a través del yermo helado. El pobre prisionero, que sólo llevaba una chaqueta de lana deshilachada, no hacía más que frotarse el cuerpo casi petrificado, mientras se lamentaba en voz alta del frío mortal. A un cierto momento, el comandante del pelotón, exasperado con los lamentos, le gritó:
-Coño, acaba ya de hacerte el mártir con el cabrón frío. Piensa en nosotros, que tenemos que regresar.

WIKIPEDIA

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