El poder y la gloria, Graham Greene
Alguna vez, en los tiempos pasados, al instruir a los niños,
algún indio chiquitín de ojos almendrados le había preguntado: «¿Cómo es
Dios?», y él solía contestar fácilmente haciendo referencia al padre y a la
madre, o quizá con mayor ambición, incluía hermano y hermana, y procuraba dar
una idea de todos los cariños y parentescos, combinados en una pasión inmensa
y, no obstante, personal. ..
Pero en el centro de su propia fe permanecía siempre la convicción
misteriosa de que estamos hechos a imagen de Dios: Dios era el padre, pero
también el policía, el criminal, el cura, el maníaco y el juez. Algunas veces
la imagen de Dios colgaba de una horca o adoptaba raras actitudes ante las
balas en el patio de una cárcel o se retorcía como un camello durante el acto
sexual. Sentábase en el confesonario y escuchaba las ingenuidades complicadas y
sucias que la imagen de Dios había imaginado. Y ahora esta imagen se
bamboleaba, arriba y abajo, sobre el lomo de la mula, con los dientes amarillos
clavados en el labio inferior; y la misma imagen había cometido un día su acto
de rebelión con María, en la cabaña, entre las ratas. A veces debe de ser un
consuelo para el soldado, el que sean iguales las atrocidades cometidas por
ambas partes: nadie jamás era el único.
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