La prima Rosamund, Rebecca West, p. 134
-Por supuesto, no debe ser
alguien muerto -dijo Nestor-. Por encima de todo, debe ser alguien que esté vivo.
-Pero de pronto se golpeó en la frente-. Aun así, vivo o muerto, ¿quién puede
pintar un collar de diamantes? He estado en muchos lugares y no he escatimado
en museos, he visto muchos cuadros en los que se representa a mujeres hermosas
tal como son, pero no he visto ningún cuadro de diamantes en el que se viera un
diamante tan hermoso corno el cuadro. ¿Cómo es posible? Aunque, ¿por qué lo
pregunto? Está claro. Los artistas no piensan en diamantes. Son pobres, sobre
todo cuando son jóvenes. Cuando uno es pobre no piensa en diamantes. Lo sé, lo
sé. He sido muy pobre, ¿cómo podría haberme unido a la Brigada de Bomberos de
Estambul si hubiera tenido una moneda para morder entre los dientes? Por eso sé
que cuando uno es pobre no piensa en diamantes. Hay días y semanas, y en los
malos tiempos incluso meses, en los que el pensamiento de los diamantes ni
siquiera pasa por la mente, pero no años, porque el corazón del hombre está
lleno de esperanza. Sólo si uno es rico puede pensar en diamantes todo el
tiempo. ¿Quién de los presentes en esta sala piensa a menudo en los diamantes, excepto
yo y el señor Morpurgo? Sería una pérdida de tiempo. Lo mismo sucede con los
artistas, no piensan en diamantes, pintan acerca de lo que piensan, y piensan mucho
en mujeres, porque el hombre más pobre debe pensar en mujeres todo el tiempo,
por ese motivo los artistas pintan mujeres y más mujeres y más mujeres, y
adquieren mucha práctica en ello, y llegan a pintarlas muy bien. Pero no
piensan en diamantes, y no aprenden nunca a ponerlos en el lienzo como se ven
ahora sobre los hombros de mi mujer, no resplandecen con tonos azules y verdes
y rojos, sino que son blancos todo el tiempo. Para personas corno yo y el señor
Morpurgo eso no es justo.
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