Todo está iluminado, Jonathan Safran Foer, p. 220-221
¡Has oído hablar de la biblioteca
de la Universidad de Indiana¡ “No”, dije, pero seguía pensando enla columna. «¡Se
va hundiendo alrededor de dos centímetros al año, porque cuando la construyeron
no tuvieron en cuenta el peso de todos los libros! ¡En ese momento no caí en
ello, pero ahora me hace pensar en la Catedral sumergida, de Debussy, una de
las piezas de música más hermosas nunca compuestas l ¡Hace años y años que no
la escucho! ¡Quieres sentir algo!» «Vale», dije, porque aunque no lo conocía me
parecía como si lo conociera. «¡Abre la mano!», me dijo, y eso hice. Buscó en
su bolsillo y sacó un sujetapapeles. Lo apretó contra mi mano y dijo: «¡Cierra
el puño!». Obedecí. «¡Y ahora extiende la mano!» Extendí la mano. «¡Ahora abre
la mano¡» El sujetapapeles voló hasta la cama.
Fue solo entonces cuando observé
que la llave se inclinaba hacia la cama. Dado que era relativamente pesada, el
efecto era pequeño. La cuerda tiraba de un modo increíblemente amable desde la
parte de atrás de mi cuello, mientras que la llave flotaba a muy poca distancia
del pecho. Pensé en todo el metal enterrado en Central Park. ¿Tiraba hacia la
cama, aunque fuera un poco? El señor Black cerró la mano en torno a la llave
flotante y dijo: «¡No he salido del apartamento en veinticuatro años !». «¿Qué
quiere decir con eso?» «¡Por triste que parezca, hijo, quiero decir exactamente
lo que he dicho! ¡Hace veinticuatro años que no salgo de este piso! ¡Mis pies
no han tocado el suelo! » «¿Por qué no?» «¡No he tenido razón para hacerlo!»
«¿Y qué pasa con las cosas que necesita?» «¡Qué cosas necesita alguien como
yo!» «Comida. Libros. Cosas.» «¡El teléfono me conecta con todo! ¡Llamo para
pedir comida y me la traen! ¡Llamo a la librería pidiendo libros, al videoclub
pidiendo películas! ¡Bolígrafos, artículos de limpieza, medicinas! ¡Por teléfono
compro incluso ropa! ¡Mira esto!», dijo él mostrándome su músculo, que iba
hacia abajo en lugar de hacia arriba. «¡Fui campeón de los pesos mosca durante
nueve días!» «¿Qué nueve días?», pregunté. «¡No me crees!», dijo él. «Claro que
sí.» «¡El mundo es muy grande -dijo-, pero también lo es el interior de este
apartamento! ¡También lo es esto!», dijo, señalándose la cabeza. «Pero, con lo
mucho que viajaba, vivió muchas experiencias. ¿No echa de menos el mundo?» «¡Lo
echo muchísimo de menos!»
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