El Gatopardo, Lampedusa, p. 197
«El sueño, querido Chevalley, el sueño es lo
que más desean los sicilianos, y siempre odiarán al que pretenda despertarlos,
aunque sea para traerles los mejores regalos; dicho sea entre nosotros,
personalmente dudo mucho de que el nuevo reino tenga demasiados regalos para
nosotros en su equipaje. Todas las expresiones sicilianas son expresiones
oníricas, hasta las más violentas: nuestra sensualidad es deseo de olvido,
nuestros escopetazos y nuestras cuchilladas
son deseo de muerte; deseo de voluptuosa inmovilidad, o sea también de muerte,
son nuestra pereza, nuestros sorbetes de escorzonera o de canela; cuando nos
ponemos pensativos, se diría que es la nada queriendo escrutar los enigmas del
nirvana. Así se explica el poder desmedido que ejercen aquí ciertas personas:
son aquellos que están semidespiertos; como también el famoso siglo de retraso
en las manifestaciones artísticas e intelectuales de Sicilia: las novedades
solo nos atraen cuando sentimos que están muertas, que ya no pueden producir
corrientes vitales; a ello se debe asimismo ese fenómeno increíble de la
creación actual, ante nuestros ojos, de unos mitos que si fueran realmente
antiguos despertarían veneración, pero apenas logran ser siniestras tentativas de
sumergirse otra vez en un pasado que nos atrae precisamente porque está
muerto.»
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