De El sobrino de Wittgenstein, de Thomas Bernhard, p.92-93
Un multimilIonario como maestro
de aldea es sin duda una perversi6n, ¿no crees?, dijo Pau!. Hasta hoy no sé
nada de la verdadera relación entre Paul y su tia Ludwig. Tampoco le pregunté
nunca nada al respecto. Ni siquiera sé si los dos se encontraron nunca. Sólo sé que Paul defendía siempre a su tia Ludwig cuando la
familia Wittgenstein caia sobre él, cuando se burlaba del filósofo Ludwig
Wittgenstein, que, por lo que yo sé, les resultó penoso durante toda la vida.
Ludwig Wittgenstein fue siempre para ella, lo mismo que Paul Wittgenstein, un
bufón, al que el extranjero, que siempre ha prestado oidos a lo excéntrico,
engrandeció. Sacudiendo la cabeza se divertian por el hecho de que el mundo se
dejase engañar por los bufones de su familia, de que aquel inútil se hiciera de
pronto célebre en Inglaterra y se convirtiera en una eminencia intelectual. En
su arrogancia, los Wittgenstein rechazaron sencillamente a sus filósofos y no
les tuvieron el menor respeto, sino que los castigaron, hasta hoy, con su desprecio.
Lo mismo que en Paul, hasta hoy no ven en Ludwig más que un traidor. Lo mismo
que a PauI, eliminaron también a Ludwig. Lo mismo que, mientras existió, se
avergonzaran de su Paul, se han avergonzado hasta hoy de su Ludwig, ésa es la
verdad, y ni siquiera la celebridad, entretanto considerable, de Ludwig ha
podido conmover su desprecio habitual hacia el filósofo, en un pais en el que,
al fin y al cabo, Ludwig Wittgenstein no cuenta hasta hoy casi para nada y en
el que, hasta hoy, casi nadie lo conoce. Los vieneses, ésa es la verdad, ni
siquiera han reconocido hoy a Sigmund Freud, en efecto, ni siquiera han tomado
nota de él, ésa es la realidad, porque para eso son demasiado pérfidos. No ocurre
otra cosa con Wittgenstein.
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