DF Wallace portátil, p. 634-635
La verdad es que si ustedes, los
asistentes al festival, se permiten pensar que las langostas pueden sufrir y
que seria mejor evitarlo, el Festival de la Langosta del Maine empieza a
adquirir visos de algo parecido a un circo romano o un festival de torturas
medievales.
¿Parece acaso excesiva esta
comparación? Y de ser así, ¿exactamente por qué? O a ver qué les parece esta:
¿es posible que las generaciones futuras contemplen nuestra producción de
comida y nuestras prácticas alimentarias en gran medida tal como ahora contemplamos
los espectáculos de Nerón o los experimentos de Mengele? Mi reacción inicial es
que una comparación cómo esta es histérica y extrema, y sin embargo me parece
que la razón de que me resulte extrema es que yo creo que los animales son
menos importantes moralmente que los seres humanos( En el sentido de mucho menos importantes, ya
que la comparación moral aquí no es el valor de una vida humana versus el valor
de la vida de un animal, sino más bien el valor de la vida de un animal versus
el valor del hecho de que a un humano le gusta un tipo particular de proteína.
Hasta los carnófilos más acérrimos reconocerán que es posible vivir y comer
b1en sin consumir animales.) cuando se trata de defender una creencia como
esta, incluso ante mí mismo, debo reconocer que a) tengo un interés egoísta
obvio en . creerlo, ya que me gusta comer ciertas clases de animales y quiero
poder seguir haciéndolo, y b) que no he conseguido articular ninguna clase de
sistema ético personal en el que esta creencia sea verdaderamente defendible en
lugar de egoístamente conveniente.
Dados el lugar al que pertenece
este artículo y mi falta de sofisticación culinaria, me produce curiosidad
saber si el lector se puede identificar con alguna de estas reacciones y reconocimientos e incomodidades. También me
preocupa la posibilidad de parecer estridente o sermoneador cuando lo que estoy
en realidad es más bien confuso. A aquellos lectores de Gourmet que disfrutan
de comidas bien elaboradas y presentadas donde haya buey, ternera, cordero,
cerdo, pollo, langosta, etcétera: ¿piensan ustedes en el (posible) estatus
moral y en el (probable) sufrimiento de los animales involucrados? De ser así,
¿qué convenciones éticas han adoptado que les permiten no solo comer sino
también saborear y disfrutar de estas viandas a base de carne (ya que por
supuesto el disfrute refinado, más allá de la simple ingestión, es el sentido
último de la gastronomía)? Si, por otro lado, no quieren ustedes saber nada de
confusiones ni convicciones, y las cosas como el párrafo anterior no les parecen
nada mas que un acto fatuo de mirarse el ombligo, ¿qué hace que les parezca
bien, en su interior, descartar todo esto como algo fuera de lugar? Es decir,
¿es su rechazo a pensar en todo esto el producto de un verdadero pensamiento, o
es simplemente que no quieren ustedes pensar en ello? Y en este último caso, ¿por
qué no quieren? ¿Se plantean ustedes alguna vez, aunque sea ociosamente, por
qué puede ser que no quieren pensar en ello! No estoy intentando acosar a
nadie: tengo auténtica curiosidad… Al fin y al cabo, ¿acaso ser especialmente
consciente de Jo que uno come y de su contexto general y prestar atención a estas
cosas y reflexionar sobre ellas no es parte de lo que distingue a un verdadero
gourmet? ¿O es que se supone que toda la atención y sensibilidad especiales del
gourmet solo son sensuales? ¿Realmente es todo una simple cuestión de gusto y
presentación?
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