De Catalanes todos de Javier Pérez Andújar, p.217-218
Sus compañeros de Bandera Roja,
también universitarios a punto de dar el paso a partidos mayoritarios y a
puestos decisivos (y bien remunerados) en la sociedad política y civil,
llevaban todo ese fin de semana en estado de permanente excitación, pues se
desvivían por participar en el gran acontecimiento de aquella tarde. Había
convocada una manifestación multitudinaria para pedir la libertad, la amnistía
y el Estatuto de Autonomía de Cataluña. Días después de aquella descomunal movilización,
un decreto iba a reconocer oficialmente a Josep Tarradellas como presidente de
la Generalitat. Este era uno de los tantísimos tics del franquismo que se
mantenían: siempre que el poder preparaba algo gordo montaba antes mucho ruido,
igual que el estómago segrega los jugos que han de facilitar la digestión. El
regreso del exilio de Tarradellas era la manera que habían encontrado los
poderes fácticos de frenar el arrollador avance de las izquierdas en Cataluña, así
lo explicaban algunos periodistas, corno Gregario Morán. De otro modo, aquella
región tan querida de España iba a caer en dos días en manos de socialistas y
comunistas. Fue en Cataluña el primer lugar donde la Transición quedó detenida.
-Quieren justicia social, pero
les vamos a dar pan con tomate.
Para la celebración de aquella
Diada, todos los partidos, sindicatos, asociaciones ... , se habían entendido
sin problemas, habían sabido hacer piña como no estaban siendo capaces en otros
asuntos.
-Ferran, ¿qué diferencia hay
entre Bandera Roja y el PSUC?
-Eso que te lo explique Pep, que
es el teórico.
En aquellos días, existía mucha
gente comno Piqué que podía ser llamada Pep en cualquier momento.
-Bueno, está claro, ¿no? El PSUC
es un partido de masas, y nosotros no.
_¿Quieres decir que nosotros
somos la vanguardia de la clase trabajadora?
-iPor supuesto! iNo querrás que
sean los mismos trabajadores! iTodavía hay clases!
La industria textil de Cataluña
vivió su primer agosto de la democracia fabricando metros y metros de banderas
catalanas. Patria es una manera épica de llamar a la caja registradora. Luego sería
la industria china la que fabricase las banderas a mansalva para ocasiones
también muy sonadas en Barcelona, pero entonces ya había llegado la
globalización, que es el internacionalismo de los ricos. Se podía contar por
kilómetros la tela con las cuatro barras estampadas que aquella tarde cubría
todo el paseo de Gracia, toda la plaza de Catalunya, toda la Vía Laietana. Los
autocares llegaban de todas partes de Cataluña llenos de banderas. Los
balcones, las fachadas, estaban engalanados de arriba abajo con banderas y
pancartas. Barcelona entera, desde su palpitante corazón hasta el último
descampado del extrarradio, quedó empavesada como un gran barco a punto de
zarpar hacia un mundo mejor. Cientos de miles de pegatinas en los macutos, en
la solapas de las chaquetas de pana, en los palos de las banderas, en las barbas de la gente, en los
buzones de Correos, en los bancos públicos, en la corteza de los plátanos de la
Rambla, de las palmeras de la plaza Reial, de todos los árboles de la calle. Y
bufandas con las cuatro barras. Y jerséis también con la senyera. Y cómics que
narraban la historia de los catalanes, desde el paleolítico hasta el día de
hoy.
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