A MODO DE PRELUDIO
¡Bienvenido! Pasa, pasa ... Es un
placer y un privilegio. Permíteme que te ayude con eso. Dame tu abrigo, lo
colgaré aquí (ab, y, ya de paso, el aseo es por ahí). Siéntate en el sofá, cómo
no ... Luego ya te pondrás a la distancia de la chimenea que te resulte más
cómoda. ¿Qué te apetece tomar? ¿Whisky? Es lo sensato, con este tiempo. Así que
me he adelantado y he adivinado lo que quieres ... ¿Blend o de malta?
¿Macallan' s? ¿De doce o de dieciocho años? ¿Cómo te apetece tomarlo? ¿Con
soda? ¿Con hielo? Y traeré una bandeja de aperitivos. Para que aguantes el tipo
hasta la cena. Bueno ... ¡Feliz 2016!
Mi mujer, Elena, volverá a eso de
las siete y media. E Inez se nos unirá luego. Sí, así..., con el acento en la
segunda sílaba. Cumplirá diecisiete años en junio. Ahora solo nos queda en casa
una hija. Su hermana Eliza, algo más mayor, está pasando su año sabático en Londres,
que, a fin de cuentas, es su ciudad natal (nació allí; como Inez). Bueno, el
caso es que Eliza tenía planeado venir a visitarnos, y acaba de aterrizar en el
aeropuerto J. F. Kennedy. Así que seremos
cinco.
Elena y yo ... -aún no estarnos
en esa etapa de nuestra vida, pero la vislumbramos ya claramente-. Me refiero
al Nido Vacío. En la vida de una persona normal hay como media docena de
momentos cruciales, y a mi juicio el Nido Vacío es uno de ellos. Y ¿sabes? No estoy
seguro de lo mucho o poco que debo preocuparme al respecto. Algunas gentes de
nuestra edad, que han visto cómo sus últimos retoños levantan el vuelo y se
pierden en la lejanía, han sucumbido en cuestión de minutos a depresiones
profundas. Y como mínimo mi mujer y yo empezaremos a sentirnos como esa pareja
de Pnin.
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