Madrid 1983, Arturo Lezcano, p. 331
El 7 de enero de 1983, en
Rock-Ola, un grupo de muchachos con aspecto de duros, liderado por un
carismático cantante y guitarrista, espigado, calvo, de mandibula prominente y
gafas de sol, presentan uno de los grandes discos de la década, el primer álbum
de !legales. Suenan cuadrados y rotundos. Pero estarán un ratito nada más sobre
escena. Son teloneros. Mientras rasgan “Tiempos nuevos, tiempos salvajes”, dos
personajes de vodevil se maquillan en el cuartillo del camerino de la sala. Se llaman
Almodóvar y McNamara. Arrancan con uno de los hits, “Satana S. A”, que
mezclarán con otro, “Gran ganga”. El grupo es en realidad una selección de
nombres de la movida: Bernardo Bonezzi, de los Zombies (y luego compositor de bandas
sonoras de películas del director), y Carlos Berlanga a la guítarra, Nacho
Canut al bajo, TotiÁrboles a la batería, Ana Curra a los teclados. Como decían
las crónicas “aquello no era un concierto, sino la fiesta de sociedad (moderna)
que se necesitaba en este país”, opina José Manuel Costa en El Pais. “Porque si
bien la música fue pura broma, el espectáculo romano y enloquecido del
escenario (más bien pasarela) venía a consolidar, establecer y demostrar la
pujanza de este Madrid perverso y gracioso”, subraya. Los textos dejaban
constancia del desafine de las voces sobre el desafine de los instrumentos, “en
una melopea de risas” mientras Almodóvar, vestido con bata de guata y grandes
pendientes, y Fanny, en cueros y cuero combinados, se contorneaban. Como música
casi no había, el público esperaba las ocurrencias del dúo. Y, lejos del juicio
sesudo o la indignación académica, el show recibió aplausos y parabienes. El
éxito humorístico de Almodóvar y McNamara explica algo evidente: la movida
trascendia lo musical, era un cajón de sastre que acogía diferentes manifestaciones
personales nunca vistas antes en España. En el caso del cineasta, lo hizo a
través de sus películas, que a su vez retrataban aquella troupe. Pepi, Luci,
Bom y otras chicas del montón había aparecido como un rayo moderno
-excesivamente moderno para la crítica-.