DF Wallace portátil, p. 445-446
Cabina tras cabina. Un Xanadú de
ordinariez. Ignotos enseres de cocina antiadherentes. LIMPIAMOS SUS GAFAS
GRATIS. Una caseta con esponjas anticelulíticas. Más helado futurista DIPPIN OOTS.
Una mujer con correas de velero en los zapatos saca tinta de pluna
estilográfica de un mantel de lino con un quitamanchas que parece una barra de
labios cuyo letrero dice ANUNCIADO EN DESCUBRIMIENTOS ASOMBROSOS, un espacio de
publirreportajes emitido a altas horas de la madrugada del que soy bastante
fan. Por nueve dólares con noventa y cinco, una caseta de contrachapado te saca
una foto y sobreimprime tu cara en un póster
de “Se busca” del FBI o en la portada de un Penthousc. Una caseta que dice
DESAPARECIDOS DE GUERRA: TRAIGÁMOSLOS DE VUELTA, atendida por mujeres jugando a
juegos infantiles de cartas. Una caseta antiabortista llamada LOS SALVAVIDAS que
te atrae con dulces gratis. Cuadros hechos con arena. Arte hecho con cintas
rasgadas. Ventanas de doble hoja con aislamiento térmico. Una caseta
indescriptible que anuncia AVANCES TECNOLÓGICOS EN TIJERAS ROTATORIAS PARA LOS
PELOS DE LA NARIZ, con otro letrero que dice (no les engaño) “No se arranque
los pelos de la nariz, puede causarle una infección”. Dos casetas distintas
para cartas coleccionables de temática deportiva: “Una de las Inversiones más
Ventajosas de los noventa”. Y, escondida detrás de una curva de la elipse del
piso elevado, sí: pinturas sobre terciopelo negro, incluyendo varias de Elvis
en actitud pensativa.
Y la gente se compra estas cosas.
Los productos extraordinarios de la Feria Comercial van dirigidos a un tipo de
persona del Medio Oeste que yo ya había olvidado. Por alguna razón, no me había
dado cuenta de la ausencia de estas personas de las avenidas y las
exhibiciones. Esto no solo va a resultar típico de la Costa Este sino también
elitista y altanero. La comunidad especial de compradores que hay en el
Edificio de Ferias Comerciales son un subtipo del Medio Oeste conocido
comúnmente aunque de forma poco amable como Catetos de Centro Comercial. Un
poco más al sur formarían cierta clase periférica de la Escoria Blanca. Los
Catetos de Centro Comercial tienden a padecer sobrepeso, a llevar ropa de
poliéster, a tener cara de mala leche e ir cargando con niños de mirada
vidriosa e infeliz. Sus tupés son del tipo cuadrado y brillante más obvio y
conmovedor, y el maquillaje de las mujeres suele ser chillón y a menudo estar
aplicado asimétricamente, dando a muchas de las caras femeninas cierto aspecto
demente. Tienen voces estridentes y hablan en tono cortante a sus familias. Son
de esos a los que ves pegando una bofetada a sus hijos en las cajas del
supermercado. Trabajan en sitios como el Kraft de Champaign o el A. E. Staley de
Decatur y no saben que en la lucha profesional hay truco. Fui al instituto con
Catetos de Centro Comercíal. Poseen armas de fuego pero no practican la caza.
Aspiran a poseer teléfonos móviles. Leen el Star sin asomo de desprecio y
tienen papel higiénico con chistes soeces impresos. Algunos de estos tipos
pueden echar un vistazo a la competición de fuerza de los tractores o a la
carrera del U. S. Auto Club, pero la mayoría no se mueven de la Feria
Comercial. Han venido para esto. Les importan una soberana mierda las exhibiciones
de motores de etanol o las atracciones de feria Con esos asientos donde cuesta
tanto embutir el culo. La agricultura se la suda. Y el gobernador Edgar es maricón:
lo han oído en el programa de Rush.
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