En verano, Karl Ove Knausgrad, p. 42
En las sociedades igualitarias la
inteligencia es una de las magnitudes más ambivalentes, porque la diferencia
que representa la inteligencia es infranqueable, y las diferencias
infranqueables son fundamentalmente no igualitarias. De esa forma la
inteligencia se asemeja a la belleza, que también es una magnitud problemática
para las sociedades igualitarias. La solución ha sido y es fingir que no existe
y que no es importante, un juego que empieza en el colegio, donde tanto la
inteligencia como la belleza se viven en dualidad: por un lado, se aprende que
el exterior no es importante, que lo que cuenta es el interior, y que rodo el
mundo tiene el mismo valor, a la vez que esta visión fundamental de valores, en
la que todo el mundo está de acuerdo, y que existe en todos los niveles de
conocimiento, es, por otra parte, desmentida constantemente porque, por regla
general, los guapos reciben más atención y son mejor tratados que los feos,
tanto por los profesores como por los demás adultos o los compañeros. La
inteligencia también rompe el contrato de igualdad, pero de otra manera, porque
mientras que lo bello no es una amenaza, tal vez porque es ineludible y en
cierro sentido definitivo, la inteligencia sí lo es, porque rodos sabemos
pensar, todos sabemos comprender contextos, y el que a algunos se les dé mejor
pensar, el que algunos entiendan más contextos y lo hagan mejor y con más
facilidad, puede resultar difícil de aceptar. La amenaza es constante, pero
parece más fuerte en los años escolares, ya que esa es una de las pocas fases en
las que la capacidad mental y la capacidad de comprender de las personas no
solo son sometidas continuamente a prueba, sino que también reciben
calificación, de modo que rodas las diferencias entre las personas en este
aspecto se ponen de manifiesto. Todos los chicos y las chicas inteligentes que
iban a mi colegio intentaron ocultar su inteligencia en alguna ocasión,
reducirla, ya que la consecuencia de la inteligencia era que se les excluyera,
que no fueran populares, y que en algunos casos incluso fueran acosados. Eso no
le ocurría nunca a ninguno de los guapos que iban a mi colegio, al contrario,
estaban siempre rodeados de compañeros.
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