Esta bruma insensanta, Vila-Matas, p. 184
Me lancé a recordar una historia
relacionada con Peter Messent, profesor de literatura norteamericana en la
Universidad de Nottingham. Hizo su tesis sobre Pynchon y, como cabía esperar,
se obsesionó por conocer al escritor que tanto había estudiado. Tras no pocos
contratiempos, consiguió una breve entrevista en Nueva York con el autor de La
subasta del lote 49, es decir, con Pynchon, y estuvo hablando con él a lo largo
de un par de horas que él siempre recordó como muy intensas. Pasaron después
los años, y cuando Messent se había convertido ya en el prestigioso profesor
Messent, fue invitado en Los Ángeles a una reunión de amigos entre los que
estaba el propio Pynchon. Para su gran sorpresa, el Pynchon de Los Ángeles no
era en absoluto la misma persona con la que él se había entrevistado años antes
en Nueva York, pero, al igual que aquél, conocía perfectamente incluso los
detalles más insignificantes de su obra. Fue raro. Y, al terminar la reunión,
Messent se atrevió a exponer su problema o dilema ante la existencia de dos
Pynchon. Y Pynchon, o quien fuera que estaba ante él, sin turbarse lo más
mínimo, dijo: “Entonces usted tendrá que decidir cuál es el verdadero”.