David Foster Wallace portátil, p. 203
Así pues, dijo la persona
deprimida con la voz temblorosa de emoción, ahora le estaba suplicando a su
amiga de más confianza que le revelara su opinión más íntima sobre la capacidad para mostrar cariño humano que
existía en la “personalidad” o “espíritu” de la persona deprimida. Necesitaba
alguna respuesta, lloriqueó la persona deprimida, incluso si aquella respuesta
era parcialmente negativa, hiriente, traumática y tenía el potencial o la capacidad
de sacarla de sus casillas emocionales de una vez por todas -incluso, alegó, si
aquella respuesta no iba más allá del nivel fríamente intelectual o “mental” de
descripción verbal objetiva, se conformaría incluso con aquello, prometió,
encorvada y temblando en posición cuasifetal en la silla ergonómica del
cubículo de su estación de trabajo-, de modo que ahora apremió a su amiga
terminalmente enferma a que siguiera adelante, a que no se callara nada, a que
no se contuviera, a que se lo soltara todo: ¿qué palabras y qué términos podían
aplicarse para describir y juzgar una esponja. ¿Y un vacío emocional infinito
tan solipsista y obsesionada consigo misma como al parecer era ella? ¿Cómo podía
ella discernir o describir -incluso ante sí misma, mirando hacia dentro y
enfrentándose consigo misma- lo que decía de ella todo lo que había aprendido
con tanto dolor?
En la imagen Ofelia
No hay comentarios:
Publicar un comentario