Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

EL HOMBRE SURREALISTA


Cómo ordenar una biblioteca, Roberto Calasso, p. 82

La conversación se abre con una pregunta de Breton: “Un hombre y una mujer hacen el amor. ¿En qué medida el hombre se hace cargo del placer de la mujer? ¿Tanguy?”Antigua cuestión. Respuestas ambiguas. Tanguy: “En muy escasa medida.” Intervienen otras voces. Breton dirige y juzga: “¿Naville considera en ton ces que materialmente el placer de la mujer y el del hombre, en el caso de que estos sucedieran simultáneamente, podrían traducirse en la emisión de fluidos seminales confusos e indiscernibles?” Naville confirma. Breton replica: “Es imposible constatarlo, a menos que se mantengan con una mujer relaciones verbales muy discutibles.”

No se dice nada más al respecto: nunca sabremos qué son estas “relaciones verbales muy discutibles”. Se pasa a continuación a la homosexualidad (denominada como pederastia). Acerca de esta Queneau se atreve a decir que no tiene «ninguna objeción moral». Protestas. Pierre Unik declara: “Desde el punto de vista físico, la pederastia me disgusta del mismo modo que los excrementos y, desde el punto de vista moral, la condeno.” Queneau rebate que ha observado “entre los surrealistas un particular prejuicio contra la pederastia”. En este punto Breton se siente obligado a intervenir para poner las cosas en su lugar: “Acuso a los pederastas de proponer a la tolerancia humana un déficit mental y moral que tiende a erigirse en sistema y a paralizar todas las empresas que yo respeto. Hago algunas excepciones; una, al margen de todas las categorías, en favor de Sade y otra, más sorprendente para mí mismo, a favor de Lorrain.” Dudas acerca de estas excepciones: «Entonces, ¿por qué no los curas?>> Breton precisa: “Los curas son los hombres más opuestos a la instauración de esa libertad de costumbres.”

Se sigue adelante, entre sobresaltos. Prévert dice que no está interesado en hacer el amor en la iglesia, «por miedo de las campanas”. Péret, siempre extremado, dice: «No pienso en ello y tengo grandes ganas de hacerlo.” Breton coincide y especifica: «Desearía que estuviera acompañado de todos los refinamientos posibles.” Péret desvela entonces cómo se propone actuar: «En tal ocasión quisiera profanar las hostias y, si fuera posible, depositar excrementos en el cáliz.” Breton no se pronuncia sobre este punto.


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