León en el jardín, W Faulkner, p. 334
Puesto que ninguna de mis obras
ha cumplido mis propios estándares, tengo que juzgarlas en función de la que mayor
dolor y angustia me causó, igual que una madre quiere más al hijo que se
convirtió en ladrón o asesino que al que se hizo cura.
P: ¿Qué obra es esa?
FAULKNER: El ruido y la furia. La
escribí cinco veces distintas, tratando de contar la historia, para verme libre
del sueño que siguió atormentándome hasta que lo hube hecho. Es la tragedia de
dos mujeres perdidas: Caddy y su hija. Dilsey es uno de mis personajes
favoritos, porque es valiente, decidida, generosa, amable y honesta. Es mucho
más valiente, honesta y generosa que yo.
P: ¿Cómo empezó El ruido y la
furia?
FAULKNER: Se inició con una
imagen mental. En el momento, no me di cuenta de que era simbólica. La visión
era el fondillo embarrado de las bragas de una niñita subida a un peral, desde
donde miraba por una ventana el velatorio de su abuela, para contarles a sus
hermanos al pie del árbol lo que estaba pasando. Para cuando hube explicado
quiénes eran y qué estaban haciendo, y cómo se le habían manchado de barro las bragas,
me di cuenta de que sería imposible meterlo todo en un relato corto y que
tendría que ser un libro. Y entonces caí en la cuenta del simbolismo de las
bragas sucias y esa imagen fue sustituida por la de la niña huérfana de padre y
madre bajando por el canalón de la lluvia para huir del único hogar que había
conocido, donde nunca le habían ofrecido ni cariño, ni afecto, ni comprensión.
Ya había empezado a contar la historia a través de la mirada del niño idiota,
porque me pareció que resultaría más eficaz contada por alguien que sólo era
capaz de saber lo que había ocurrido, pero no por qué. Vi que no había
conseguido contar la historia esa vez. Traté de contarla de nuevo, la misma
historia vista por otro hermano. Pero seguía sin ser lo que quería. La conté
por tercera vez a través de los ojos del tercer hermano. Seguía sin ser lo que
quería. Intenté juntar todas las piezas y rellenar los huecos asumiendo el papel de portavoz. Seguía sin estar
completa. No lo estuvo hasta quince años después de publicado el libro, cuando
escribí como apéndice de otro libro un intento final de contar la historia
entera y sacármela de la cabeza, para poder descansar. Es el libro por el que
más cariño siento. No pude dejarlo estar y nunca conseguí contarlo bien, por
mucho que me esforzase, y me gustaría volver a intentarlo, aunque probablemente
volvería a fracasar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario