Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

«Pueblo Negro»


Huaco retrato, Gabriela Wiener,p 109

A algunos metros de donde Charles da su discurso, en el Palacio del Trocadero, se levanta una de las atracciones más populares del recinto, el zoo humano «Pueblo Negro», que recrea una comunidad africana con cuatrocientos nativos auténticos importados para la ocasión, como un Disney del colonialismo. El museo se inspira en las exhibiciones humanas del zoólogo y capataz de circo alemán Carl Hagenbeck que seguirían funcionando hasta 1930 en el Jardín de Aclimatación de París, un lugar didáctico para enseñar a los franceses cómo funcionan sus colonias. Miles de visitantes pagaron una entrada para ver a seres vivos en cautiverio, con la excusa del conocimiento. En Alermania y Bélgica también fueron una atracción muy popular y recién en 1958 se cerró el último zoo con personas en Bruselas. Esa vez, cientos de congoleños, muchos de ellos niños, se exhibieron detrás de un cerco de bambú. Los encargados de la exposición animaban a los visitantes a lanzar dinero o plátanos si aquellos estaban demasiado quietos.

Las reconstrucciones estrafalarias en cartón piedra de aldeas enteras fueron pobladas por nativos reales secuestrados o traídos a Europa con engaños. Una familia al completo fue raptada de la bahía San Felipe, en Tierra del Fuego, y sus integrantes, atados con cadenas, fueron expuestos entre rejas, sin posibilidad de asearse para verse salvajes y para simular que eran caníbales cada tarde les tiraban trozos de carne cruda. En  el Jardín de Aclimatación dos familias de mapuches formadas por seis hombres, cuatro mujeres y cuatro niños fueron exhibidos jugando el palín y tocando la trutruka.

Por esa misma época, en Madrid, en el señorial parque del Retiro, justo al lado del Palacio de Cristal, España tuvo la oportunidad de estar a la última en moda colonial abrazando la tendencia de los zoos humanos europeos. Es verdad que al mellado imperio ya le quedaban pocas colonias para entonces pero no quiso ser menos que el resto de potencias e inauguró en octubre de 1887 su propio parque temático del racismo con un centenar de indígenas filipinos, entre ellos chamorros, tagalos y carolinos. Los madrileños y madrileñas pudieron apreciar cómo discurría la vida cotidiana de sus colonizados, pero también los catalanes. Cerca a la plaza de Cataluña se abrió al público el zoo Negros Salvajes.


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