PREFACIO
Desde que perdí a mis padres en
un accidente de carretera cuando tenía ocho años, he tenido los ojos puestos en
los de otras personas. Esto fue particularmente cierto durante mi Adolescencia, cuando muchos amigos míos se
desprendían de su familia y yo me las arreglaba bastante bien solo y con
sustitutos. En nuestro barrio no faltaban padres y madres ligeramente desalentados
que se mostraban encantados de tener cerca por lo menos a un joven de diecisiete años que supiese apreciar sus bromas. sus consejos,
sus guisos e incluso su dinero. Al mismo tiempo, yo era también una especie de
padre. Mi hogar en aquella época era el formado por el reciente matrimonio, ya
en proceso de desintegración, de mi hermana Jean con un hombre llamado Harper. Mi protegida y
amiga intima en este desdichado hogar era mi sobrina de tres años, Sally, la
única hija de Jean. Las broncas y las reconciliaciones que sacudian el gran
piso -Jean había heredado la mitad de los bienes; mi mitad estaba en fideicomiso- tendían a marginar a Sally.
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