Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

JAMESIANA

Noches sin dormir, Elvira Lindo, p. 29

Hoy he decidido que ya no quiero ser escritora. Escribiré hasta que me muera, porque estoy acostumbrada desde niña a emplear el tiempo de esa manera y porque así me gano la vida, pero siento muy profundamente mi falta de ambición, mi miedo cada vez más insuperable a escribir un libro y que esté en manos de todo el mundo. Esto es algo que debería comunicarles a las siguientes personas: A Antonio, a Elena (mi editora) y a los amigos que me preguntan desde hace tres años que qué ando escribiendo. A nadie más. Si yo desaparezco de los escaparates, ¿a quién puede importarle?

Escribiré para ganarme la vida, tal y como hacía cuando escribía para la radio y sólo me preocupaba el programa del día siguiente. Sólo quiero sentirme implicada en el presente continuo. Creo que me entregué demasiado emocionalmente en ciertas páginas que escribí hace unos años y no me sentí recompensada. Aquella frustración se me enquistó y se ha convertido en desapego, en descreimiento. Escribo sin creer que mi vida sea la literatura.

Para colmo, me duele la mano derecha. Un dolor que se me extiende hasta el húmero, un hueso que ha entrado en mi vida para quedarse. Yo creía vivir sin húmero hasta hace unos meses, y ahora hay días en que después de escribir mi artículo tengo que reposar la mano sobre un cojín, y la miro como si fuera la extremidad de otro. A Henry James le pasó lo mismo, tan inútil y dolorida se le quedó la mano derecha que tuvo que contratar a un secretario para dictarle. Pero para qué quiero yo, secretarios si ya no voy a escribir o si voy a escribir sin vocación. Tampoco soy Henry James. Lo cual supone en este caso un ahorro y una ventaja.


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