Odiseicas, Carmen Estrada, p. 135
Lo incómodo del episodio de Circe
en la Odisea, lo que queda enmascarado en la tradición posterior, es que la
diosa asume un rol nada habitual ni en la sociedad real ni en la ficción. Circe
es independiente, toma la iniciativa erótica, constituye el elemento poderoso y
sabio de la pareja, y es el quehacer amoroso de Odiseo el que le permite obtener
contrapartidas de la diosa, salvando así a sus compañeros. La mujer es la que
otorga favores a cambio de sexo y esto no se perdona fácilmente. Es casi un
prototipo inverso de numerosas escenas que se han prodigado no solo en la
mitología griega, en la que los dioses salen de caza y ellas son la presa, lo que se consume y se olvida, sino también en
distintos géneros literarios a lo largo de siglos, desde Las mil y una noches a
la novela negra americana, sin olvidar la llamada copla española.
Es interesante también hacer un
repaso de las imágenes de Circe que ha transmitido la pintura occidental de
distintas épocas. Salvo contadas excepciones, se la suele representar como una mujer
solitaria, a veces con animales o con objetos mágicos, a menudo con documentos
escritos, y rara vez en compañía. Sola, autosuficiente, sabia. Decididamente
peligrosa para la mentalidad de muchos.
La Circe de la Odisea es más que
eso. Un personaje complejo que no responde solo a la lujuria aunque disfrute de
ella, que acepta el amor cuando se presenta y sabe darlo por terminado con
elegancia cuando llega el momento. La cama, en la que ambos se encuentran
desnudos en su última noche de amor, es el lugar elegido por Odiseo para
obtener de ella permiso y ayuda para partir. Al levantarse, concedido el
permiso y planificado el viaje, ambos se demoran y se miran mientras ella lo va
vistiendo y le coloca con cuidado cada una de las prendas, en silencio. Y como
un coletazo de aquel amor y de aquella estancia en la isla, aún le llega a Odiseo
un recuerdo muchos años después, en Esqueria, cuando está guardando sus tesoros
para regresar, finalmente, a Ítaca. La reina Arete le advierte que cierre bien
el cofre, no le vayan a robar, y, evocando a Circe, Odiseo hace un nudo que
ella le enseñó. El ingenio y la habilidad de Circe. Sonríe mirando a Arete,
quizás imaginando que ambas se llevarían bien si se hubieran conocido. Pero la literatura
en la que aparecen mujeres que son amigas entre sí tardaría aún mucho en
llegar.
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