Cartas
Es doloros depender de los pequeños estímulos
que las cartas dan
Charlotte Brontë a Ellen Nussey, 1850
A algunos amantes, el destino sólo les concede una opotunidad para que se conozcan. A otros, en cambio, les da muchísimas, de modo que su emparejamiento más bien parece obra de la prima del destino, la suerte. Cualesquiera que sean las circunstancias, sin embargo, debe darse un determinado número de condiciones para que se produzca ese acontecimiento fortuito. En el caso de Sara y Paul, fue la combinación de un seminario sobre novela británica moderna, una aburrida fiesta en vacaciones, la anglofilia en general y el vago parecido de Paul con Lawrence Oliver de joven en particular. Aprovecharon tantísimo su buena suerte que seis años más tarde seguían el uno al lado del otro, contemplando la muchedumbre, mirando de soslayo hacia la puerta y bebiendo un merlot barato en vasos de plástco.En cualquier caso, hasta en la más generosa de las predicciones, el destino tiene mucho que decir. Romeo y Julieta se conocieron un domingo y el jueves estaban muertos. Este era un hecho que Sara había descubierto en un seminario académico. "El amor y el tiempo en
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