Los últimos pianos de Siberia, Sophy Roberts, p. 271
Durante la construcción de Akademgorodok empezaron a relajarse las restricciones a la libertad de expresión en toda la URSS. El25 de febrero de 1956, Jrushchov pronunció un “discurso secreto” ante los delegados del Vigésimo Congreso del Partido Comunista, acontecimiento que fue un verdadero cataclismo, no solo porque puso de manifiesto que en el momento de la muerte de Stalin el sistema era completamente totalitario, sino porque dio al traste con el culto a la infalibilidad de Stalin. Algunos de los campos de trabajo de Stalin más temibles quedaron suprimidos, lo que trajo consigo la amnistía para grandes contingentes de prisioneros políticos, o su “rehabilitación” (un proceso que exoneraba a las víctimas de sus supuestos crímenes, a menudo a título póstumo). Más señales evidentes de renovada confianza y de tolerancia se extendieron en la sociedad rusa. Hubo incluso un intento de mejora de las relaciones dificultadas por la guerra fría. En 1958, el pianista texano Harvey Van Cliburn ganó en Moscú el Concurso Internacional Chaikovski de Piano, con el visto bueno de Jrushchov.
Un año después, en julio de 1959,
Richard Nixon, entonces vicepresidente de Estados Unidos, voló a Novosibirsk.
Durante su visita al teatro de la Ópera comparó el apetito cultural de
Novosibirsk con el de San Francisco en el siglo XIX. Según observa el New York
Times, los dos mil asistentes iban “vestidos como para jugar al fútbol”. Al
mismo tiempo, la señora Nixon asistió a un desfile de moda siberiana.
Durante este atareado periodo de
desestalinización, la esperanza de llegar a algún tipo de liberación era una
posibilidad muy real. En 1962 se publicó en la Unión Soviética Un día en la
vida de Iván Denísovich, que aportaba un testimonio de Nikita Jrushchov
felicita al pianista norteamericano Harvey Van Cliburn. primera mano sobre la
experiencia del Gulag. Fue ese un momento extraordinariamente significativo,
porque indicaba una nueva transparencia ante el pasado. Luego, en 1964, el
nuevo líder de la Unión Soviética, Leonid Brézhnev, tras derrocar a Jrushchov,
comenzó su mandato de dieciocho años como secretario general, y la Unión
Soviética volvió a cambiar de marcha. Su gestión en contra de las reformas dio
prestigio y estabilidad a la URSS -así como el submarino que más deprisa y a
mayor profundidad navegaba, y una estación espacial en funcionamiento-, pero
también provocó una era de estancamiento político, cultural y económico.
Y, sin embargo, en Akademgorodok
hubo ciudadanos que se comportaban como si nada de aquello estuviera pasando, como
si se considerasen inmunes, de algún modo, a la renovación de las restricciones
ideológicas. En mayo de 1968, la Casa de los Científicos de la ciudad acogió un
Festival de los Bardos. El acontecimiento se anunció mediante una pancarta455
sobre la puerta de la sala de conciertos: iPOETAS! iSIBERIA OS ESPERA!
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